La Comoplejidad En Educación Ambiental

La complejidad en la educación ambiental

PRODUCTO 1: Reflexión sobre la importancia de la complejidad en el abordaje de los problemas ambientales y su vinculación con el campo de la educación ambiental.

Para el mantenimiento de la vida el ser humano ha buscado mejorar las condiciones del lugar en que se desarrolla, incluso a costa de la destrucción de grandes espacios naturales, desde esta perspectiva egocéntrica el único resultado ha sido expandir su territorio volcándose en contra del entorno a donde pertenece y así, a lo largo de su historia. Sin embargo, desde los años 70´s esta situación ha sido valorada, surgiendo así la preocupación por conservar y cuidar el ambiente. Enrique Leff en “Complejidad, racionalidad ambiental y diálogo de saberes” plantea la importancia de “deconstruir” el conocimiento, ya que los referentes para conceptualizar el problema ecológico es emanado de nuestra crisis civilizatoria, es decir, desde la manera errónea de asumir la vida. En este sentido las ideas ortodoxas con las que hemos crecido nos limitan a ver “el fondo” de la necesidad de un saber ambiental, pues lo que concebimos como saberes tiene referentes en el conocimiento científico, y esta necesidad va más allá (incluso) del saber ontológico. La complejidad ambiental debe emerger de la reflexión del pensamiento sobre la naturaleza.

El juicio articulador es que la crisis ambiental es sobre todo un problema de conocimiento, que su solución implica un proceso de “desconstrucción y reconstrucción del pensamiento”, comenzando con ciertos “errores históricos” que incluyen “la escisión entre le ser y el ente” .El camino hacia el “campo conflictivo del desarrollo sustentable” no se encontraría en dirección al refinamiento de la ciencia moderna y su economía, sino en el reconocimiento del fin de tal proyecto.

Hay mucha relación con la realidad al su insistir en la necesidad de evitar la homogeneización del mundo y de la economía, de superar la hegemonía y sacudir la opresión. Sin embargo, considero que en su afán de subrayar sus tesis, cae en juegos típicos de la “cultura del conflicto”, como el de exagerar tanto las bondades de lo propio como los defectos de lo ajeno, o el de “tirar al bebé junto con su agua de baño”. Leff exalta las virtudes de la dialéctica, describiéndola sorprendentemente como “organicista” y una “concepción del mundo en transformación constante, jalado por el sentido del ser, la direccionalidad del tiempo, la fecundidad del infinito y de la otredad”.

Plantea su comprensión del mundo como “totalidad” por que “forja un mundo tendiente a la globalización” a un mundo “homogéneo e instrumental, reprimiendo la productividad de lo heterogéneo, el sentido de la diferencia, la vitalidad del saber, la diversidad de la cultura y la fecundidad

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