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Sistema politico.


Enviado por   •  2 de Marzo de 2016  •  Ensayos  •  2.627 Palabras (11 Páginas)  •  122 Visitas

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LA SILLA DEL ÁGUILA

La silla del águila  una novela que nos describe un país con un sistema político retrograda, con una nación que se encuentra enganchada solamente en  un grupo de políticos, que como es costumbre solo se encuentran buscando su propio beneficio y tener siempre el poder.

En la silla del Águila podemos notar  que Carlos Fuentes tiene como objetivo principal narrarnos la política mexica; donde se puede interpretar a esta de una manera catastrófica e increíble  con muchas expresiones que definen a esta en el país.  

Los hechos que él nos describe ocurren durante el sexenio del presidente Lorenzo Terán. Donde  los personajes se comunican solamente por medio de cartas ya que los medios se encontraban bloqueados por Estados Unidos como represalia en relación a un asunto de política.

La política es, desde tiempos remotos, una gran acción del ser humano que busca gobernar, sin embargo conforme  se avanza con la lectura podemos notar que Lorenzo Terán, es un presidente  muy ingenuo ya que consideraba que la sociedad se encontraba lo suficientemente   preparada para resolver   sus propios problemas sin tener   necesidad alguna y sobre todo sin alguien que los gobierne.

Y causa de esto muchos que lo rodeaban lo consideraban un presidente sin autoridad, que solo se dejaba llevar por los problemas sociales ya que nunca los podía controlar.

Terán estaba olvidando que los mexicanos, no sólo creamos ideología sino regularmente la llevamos más allá, hasta transformar esa ideología en pasión y que al momento de traducirse en la lucha entre una o varias fuerzas, ahí donde confluyen el ego y otros elementos propios de las batallas por el poder.

Recién se cumplen  los tres años del sexenio de Terán comienza una gran competencia   para haber quien releva en su cargo de presidente, más bien comienzan todo lo que es   traiciones   sacando a lucir todo lo mal   que   han hecho añorando la Silla   presidencial o Silla   del   Águila como dice Carlos   Fuentes que según él es un   asiento en la montaña Rusa a la que llamamos   República Mexicana.  

Y esto claramente lo podemos ver en las próximas   elecciones que están por llevarse a cabo, vemos todos los partidos se atacan uno entre otros, y otros solo buscan con quien aliarse para perjudicar a un tercero.

Y nosotros estamos solo como espectadores de un show viendo como en cada proceso electoral, cada sexenio, el poder público fija sus ojos sobre de ellos, los actores de la eterna contienda.

¿Qué es lo que sucede? Pasa que el poder público controla también los medios ya que este  les quitan su condición humana a los que aparecen en las revistas, los diarios, los noticieros, o en cualquier otro medio de comunicación que se encuentre al alcance del país, manteniéndolos cayados hasta que este considere una buena ocasión para sacar provecho de algún error que ha cometido el otro político o partido.

Pero ¿porque  todos aquellos que se dicen tener de una vida supuestamente privada alcanzan, ya sea buena o mala, la fama?

Como lo dije ya con anterioridad, los medios son totalmente manipulables por el poder público,  y muchos de los personajes se vuelven protagonistas que aparecen diariamente en nuestros televisores  y es ahí donde escuchamos ya sea lo bueno o malos que son. Están, solamente, y al mismo tiempo manejan los hilos de nuestra nación.  Nosotros pasamos a ser jueces y ellos se convierten en los acusados que ya sentenciados están inermes en la plataforma de nuestros días.

La Silla del Águila nos traslada  hasta lo  más recóndito de  la política donde nos dice como esta se  ha ido  transformando y a la vez va perdiendo su irradiación, su utopía y es así como  Carlos Fuentes quien por medio  de cada página no de su libro nos recalca que pase lo que pase, nosotros seguimos siendo personas así cometamos cualquier error.

En libro vemos un México aún imaginario y con un avance del sistema político quizá impresiónate, que viéndolo desde nuestros días quizá parezca un sistema político  lejano pero que no deja de ser una añoranza quizá para muchos agradable.

El PRI lo vemos como partido desquebrajado y dividido: donde no queda ni la sombra de sus años donde tuvieron el totalitarismo,  aparte como un partido político que jamás volvió  Los Pinos.

Los procesos han ido aconteciendo en una aparente democracia que ha superado episodios como los de 1988 o las escrúpulos del 2006.

Sin embargo no pierden las destrezas que siempre han tenido, sus vicios de poder que mancillan al funcionario público o simplemente los procesos electorales.

Carlos Fuentes lo emprende todo con un hecho original: Comenzado todo en un 2 de enero del 2020 donde casualmente México llego a levantarse sin televisión  sin radio, internet, teléfono o telegrama. Desde aquí se prevé lo que pasará.

Cada una de las páginas de La Silla del Águila son un reflejo de un deterioro y una aceptación, misma que es representada por cada uno de los personajes (no tan ficticios) que desarrollan una historia que nunca decae y, sobre todo, todo el tiempo cambia, muta sobre la marcha: sencillamente no deja de sorprender. Es un libro político, cien por ciento político, pues no se sabe qué pasará al final de 411 páginas. A través de este viaje literario se puede realizar un frío y concienzudo análisis sobre la actualidad y, sobre todo, el futuro político de esta República Mexicana justo por lo impactante que resulta la forma en que poco a poco, a través de pasiones y codicias, se tejen las redes que habrán de llevar a unos u otros hasta el máximo grado, el anhelo más grande de cualquier hombre inmerso en la perentoria escena gubernamental del país: La Silla Grande. La Silla Presidencial. La Silla del Águila que corona todos los medios utilizados, incluso los que podrían considerarse indebidos, justo como ocurre en la realidad. Leer este libro es ojear más que como simples televidentes, radioescuchas o lectores ocasionales de periódicos. Porque no existen los colores ni mucho menos las castas políticas. Aquí, en esta ficción tajante del año 2020, sólo hay jerarquías que se va convirtiendo en telarañas complejas en donde se encuentran, por aparente casualidad, historias que encierran secretos inimaginables. Es ahí donde los que preparan la salida de un Presidente, los que le sirven y forman parte del gabinete e incluso los muertos, adquieren de nuevo un rostro, una forma detallada. Se ve más allá del nudo en la corbata y por primera vez se logra sentir que esos, los que intervienen en forma de subsidios o impuestos en nuestras intimidades, son carne y hueso. Carencia y virtud. Obra y condena. Gente que en el pecado lleva la penitencia, como cualquiera que no sea político, como cualquiera que se jacte de decir: “Yo soy”. Así cuando estos son leídos: existen, y al existir son nosotros, una elevación de ese término que es nuestra alma hacia n potencia. ¿Pero de quiénes hablo? ¿Cómo se llaman? Todo gira en torno a un personaje que, paradójicamente, no es el protagonista de la historia que se desarrolla dentro de 9 años. Lorenzo Terán se llama, una aparente combinación de Felipe Calderón, actual Jefe de Estado, y José López Portillo, con matices de Álvaro Obregón y ciertas luces que dejan entrever a Benito Juárez. Un poco gris como Miguel De la Madrid. De PRI o PAN (estos detalles nunca se especifican). Definitivamente no de izquierda. Abúlico, según los que le rodean. Es el Presidente de México y deja ir su sexenio en la sombra, dándole una confianza al pueblo mexicano, otorgándole el autogobierno y ejerciendo su libre derecho de ser una mera figura jurídica. Es, tal vez, de entre todos el hombre más irreal, el que más lejano se encuentra de la verdadera mexicanidad que tan arraigado tiene que “el que no transa no avanza”, porque se trata de un hombre bueno cuyos ideales de doble moral le han mantenido vivo en un escenario que es implacable: El que amenaza se mata. El que habla y promete, la vida compromete. Así como en 1994, en el 2012 muere un buen político (aparentemente) y después regresa: para volverse a morir. Tomás Moctezuma Moro es el nombre, y aunque su presencia en el ajedrez de La Silla del Águila es más escándalo que un riesgo considerable, el secreto de su verdadero destino es lo que puede inquietar a todos los que conforman la alta esfera de personas, de políticos que buscan el poder y que también sienten, desean y lloran; también alucinan volver a sus primeros días, donde no existían los chantajes ni los ocultismos sino sólo un destino al cual vencer, uno que debían de conquistar ¿Acaso no lo vive eso cualquiera? ¿Quién no ha tenido que enfrentarse a su destino en un momento de la vida? Nadie ha evadido esa responsabilidad. La vida misma, entonces, ¿es política? Somos animales políticos, ¿no es así? Pero no todo queda ahí, los ases de esta baraja son seres cuyas complejidades distan mucho de sus historias verdaderas, donde algunos son hijos de la perversión e incluso maleantes que ascendieron hasta lo más inimaginable con sólo leer, estudiar, conversar de México. Como un catalán, hijo (bastardo) de un militar de alto rango mexicano (de hecho, el Secretario de la Defensa Nacional) quien le ha permitido existir, ser más que una sombra que aspira o intenta. Más que todo eso y ser en verdad una posibilidad que pronto se convirtió en realidad. Pero primero se venció al servilismo a ese ingrediente que nunca falta en cualquier platillo que sale del régimen. Aquí es donde encontramos mayormente representada el choque de varias fuerzas, algunas impulsadas entre sí pero al final colapsan como dos bólidos. El primero, el bastardo catalán, Nicolás Valdivia. El segundo, el lambiscón del Presidente, Tácito De la Canal, de ascendencia italiana: de convicción parasitaria. El primero, hijo de Mondragón Von Bertrab, militar con escuela alemana que domina a Platón, Heidegger, Schopenhauer, un hombre culto que alumbra con inteligencia europea y a su vez cuanta con la preparación para la derrota de la milicia mexicana, en síntesis: un erudito… algo irreal en estos tiempos, sobre todo en el Ejército Mexicano, quién sabe mañana. El segundo, hijo de un hombre sin nombre, quien fuera funcionario de confianza y que conociera los secretos necesarios para hundir a cualquiera o para elevar al Paraíso a un oficinista… pero era demasiado discreto: otra agradable ficción imposible, otra utopía de Carlos Fuentes. El primero, herramienta de María del Rosario Galván y Beltrán Herrera. El segundo, un pelele cuya gala de mayordomo real  le valen el temor pues también es presidenciable. ¿Y quiénes son María del Rosario y Beltrán? Dama de amplia influencia (seductora y sensual, de libido incontenible) y hombre Secretario de Gobernación. Elba Esther y Felipe en nuestros días, probablemente. Pero de estos últimos no conocemos sino meros rumores, las suposiciones que se convierten en leyendas urbanas o chistes de transporte público. María y el secretario Beltrán son más que dos aliados en busca de La Silla; mantienen juntos un secreto que los ata. Y, aún más importante que la promesa de hacer Presidente de México al señor Secretario, está el idilio que los llevó a entrelazarse y definirse como un hombre y una mujer que son capaces de procesar dentro de sí el amor que transgrede las barreras sociales. Pero en el mundo real, en el siglo XXI, en este México del año 2020 en medio de un aparente bloqueo de telecomunicaciones, no hay lugar para el amor en la política, en ese cúmulo que diariamente se torna más negro y que es incapaz de aceptar más allá de los planes establecidos y las ideologías vencidas pero que aún sobreviven. Aquí, María y Beltrán, encienden en lo que saben ya no es su juventud, sino el momento en el que volverse a querer sería pérdida. Donde el sexo ya no es siquiera una posibilidad porque en verdad se amaron. ¿Y hubo frutos? Sí. ¿Un hijo? Efectivamente. ¡Un desgarrador acontecimiento que pudo haber frustrado sus carreras, su ascenso en el poder! El factor más enternecedor y mortal de La Silla del Águila es el hijo de María del Rosario (Barroso, pero suprimido de su nombre de pila por odio a su padre) Galván y Beltrán Herrera. Lorenzo, como el presidente que muere de leucemia dejando al país sin hombre al mando, Herrera Galván en el acta de nacimiento y Síndrome de Down en el expediente médico. Abandonado en un internado médico por un cromosoma de más. Por significar escándalo y obstáculo. Abandonado a sus pensamientos, preguntando, esperando: queriendo. Pero, ¿a quién representa Lorenzo? A México sin lugar a dudas. Los hombres del poder nos han parido desde que la “Revolución” terminó (porque no triunfó, señores, jamás lo hizo). Pero estamos abandonados. Sienten, es cierto, son humanos pero no tuvieron compasión al hacernos a un lado para arrancar todo lo que había en lo más rojo de la carne de este país. Nosotros somos el pequeño Lorenzo con Síndrome de Down que dibuja en un cuaderno y que cada día crece con sus dedos cortos y anchos sin saber que va a morir muy joven. ¡Pero la Silla del Águila lo vale, camaradas! Siempre valdrá la pena renunciar a nuestros semejantes para escrudiñar, buscar las mieles que otorgan 6 años, para dejar que la corrupción lubrique el sistema y permita que siga funcionando correctamente. Este espectáculo circense lo vemos transcurrir ante nuestros rostros redondos con profundas ojeras y un aparente retraso mental. Carlos Fuentes nos lleva a un espejo y ahí está Lorenzo Herrera  Beltrán, de 14 años, recordando que sus padres iban a visitarlo pero un día dejaron de ir. Carlos Fuentes mata a Tomás Moctezuma Moro también. Y nos recuerda la herida de las esperanzas que significó Luis Donaldo Colosio Murrieta. Carlos Fuentes nos toma desnudos y nos coloca en una realidad paralela que aún no sucede, nos coloca en medio del escenario y vemos cómo alrededor siguen las mismas tendencias, quizá diferentes maneras, pero definitivamente seguimos confluyendo entre ser y no ser. Entre juzgar y no pensar que aquellos también son semejantes. Nos hemos deshumanizado, esa es la enseñanza máxima del también diplomático mexicano y ganador del Premio Cervantes de Literatura. ¿Y hasta dónde ha llegado tal falta de sensibilidad? Pues hemos caído en una guerra de ellos, los poderosos, contra nosotros, los indefensos, los eternos de abajo que escribió Mariano Azuela. ¿Qué pasa con la Silla entonces? Se la queda Nicolás Valdivia, el catalán hijo de Secretario. Provisionalmente pero se la queda. ¿Las aspiraciones de Herrera y Galván? Siguen intactas, reales o no, pero siguen incólumes. Porque no hemos de ser hipócritas, todos alguna vez nos hemos imaginado ahí, en el añorado lugar: ¡La Silla! La que siempre está ahí, porque dentro de 9 años, los que faltan para llegar al 2020, seguirá con el águila engullendo a la serpiente mientras se posa sobre el nopal ni mucho menos faltarán quienes se habrán de comer esa tuna aunque se espinen la mano. La verdad es que cualquiera quisiera ser Lorenzo Terán, pero al mismo tiempo todos somos, sin distinción alguna, Lorenzo Herrera Galván. Y esa es, probablemente, la más dura e insoportable de las realidades con las que vive todo ente del universo político mexicano. Ficción o no: Vivimos nuestra propia historia, caminamos entre las líneas de cada función en el teatro “México”. Sin embargo: Somos. Actores, pero somos.

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