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Los Conceptos De Comunidad Científica Y Campo Científico En Merton, Kuhn Y Bourdieu

pirlina5 de Junio de 2013

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INTRODUCCIÓN

La sociología de la ciencia tiene sus orígenes en la sociología del conocimiento de

finales del siglo XIX y de principios del siglo XX. Esa primera Sociología del

conocimiento (wissenssoziologie) surge en la Alemania de Weimar, con el objeto de

resolver el problema de las condiciones sociales en que nace el pensamiento, desde una

perspectiva histórico-social. Estas ideas fueron desarrolladas por Karl Mannheim, quien

en su obra Ideología y Utopía, publicada en 1936, define a la sociología del

conocimiento como un método histórico-sociológico que busca las raíces sociales del

pensamiento intelectual en la historia (Mannheim, 1993, cap. 1).

En este sentido, no puede hablarse de una sociología de la ciencia hasta la publicación

de la obra de Robert K. Merton, quien, apelando a un enfoque funcionalista, centró su

atención en la ciencia como institución, apuntando al estudio de la estructura social de

la comunidad científica, los sistemas de creencias y las necesidades técnicas que dieron

origen a la ciencia moderna. De Espinosa et al. (1994) sostienen que la sociología de la

ciencia mertoniana mantenía una firme distinción entre contexto de justificación y de

descubrimiento. Para Merton, la génesis social del conocimiento no influye en su

validez o falsedad, por lo que separa su sociología del conocimiento de las cuestiones

epistemológicas. En su labor, Merton generó, impulsó e institucionalizó un campo de

problemas sociológicos prácticamente inexistente hasta los años cuarenta del siglo XX.

Además elaboró un programa de investigación teórico y empírico y constituyó la

escuela mertoniana (o de Columbia) que se convirtió en el paradigma (en el sentido de

Kuhn) que monopolizó el campo intelectual y social de la sociología de la ciencia hasta

mediados de los años setenta (p. 455-457).

A partir de los años sesenta, la sociología de la ciencia fue modificando sus supuestos

teóricos, cuando las críticas a los fundamentos expuestos por la Concepción Heredada

se hicieron más evidentes. Con el objeto de demostrar la complejidad de los

mecanismos del progreso científico, Thomas S. Kuhn, en su obra La estructura de las

revoluciones científicas (1962), objetará los distintos elementos que articulan la visión

acumulativa y gradual de la ciencia, logrando construir una visión novedosa y revolucionaria acerca del desarrollo científico. De esta manera, se logra un quiebre muy

importante en el ámbito del saber científico, puesto que rompió con la hegemonía del

Positivismo lógico y evitó el predominio del falsacionismo popperiano, que consiste,

principalmente, en la adquisición de conocimiento a través de la refutación de las

proposiciones formuladas en una teoría.

Por su parte, Pierre Bourdieu, plantea la necesidad de convertir a la sociología en parte

esencial del método científico. En El oficio de científico, Bourdieu (2003) centra su

análisis en el estudio de las prácticas científicas, donde no pretende únicamente

denunciar ciertos inconvenientes que pudieran presentarse en el terreno de la

investigación científica, proponiéndose realizar un riguroso estudio filosófico y

sociológico de las prácticas científicas. Por ello, basó sus estudios sobre prácticas reales,

discriminando espacios, actores y estrategias dentro de la ciencia. En Bourdieu, el

aporte más significativo a los fines de este trabajo, resulta ser la identificación del

campo científico, reconociendo sus límites, estructura y funcionamiento, que incluye a

los agentes sociales, que articulan sus estrategias y recursos, para la lucha en el campo.

Pese a sus diferencias, es menester destacar que los citados autores comparten la

preocupación por demostrar, desde distintas perspectivas, la importancia del estudio

sociológico del conocimiento científico.

Es así como el presente trabajo monográfico tiene como objetivo comprender las

posiciones teóricas y las concepciones sobre el hacer científico que los tres pensadores

mencionados sostienen. Del mismo modo, se establecerán relaciones comparativas entre

las distintas posiciones.

Para alcanzar dicho propósito, se comenzará desarrollando brevemente el concepto de

comunidad científica, usado por Merton y Kuhn, y el de campo científico (Bourdieu),

advirtiendo que ambos vocablos se utilizan, según los autores, en sentidos disímiles.

COMUNIDAD CIENTÍFICA

ROBERT MERTON

Para Merton, la ciencia es una institución social, con valores, normas y una

organización característica que, al igual que otras actividades, se encuentra sujeta a

variadas fortunas.

La ciencia es vista por Merton (1977) como una institución cuyo objetivo es la

extensión del conocimiento certificado (p. 358). Ese objetivo radica en un conjunto de

normas que permitan su existencia y su diferenciación social respecto de otras

instituciones. De Espinosa et al. señalan que Merton recurre a explicaciones normativas,

basadas en los valores morales (supuestos) al quehacer científico, proponiendo así la

tesis de los Cudeos: el comunismo, el universalismo, el desinterés y el escepticismo

organizado que, en forma de imperativos institucionales, constituyen el ethos de la

ciencia (p. 465), definido por Merton (1977) como:

…ese complejo, con resonancias afectivas, de valores y normas que se

consideran obligatorios para el hombre de ciencia. Las normas se expresan en

forma de prescripciones, proscripciones, preferencias y permisos. Se las legitima

en base a valores institucionales. Estos imperativos, trasmitidos por el precepto y

el ejemplo, y reforzados por sanciones, son internalizados en grados diversos por

el científico, moldeando su conciencia científica o, si se prefiere la expresión de

moda, su superego. Aunque el ethos de la ciencia no ha sido codificado, se lo

puede inferir del consenso moral de los científicos tal como se expresa en el uso

y la costumbre, en innumerables escritos sobre el espíritu científico y en la

indignación moral dirigida contra las violaciones del ethos (p. 355-368).

De Espinosa et al (1994) agregarán que (el ethos) es una especie de consenso moral de

las comunidades científicas, que se logra (y refuerza su vigencia) mediante el proceso

de socialización al que son sometidos los novatos y por las sanciones impuestas a los

transgresores (p. 467). Esas normas o prescripciones, constitutivas del ethos de la

ciencia, conocidas como Cudeos, pueden caracterizarse, según Merton (1977), de la

siguiente manera:

El Universalismo se refiere a que las pretensiones de verdad deben ser sometidas a

criterios impersonales preestablecidos, tales como la adecuación a la experiencia y el

conocimiento confirmado. Lo importante son las pruebas y argumentos, no el origen

social, raza, sexo, ideología, u otros factores contingentes. La objetividad excluye el

particularismo. El imperativo del universalismo está profundamente arraigado en el

carácter impersonal de la ciencia. Aun bajo pretensiones contrarias (particularismo

etnocéntrico o nacionalismo), los científicos de todas las nacionalidades se adhirieron al

patrón universalista, reafirmando el carácter internacional, impersonal y prácticamente

anónimo de la ciencia. Asimismo, el universalismo debe abrir el paso a los talentos,

dando libre acceso a las actividades científicas.

La norma del Comunismo ejerce cierta presión sobre los científicos por difundir los

resultados, tendencia que se refuerza por el objetivo institucional de expandir el

conocimiento y publicar los resultados. A partir del momento en que pasa a formar

parte del patrimonio social, los derechos del productor intelectual son limitados al

reconocimiento y estima por haber aportado al fondo común de conocimiento.

Todo lo anterior se resume en otra norma: el Desinterés, que responde a las

características que tradicionalmente se le ha atribuido a los científicos: pasión por el

conocimiento y preocupación por el bienestar de la humanidad. Esto significa que no se

debe aspirar a través del trabajo de la ciencia más beneficio que el proporcionado por la

satisfacción por el trabajo realizado y el prestigio que proporciona la contribución a la

comunidad. Este desinterés es una exigencia en el campo de actividad de la ciencia, y se

basa en su carácter público y contrastable, que supone la integridad de los hombres que

pertenecen a este campo.

Por su parte, el Escepticismo Organizado es el cuarto elemento del ethos científico y se

encuentra íntimamente relacionado con los otros tres. Es un mandato metodológico e

institucional que implica que el investigador no puede distinguir entre lo sagrado y lo

profano, entre lo que puede ser analizado objetivamente y lo que exige un análisis

acrítico. Este comportamiento puede conducir a conflictos con otras instituciones y

también dentro de la propia institución científica.

De Espinosa et al. (1994) advierten que, en los años cincuenta, Merton amplió este

conjunto

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