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Modelos Economicos


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  3.338 Palabras (14 Páginas)  •  198 Visitas

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modelo económico imperante:

En la crisis que ahoga al país y afecta profundamente la vida del pueblo y en las características de la misma no intervienen ni gravitan sólo ni principalmente factores externos, como ha querido pasar de contrabando para engatusar al pueblo Rafael Hipólito Mejía. El pueblo es más inteligente que éste y no es tan torpe.

Lo que ha zozobrado es el barco del modelo económico neoliberal. Es este barco, como la representación más acabada y completa del capitalismo, el que está haciendo agua y se va directamente a pique.

Ya el pueblo y el país como nación han comprobado, por medio de esta tan trágica como amarga y dolosa experiencia, que la última receta capitalista llamada neoliberalismo es en realidad un matadero criminal en el que, desde el punto de vista económico, político, educativo y de salud, se pasa masivamente al pueblo por cuchillo.

Pero el capitalismo ya no es el viejo capitalismo de antes, donde predominaban los capitales individuales, sino el capitalismo es ya otro donde esos capitalistas independientes han sido tragados, sustituidos y desplazados por esa otra forma de capital, que son los llamados monopolios, no sólo de alcance nacionales, esto es, no sólo dentro del límite de un país, sino a escala del mercado internacional.

De esto resulta que, contrariamente a lo que con toda perversidad propalan y con lo que inexplicablemente se ilusionaban nuestros retardatarios capitalistas de este transnochado paisito, la imposición del modelo neoliberal trajo consigo el imperio de los monopolios, que dicho sea de paso, son el sostén económico de este período que Lenin, con toda exactitud científico-práctica, denominó imperialismo y con la presencia de los monopolios, que fusionan el gran capital industrial con el gran capital bancario a niveles internacionales ambos, esos retrasados capitales individuales, como los Barceló, Bermúdez, Báez, Villeya, Marranzini, Liranzo, Grullón, Brugal, Abreu, Bojos y tantos y tantos ridículos apellidos sonoros del patio, también se van necesariamente a pique y ven la guadaña de la fatal quiebra amenazándoles sus frágiles gargantas.

Así, la disposición por medio de decreto del nuevo impuesto del 10% a las importaciones, les ha hecho pegar el grito al cielo a esos capitalistas negreros del patio o criollo. Esto es lo que refleja el criterio de la Confederación Patronal (CONEP), de la Asociación Nacional de Empresarios (ANE), etc.

La Revolución Mexicana de 1910 comenzó a gestarse desde mucho tiempo atrás. Recordarás que Porfirio Díaz gobernó el país durante más de tres décadas, justamente cuando México se caracterizaba por ser una economía predominantemente agrícola con muy poco desarrollo industrial (economía la heredada de la Colonia), una población que apenas rebasaba los 15 millones de habitantes –casi todos establecidos en el medio rural– y una población urbana muy reducida y centralizada. La economía en aquel tiempo se fundamentó en un modelo de acumulación y de producción bastante parecido al feudal. En este contexto, las grandes extensiones territoriales eran propiedad de un solo hombre o de una familia (hacendados) y se les conocía como latifundios. Díaz emprende una campaña para industrializar al país pero con la lógica de hacerlo por la vía de la importación de capitales y bienes de capital extranjeros. De esa manera se originó otra distinción social: las clases sociales no sólo se clasificaban en urbano/rural o rico/pobre sino que ahora, además, era extranjero/nacional.

En política, Díaz se fue haciendo un hombre mayor y, con él, su gabinete. No existían prácticamente las condiciones para que hombres más jóvenes y –quizá– mejor preparados pudieran acceder al círculo íntimo de colaboradores del presidente. Díaz había accedido al poder con el lema de No reelección, justamente cuando Benito Juárez pretendió reelegirse sin lograrlo pues le sobrevino su muerte. En este contexto, el presidente estaba contrariando, de nuevo, sus propias ideas, como deja ver la entrevista que le concedió al periodista norteamericano James Creelman en marzo de 1908, donde aseguró que la sociedad mexicana estaba lista para un cambio democrático y dejó entrever sus intenciones de no volverse a reelegir. Sin embargo, incumplió sus propósitos pues en ese mismo año buscó nuevamente la reelección.

La sociedad mexicana apenas subsistía con muchas carencias; los que gozaban de los privilegios derivados de la cercanía con el mandatario y, desde luego, los dueños de las haciendas eran los únicos que gozaban de cierta prosperidad. Esta configuración social fue el caldo de cultivo donde se gestó el movimiento revolucionario. Hay que subrayar que en este mismo contexto surgieron acérrimos críticos a la política porfirista que contribuyeron a preparar el escenario para la salida de Díaz. En 1910, Francisco I. Madero publica el libro La sucesión presidencial en medio de la efervescencia de la erección de varios clubes anti reeleccionistas y el 20 de noviembre proclama el Plan de San Luis Potosí, donde se da inicio oficialmente a la lucha armada. En dicho Plan, Madero desconoce la última reelección de Díaz y se autoproclama presidente provisional y jefe de la revolución.

En este momento ya habían surgido numerosos brotes armados los cuales fueron condensándose alrededor de la figura de Madero y culminaron con los Tratados de Ciudad Juárez, en mayo de 1911, donde se da fin a las escaladas militares. Díaz acepta renunciar al poder y entonces se propone a Francisco León de la Barra como presidente provisional. Madero formó el Partido Constitucional Progresista postulándose a sí mismo como presidente y a José María Pino Suárez como vicepresidente. Las elecciones fueron en el mes de octubre y resultaron ganadores (con el 99% de los votos) Madero y Pino Suárez, teniendo como inicio de su mandato el 6 de noviembre de 1911.

Diferencias entre villa y zapata

Los principales jefes insurgentes se caracterizaron por poseer un ideario político con una ideología propia; en general, buscaban ciertas reivindicaciones sociales, económicas y políticas. Ya desde antes del gobierno de Madero, existían pugnas entre Villa y Zapata por las posiciones que cada uno tenía en relación al presidente. Para Zapata las cosas eran muy claras: debía oponérsele y la única vía que le parecía posible era una nueva rebelión, esta vez contra Madero, quien no había dado cumplimiento a los compromisos contraídos en el Plan de San Luis, y que, además, agravó el ambiente político en Morelos nombrando como gobernador a un antizapatista. El presidente no se dejó intimidar y mandó a las tropas federales a aniquilar a las huestes zapatistas;

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