Quilo De Ciencia
jorlab12 de Diciembre de 2012
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Blog con más de 600 ensayos sobre temas de ciencia escritos por Jorge Laborda Fernández, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Castilla La Mancha.
Un ejemplo:
El gen no siempre es egoista
La cooperación es una fuerza intrínseca al origen de la vida
Durante muchos años, he tenido la oportunidad de ir conociendo las características moleculares de la vida y de profundizar en ellas hasta el punto de que, vencidos ya ciertos miedos, me atreví hace ya un tiempo a elaborar una definición para la misma, algo que, según creo, pocos han tenido la insensatez de intentar. La vida, dice dicha definición, es una simbiosis molecular que genera sistemas complejos estables, capaces de adaptarse al entorno para mantener su estabilidad y de extraer materia y energía del mismo para reproducirse.
La idea fundamental de dicha definición es la de simbiosis molecular. Como sabemos, la simbiosis es una relación duradera entre dos especies diferentes, de la cual ambas extraen beneficios que favorecen su supervivencia. Un ejemplo típico de organismos simbióticos es el liquen, generado por la cooperación entre un alga y un hongo. El hongo proporciona protección y humedad al alga, la cual gracias a su capacidad de fotosíntesis, proporciona a su vez alimento al hongo.
Es difícil visualizar la simbiosis sucediendo también en moléculas. Sin embargo, la cooperación se encuentra en todas las escalas de la vida. Sucede en las sociedades de insectos, las manadas de lobos o leones. Sucede, igualmente, entre las células, que cooperan para formar los diferentes organismos. Finalmente, sí, también sucede entre las moléculas, por ejemplo entre el ADN y las proteínas, que cooperan para formar una célula capaz de reproducirse.
¿COMPETICIÓN O COLABORACIÓN?
El origen de la vida sigue siendo uno de los misterios más importantes de la ciencia. La idea predominante hasta ahora para explicarlo es la de la aparición de moléculas capaces de replicarse, es decir, de reproducirse por sí mismas. Esta capacidad de reproducción en la sopa primordial dio origen a una competición entre dichas moléculas. Aquellas capaces de reproducirse más rápido, y también de reproducirse cometiendo menos errores de copia, predominaron sobre las demás. Esta hipótesis mantiene que el egoísmo competitivo se encuentra, por tanto, en el origen mismo de la vida: el primer gen fue egoísta, y su egoísmo nos ha perseguido hasta hoy. Esta idea ha permeado poco a poco hasta afectar a la idea misma de funcionamiento social y ha servido para justificar, en cierto grado, el egoísmo humano.
Se cree que las primeras moléculas capaces de reproducirse pudieron ser fragmentos de acido ribonucleico, presente hoy en orgánulos celulares tan importantes como los ribosomas, donde se lleva a cabo la síntesis de proteínas, y que también ejerce un papel fundamental en la regulación del funcionamiento de los genes. Los ácidos ribonucleicos poseen, en efecto, una estructura molecular capaz de permitir su reproducción, y muchos de ellos poseen además propiedades catalíticas que podrían acelerar enormemente las reacciones químicas, una característica igualmente propia de los organismos vivos.
A pesar de que la idea anterior parece razonable, y por tanto creíble, nuevos estudios lanzan serias dudas sobre este supuesto inicio egoísta y competitivo de la vida. En el número del 1 de noviembre de la revista Nature, un equipo de investigadores estadounidenses describe la generación de una red cooperativa de ácidos ribonucleicos que se reparan muy eficazmente ayudándose unos a otros, lo que sugiere que, tal vez, la cooperación y no el egoísmo, pudo ser la fuerza inicial de la vida.
COLABORACIÓN VITAL
Evidentemente, si esto es cierto, es necesario
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