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Enviado por   •  3 de Noviembre de 2013  •  1.119 Palabras (5 Páginas)  •  249 Visitas

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usted está aquí: domingo 8 de abril de 2007 → opinión → el aborto y la iglesia católica en américa latina

Marcos Roitman Rosenmann

El aborto y la Iglesia católica en América Latina

Los argumentos que esgrime la Iglesia para negar el derecho al aborto responden a los mandamientos de Dios. La vida es un don otorgado por su naturaleza todopoderosa. Sea en las condiciones que sean los mortales no pueden contravenir su voluntad. Podemos vivir en pecado: mentir, asesinar, desear a la mujer del prójimo y hasta violar con tal de expiar las culpas. Para evitar los excesos la Iglesia crea entidades como la Inquisición. Así, redimió a herejes como Galileo y quemó a otros como Giordano Bruno. Pero también es pragmática y para dominar el mundo impone a sus fieles la práctica de la confesión. De esta manera abre la puerta a una técnica de control sobre las vidas, adentrándose en los secretos, miedos y angustias de las gentes, tanto como en sus ruindades sexuales y morales, y no menos importante, el valor de sus dotes.

Así, la institución eclesiástica amasa su actual fortuna gracias a los testamentos para salvar el alma impura. Sin embargo, cuando se trata del aborto, las contemplaciones se acaban. Si cualquier otro pecado es consentido, en este caso la decisión personal y autónoma de la mujer se contrapone con imágenes de un asesinato, cuya imagen se asocia a la de una sociedad que camina inevitablemente a su propia destrucción, sin un horizonte moral que ilumine su camino. Sodoma y Gomorra emergen bajo formulas novedosas.

El aborto incuba un materialismo de nuevo cuño: el casamiento homosexual, parejas de gays y lesbianas, y la virginidad deja de ser un argumento para una juventud pervertida por las mieles del sexo fácil. La Iglesia no puede imponer su doctrina. Tiene que recurrir a nuevos métodos de comunicación. Ahora no basta con el viejo argumento: hijos, los que nos dé el Señor y dentro del matrimonio. Si son siete o 10, ellos serán criados unas veces con holgura y otras con escasez, pero siempre con la fe de Cristo. El vientre materno incuba la simiente que Dios entregó para extender su verdad en el planeta. Otro conocimiento es superfluo. Si caímos en el pecado, y la mujer fue su inductora, lo hizo por darnos a comer del fruto prohibido del conocimiento. Pero esta razón ya no es suficiente, resulta poco convincente, por lo menos, a la mayoría de los mortales. Ahora la crítica a los pro-aborto se acompaña, desde fines del siglo XX, con argumentos seudo-científicos. Siempre que interesa, se utiliza a preminentes biólogos, neurólogos, curas, monjas, seglares o católicos reaccionarios que apoyan las tesis provenientes del papado de Roma. Ahora se verifica que la vida inicia en el instante mismo de la fecundación. Es decir, cuando el espermatozoide y el óvulo se encuentran.

Todo un avance para los incrédulos, cuando dicho principio ha causado miles de excomuniones. ¿En qué quedamos, teoría creacionista, arca de Noé, o teoría de la evolución de las especies y Darwin? Así, no hay quien se aclare.

Si el aborto es un pecado a los ojos de la ley de Dios, deben sufrir castigo divino quienes profesen su fe, pero en ningún caso la Iglesia debe sobrepasar la línea que separa su moral y generalizarla al conjunto de la sociedad y la constitución civil, no pueden imponerla. La Iglesia católica en América Latina ha sido permisiva, y lo sigue siendo, en el aborto cuando se

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