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ORIGEN Y DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE CICLO GEOLÓGICO

Kevin VasquezDocumentos de Investigación22 de Noviembre de 2017

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR[pic 1][pic 2]

FACULTAD DE INGENIERÍA EN GEOLOGÍA, MINAS, PETRÓLEO Y AMBIENTAL

CARRERA DE GEOLOGÍA

PERIODO ACADÉMICO: MARZO 2017 – AGOSTO 2017

SEDIMENTOLOGIA Y ESTRATIGRAFIA

TERCER SEMESTRE

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Nombre:         Kevin Vásquez

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ORIGEN Y DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE CICLO GEOLÓGICO

INTRODUCCIÓN

Probablemente sean las Ciencias de la Tierra donde más arraigada se encuentra la tendencia a esta consideración cíclica. Desde el punto de vista histórico, suele ser ya un “ profundo ” tópico el señalar a James Hutton (1726 - 1795) como el “descubridor” tanto del ciclo geológico como de la inmensidad del tiempo, hechos que habrían quedado establecidos a través de las diferentes versiones de su Theory of the Earth (1785, 1788, 1795). Esto incluso ha servido para que fuera elevado a la discutible categoría de “Padre” de la Geología Moderna. También se ha afirmado que Hutton dedujo la idea de ciclo de su conocimiento sobre la circulación sanguínea, dada su formación médica. De hecho, el razonamiento que condujo al descubrimiento del tiempo profundo fue en realidad un corolario de los planteamientos que se hicieron sobre el carácter cíclico de los procesos naturales. Es probable que la relación ciclo - retorno posea un arraigo irreflexivo en nuestra cultura, pero no dudamos en que aquí reside precisamente el origen de la noción de ciclo como concepto etnológico, antropológico y natural, aplicado en numerosas ocasiones y en muy diversas disciplinas, y de la que Hutton fue sencillamente un heredero cultural más.

EL MITO DEL ETERNO RETORNO Y LA GEOLOGÍA

En conexión con aquéllas aparece también la de “pluralidad de mundos”, tema que ha sido muy bien tratado principalmente por Dick (1982), Duhem (985, V, pp. 429 - 601) y Mugler (1953). Se trata de universos que se localizarían en un plano temporal, en unos casos, paralelo (coexistencia), y en otros, alternante (sucesión).

EL CICLO HUTTONIANO

El organicismo de la cultura clásica llegó a convivir con una visión mecanicista del mundo en diversas teorías de la tierra durante el Renacimiento. Sin embargo, el paradigma mecanicista llegaría a predominar a partir siglo XVIII, y esto tendría su reflejo en los profundos cambios que iba a sufrir la incipiente geología de la mano, entre otros, de James Hutton (Morello, 1979). Aunque era deísta, Hutton negaba la relevancia de la teología cristiana en cualquier aproximación a la interpretación de la historia natural. Por analogía con la filosofía newtoniana, Hutton considera la tierra como un planetamáquina, es decir, como un sistema, y sobre su funcionamiento como tal hace un doble planteamiento que va a ser relevante en su teoría. Esta visión mecanicista pasaría a la literatura científica bajo la denominación de Ciclo Geológico, y en gran medida representa la versión del mito del eterno retorno aplicada a la naturaleza cambiante del planeta. En este sentido, Hutton va a desarrollar aquí una serie de arquetipos geológicos adecuados bajo un prisma teleológico. Por otro lado, Hutton establece una secuenciación sistemática en cuatro fases para los cambios que habría sufrido la tierra, y como contribución más novedosa introduce una explicación causal inherente al propio planeta: el calor interno como motor de todos los procesos (causa eficiente). En otras palabras: junto al moderno pensamiento mecanicista newtoniano, en Hutton nos encontramos también a un fiel seguidor de las causalidades aristotélicas.

1ª FASE: Desgaste de los continentes por erosión.

2ª FASE: Depósito de sedimentos estratificados en las profundidades oceánicas.

3ª FASE: Compresión y consolidación de los estratos por el calor interno.

4ª FASE: Fracturación y elevación de los estratos para formar nuevos continentes.

Pero además de esta construcción conceptual, nos interesa también saber de qué forma Hutton llega a establecer la relación entre el ciclo de la materia y una dimensión profunda del tiempo. En su propuesta más elemental (1785), Hutton procede a una alternancia de mundos que se suceden en un tiempo ilimitado. Se ha discutido ampliamente sobre cuáles fueron las fuentes en las que se basó Hutton para deducir su noción de ciclo: si la circulación sanguínea dada su formación médica, los ciclos naturales que conocía por su labor como granjero, o el funcionamiento de la máquina de vapor construida por su amigo James Watt. Sin embargo, es el propio Hutton el que lo deja explícito al compararlo con las revoluciones planetarias en el siguiente párrafo, en el que, además, vuelve a expresar de una forma recurrente sus conclusiones : Habiendo visto en la historia natural de esta tierra una sucesión de mundos, podemos concluir a partir de esto que existe un sistema en la naturaleza, de la misma manera que a partir de la observación de las revoluciones de los planetas se concluye que existe un sistema por el cual éstos intentan que dichas revoluciones sean continuas. La naturaleza cíclica de modelo huttoniano hacía que los procesos geológicos se perdieran en la inmensidad del tiempo ; tal era el significado real que para él tenía su afirmación de “ ausencia de un principio ”, es decir, no poder observar nada más a partir de un determinado período ( Hutton, 1795, I, p. 223 ). Con esto lograba exponer un buen ejemplo de la existencia en la naturaleza del tan anhelado perpetuum mobile por parte de los mecanicistas. La visión huttoniana de un tiempo cíclico es ahistórica. Esto nos va a permitir “destituir” a Hutton como padre de la geología moderna dado el carácter histórico de la ciencia geológica, de acuerdo con Hallam (1983, p. 59) y Gould (1987). En los párrafos que siguen intentaremos desvelar hasta dónde llega la originalidad que se le atribuye a Hutton (McIntyre, 1963, p. 12, citando a John Playfair), en especial sobre la naturaleza cíclica de la materia y, consecuentemente, sobre la inmensidad del tiempo.

TRASFONDO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE CICLO

La tradición oriental

La noción de ciclo forma parte prácticamente de todas las civilizaciones de Oriente. Trataremos aquí sólo algunos aspectos de India y China, mientras que la tradición bíblica será considerada más adelante, como referencia en diferentes contextos. Una de las características fundamentales de la tradición hindú es la naturaleza cíclica y profunda del tiempo (García Cruz, 1999c; Jaki, 1974). En el Purusha Suktam, probablemente uno de los himnos más antiguos del Rig Veda (ca. XI, himno 8, 7). En esta concepción de un mundo cíclico, Brahma, al despertar de su sueño y transformado en una especie de verraco o jabalí, es el encargado de crear todas las montañas que habían sido enterradas en creaciones previas, y amontonarlas sobre la superficie terrestre en ciclos constantes de formación y destrucción. Por otra parte, la cultura china, ya desde el milenario I Ching o Libro de las Mutaciones, uno de los libros más antiguos de la humanidad (Wilhelm, 1960), refleja también las mismas concepciones de renovación cíclica (1ª Sección, 1: Ch´ien). En el Chuang Tzu (ca.), segundo libro más importante del Taoísmo, se hacen diversas consideraciones sobre la naturaleza como un ciclo cósmico en el ámbito de los contrarios: en la naturaleza no podría existir un comienzo real dada la existencia de un anillo ininterrumpido de transformaciones, un retorno permanente de todas las cosas en diferentes formas que recibe el significativo nombre de El torno del cielo, fiel analogía de la rueda hindú.

La antigüedad griega.

Para los primeros pensadores griegos la naturaleza soportaba una situación de equilibrio en la que se producía la renovación permanente de la materia. Los cuatro elementos (tierra, aire, agua y fuego) se interconvertían mutuamente, de tal forma que se alcanzaba una compensación entre todos ellos. En esta renovación/compensación, en relación con el mito del eterno retorno, se encuentra explícitamente el ciclo de la materia y del tiempo. A partir de los documentos de los Presocráticos (Cordero et al., 1985; Eggers Lan y Juliá, 1978; Kirk et al., 1957; Poratti et al., 1988), aunque en su gran mayoría no se trata de escritos propios sino de testimonios aportados por otros autores clásicos, podemos conocer los primeros planteamientos físicos de donde arranca nuestra cultura científica. En la Escuela de Mileto, con Tales (ca. 630/625 - 545 a.C.), Anaximandro (ca. 610/609 - 545 a.C.) y Anaxímenes (585 - 525 a.C.) como figuras más destacadas, se dieron los primeros intentos racionales para explicar el mundo, iniciándose así lo que hoy día llamamos ciencia. Para los milesios, el mundo poseía una profunda unidad intrínseca basada en las transformaciones mutuas, las cuales se daban siempre, alternativamente, por los principios contrarios de condensación y rarefacción. Este mundo en permanente transformación poseía además dos características importantes: su continuidad, ya que las diferentes partes del mundo no eran otra cosa que metamorfosis de lo mismo, y su atemporalidad, puesto que en la idea del eterno retorno toda transformación es siempre reversible. A partir de sus principios cósmicos básicos tenía lugar la generación y la destrucción de infinitos mundos, según la disposición del tiempo, en una especie de movimiento eterno y cíclico, en un círculo monótono que no cesaba de girar. Pitágoras de Samos (ca. 580 - 500 a.C.), que había recibido instrucción caldea y tenía un profundo conocimiento del zoroastrismo, también realizó algunas interesantes aportaciones. Según el testimonio de Ovidio (Metamorfosis, Lib. XV), que es la fuente más importante del pensamiento pitagórico en este sentido, observamos ya los rudimentos de lo que iba a constituir la idea de ciclo geológico: la tierra es un planeta esférico en el que se suceden diferentes mundos porque nada muere, todo varía y cambia de forma, donde los valles son socavados e inundados por el agua, y terrenos pantanosos son desecados y transformados en llanuras fértiles, y viceversa. Dentro de la Escuela Eleática, entre los siglos VI - III a.C., vemos ideas análogas. Jenófanes (ca. 580 - 470 a.C.) sostenía que todo sale de la tierra y a la tierra vuelve de nuevo (véase la semejanza con Génesis, 3, 19), y realizó algunas observaciones sobre el ciclo del agua: “El gran mar es generador de nubes, vientos y ríos”. Parménides (ca. 540 -? a.C.) Consideraba que el mundo era eterno, y, a diferencia de Parménides, creía en la mutabilidad de la materia expresada en la conocida frase: “Todo fluye, nada permanece”. Para Kirk (et al. 284 - 286), la mutabilidad heraclítea3 de la materia implicaba cambios imperceptibles, y por lo tanto, existían cosas evidentemente estables para los sentidos. Asimismo, Diógenes de Apolonia abogaba por la periodicidad del tiempo y la materia: “en cada ciclo mundos infinitos [se generan y perecen] en lo infinito”, estableciendo una relación entre las crecidas de los ríos y el ciclo del agua: “el sol revierte en él [el Nilo] las humedades que evapora de la tierra”. ”El agua es arrebatada del mar por el sol, y es entonces precipitada en el Nilo”. También los atomistas Leucipo y Demócrito (en ambos casos, ca.C.). Simultáneamente a estos últimos filósofos, surgen nuevas ideas y preocupaciones, más centradas en la ética, la lógica y la metafísica, aunque también con importantes aportaciones, especialmente por parte de Aristóteles (384 - 322 a.C.), por ejemplo, era partidario de las naturalezas permanentes, y Platón. No sólo es único, sino que es imposible que se formen varios, además de que es eterno, por ser indestructible e ingenerable”. En la Física expone su idea cíclica del tiempo: todo lo que posee un movimiento natural está sujeto a generación y destrucción, ya que tiene “un fin y un comienzo como si fuera un ciclo, pues se piensa que el tiempo mismo es un círculo”. En sus Meteorológicos. Las ideas aristotélicas, como veremos, tendrán una gran influencia en la cultura islámica y consecuentemente en la Alta Edad Media y en el Renacimiento. Cerraremos el helenismo con la visión que tenía Epicuro (341 - 270 a.C.). Esta idea nos conduce, una vez más e ineluctablemente, al Eclesiastés (1, 9 - 11).

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