ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Las Drogas Una Vision

bioeticista18 de Marzo de 2013

34.434 Palabras (138 Páginas)350 Visitas

Página 1 de 138

Clínica de la drogadicción.

Lucio Becerra Martin

He dado prioridad en la presentación de este texto a la noción de "orientación" tal y como esta se desprende de mi relato, en un intento de reubicación conceptual del problema de la clínica, en el marco de un desarrollo de ideas basadas en el recorrido testimonial de una experiencia tendiente a interrogar sus fundamentos en el curso de una investigación aplicada en este campo.

LOS ANTECEDENTES

Esta experiencia me permitió comprobar que un alto porcentaje de los pedidos de consulta que llegaban a los centros de atención especializados en la asistencia de toxicómanos provenían de los familiares o allegados de aquellos designados como "pacientes".

Sobre los pedidos de consultas efectuados, el 50% aproximadamente respondían a un reclamo de "orientación" por parte de la familia. Buscaban ser asesorados en la posibilidad de acercar al "usuario" a la consulta dado que en todos estos casos se presentaba "la resistencia del mismo" como un obstáculo infranqueable.

La familia esperaba del profesional una respuesta concreta a esta situación en el sentido de arbitrar los medios para inducirlo a la cura.

La "respuesta" acostumbrada en estos casos, no implicaba sino un ligero paliativo de la crisis, bajo la forma de conducir a la familia a la comprensión de esa situación, y muchas veces resignarse a una pasiva espera frente a un posible cambio de actitud del "enfermo"; en todos los casos "no consciente de su enfermedad y por lo tanto no motivado para llevar a cabo la consulta". Se concluía: "nada podemos hacer sino hay una disposición voluntaria del paciente a tratar el problema".

Las respuestas no eran sino "soluciones de compromiso" formales a través de algún consejo improvisado de muy poco alcance para el interés de la familia, y que dejaba indicado los límites del sistema institucional para tratar esa demanda tal como se formulaba.

Una respuesta en el plano manifiesto de esta demanda iba necesariamente a confrontar al profesional, con la salida obligada en estos casos de justificar los límites reales de su práctica: "si el paciente no está dispuesto a consultar poco podemos hacer en estos casos...".

Había podido observar que la mayoría de los profesionales jóvenes y con poca experiencia preferían evitar estas consultas, pero no era menos atendible a la observación el comprobar que los de mayor experiencia dejaban esa tarea en manos de estos; por razones no del todo justificadas profesionalmente. En definitiva este tipo de consultas parecían como relegadas a un lugar secundario, a una función "casi administrativa", que cualquier profesional podría realizar en algunos minutos o a través de una entrevista de corte bastante informal.

Por estas razones y otras que veremos más adelante, supuse que este lugar tan poco jerarquizado de la consulta, la "orientación", dentro de un programa ambulatorio de atención de pacientes toxicómanos no respondía del todo al azar, ni era una cuestión de encuadre o de recursos, lejos de situarse en la periferia de nuestra experiencia a mi juicio estaba llamada aquí a una cuestión central.

Habría podido observar en los usuarios que llegaban a la consulta que su condición de "voluntariedad "era engañosa y que en la mayoría de los casos no traían un pedido claro de consulta, más aun que esto, parecían sostener una demanda que no les era propia. En otros casos la presencia de la familia confrontaba al paciente con una realidad que le era "ajena", con un padecimiento que no terminaba de reconocer en si mismo, con una "voluntad" forzada por efecto de la angustia, el deseo o la desesperación de sus padres o allegados.

No faltaba aquel padre agobiado por el anonadamiento de una situación que no terminaba de comprender y que tomaba la palabra, frente al "negativismo" de su hijo: "ya no podemos más, no sabemos que hacer, queremos saber que es lo que usted puede hacer por él, qué es lo que usted puede hacer por nosotros". El joven permanece inmutable, sólo se limita a decir que consume drogas cuando lo desea, y que estas no significan un problema para él.

Esta ligera descripción de como habitualmente se presentan algunos de nuestros "pacientes", me permitió introducir algunas observaciones.

La primera de ellas me conducía a pensar que tanto en las consultas sin la presencia del "paciente designado", como en aquellas en que este se presentaba acompañando a su familia "se observaban caracteres comunes en la modalidad" de la demanda.

Cabría interrogarnos qué circunstancia justificaba su presencia o bien en su defecto cual era la causa de tan inescrupulosa resistencia.

Pude advertir que esta última sólo era comprensible a la luz de cierta "modalidad" en la "relación" del "supuesto paciente" con su grupo familiar y que no hacía en modo alguno a un posicionamiento subjetivo distinto, de lo que "encarnaba" otras veces con su presencia

En otros casos, el paciente llegaba a la consulta acompañado por su familia y con una posición similar a la antes mencionada después de un prolongado tiempo en que este se habría negado al pedido de sus padres. Tal circunstancia tomaba su forma en una "instancia límite" que afectaba la relación del toxicómano con su entorno. La introducción de esta nueva situación se manifestaba como un elemento capaz de promover una fractura, un desequilibrio en lo que sostenía hasta el momento el estilo de las relaciones familiares. Este elemento aparecía como un factor "determinante" que movía al usuario a la consulta.

La segunda observación, me conducía a pensar que la adicción del paciente no se manifestaba como un síntoma.

En la mayoría de los casos y particularmente en los pedidos de consultas sostenidos por la familia, el paciente parecía mostrarse indiferente y ajeno a los padecimientos de la misma o los suyos propios.

Su "drogadicción" no constituía en modo alguno un "cuerpo extraño" a su existencia, muy por el contrario, parecía darle forma, cuerpo a su propio mundo, un modo de estar vivo, de penetrar en la cotidianeidad de sus objetos, de relacionarse con su entorno, de encontrar en la droga, un objeto de prioridad para sí mismo; una causa, la más justificada razón de su existencia.

Nuestro "paciente" sólo daba muestras de ciertos efectos indeseables que lo perturbaban, que afectaban su relación con la familia con su entorno, con la legalidad de un mundo al cual se veía obligado a sobre adaptarse, con un cuerpo que muchas veces sobrellevaba como un resto, ajeno, extraño, cada vez más emancipado de su ser.

Si bien el paciente asumía su queja, esta no afectaba sino a "las consecuencias" que debía sobrellevar por el consumo de drogas; dicho de otra manera, sólo se presentaba y parecía demandarnos algo relacionado con sus "síntomas secundarios".

Su adicción no era "un síntoma" del sujeto, muy poco parecía interrogase, nada parecía enigmatizarlo, nada, lo confrontaba con la búsqueda de "un porqué", de que habría de haber alguna razón para ello.

Esta "experiencia" lejos de toda duda, o cuestionamiento, constituía una firme certeza, una verdad irrefutable que muchas veces "orgullosamente" ostentaba y defendía.

Había podido observar que "el paciente" por lo menos en apariencia, no parecía soportar el "síntoma de su adicción", más aún no parecía soportar ningún síntoma, era su familia en muchos casos quién se veía obligada a sobrellevar angustias y padecimientos ligados a la presencia de ese "producto", que había irrumpido en la vida familiar y que parecía condenarlos a soportar sus consecuencias "impedidos de doblegar su dominio". Sujetos de la tiranía de ese "objeto", ubicaban en nuestro paciente, y en relación a "su enfermedad", la principal causa de sus angustias. Las que no estaban exceptuadas de interrogantes, de preguntas sin respuestas que los confrontaba consigo mismo, con su propia concepción de la vida, con sus desaciertos, con el lugar que les habría sido dado a ocupar como padres.

Los hechos parecían demostrar que si algo ahí se presentaba como un "síntoma", esto estaba vinculado a los padecimientos, a las angustias a los interrogantes de la familia: a quienes habían sido conducidos a solicitar algo de nosotros, a quienes parecían sostener la demanda de un "decir", de una palabra, de un saber, reparador de sus angustias, cuya causa era referida a la toxicomanía de sus hijos.

Lo que la clínica nos permitía visualizar con las características de un síntoma en un sentido estricto no era sino los efectos, las consecuencias de lo que el acto del toxicómano precipitaba sobre la experiencia de los padres.

¿Qué es lo que imposibilitaba a ese joven introducir su demanda a través de una vía distinta de la actuación tóxica?. ¿Qué es lo que estaba impedido en el nivel de la palabra, para comunicar algo que irrumpía en su experiencia, indecible, indescifrable, e indecidible para si mismo, y para la subjetividad de su entorno?.

Existen teorías tendientes a dar cuenta de estas cuestiones a través de una definición, de la caracterización de una cierta tipología, de una cierto perfil, por lo menos referidas al usuario "inepto", que justificarían estos rasgos, tan sobresalientes, tan patognomónicos

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (206 Kb)
Leer 137 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com