VIH/SIDA Monografia
Kofyruiz25 de Mayo de 2014
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VIH-SIDA
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es una entidad nosológica reconocida desde hace poco tiempo (1981) que ocurre en individuos previamente sanos y que se caracteriza por alteraciones inmunitarias profundas, infecciones bacterianas, recurrentes o por gérmenes oportunistas y la aparición de formas poco comunes de ciertas neoplasias malignas. La enfermedad es causada por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), el cual comprende dos subtipos: el VIH-1, de amplia distribución en América, Europa, el Caribe y parte central del este de África, y el VIH-2 limitado principalmente a partes del oeste de África.
Por lo tanto, La infección por VIH según la CIE10, es una enfermedad causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), cuyo blanco principal es el sistema inmune al cual deteriora de manera gradual e irreversible y cuya expresión clínica es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Antecedentes históricos
En 1983, mientras el mundo escapaba de una catástrofe nuclear por un fallo en los sistemas de vigilancia de misiles en la Unión Soviética, y el Papa Juan Pablo II corregía la condena en contra de Galileo Galilei, miles de hombres mantenían inadvertidamente relaciones de alto riesgo para una infección entonces poco conocida. De hecho, ese mismo año se descubriría que un retrovirus ocasiona una infección crónica que después de un largo período de latencia termina por evidenciar un grave deterioro inmunológico gestado a través de largos años. En Estados Unidos de América la situación era materia de intenso estudio ante el creciente número de casos con características similares reportados semana a semana al Centro de Control de Enfermedades (CDC). Desde un principio, el asunto llamó la atención de todos por afectar a hombres homosexuales, un grupo social históricamente marginado, y desde las más tempranas épocas de la epidemia algunos grupos religiosos lo calificaron de castigo divino.
Mientras tanto, en el medio médico mexicano analizábamos los inusuales reportes clínicos en hombres jóvenes. Entonces nuestra perspectiva era claramente limitada y elucubramos erróneamente que una epidemia con esas características difícilmente ocurriría en nuestro país, eminentemente católico y conservador. Pronto pudimos reconocer nuestra equivocación, pues un número creciente de enfermos con el complejo sindromático característico, buscaba atención en fases muy tardías del padecimiento.
Los primeros enfermos
Hubo que desarrollar rápidamente estrategias de atención y de apoyo. En ese momento las enfermedades de presentación no eran comunes ni de corroboración sencilla por laboratorio. La presentación más frecuente era la de un hombre joven con pérdida de peso importante, diarrea crónica, lesiones violáceas en la piel, candidiasis bucal y neumonía con insuficiencia respiratoria. Desde luego la variabilidad clínica era amplia, y así cursaban también con fiebre elevada, lesiones herpéticas múltiples, esofagitis, deterioro neurológico, linfadenopatía generalizada, tuberculosis miliar, crisis convulsivas, retinitis y ceguera. Entonces se desconocía el agente causal, pero no había duda que se trataba de un agente infeccioso, con un patrón de transmisión similar al del virus de la Hepatitis B. Por ello se postuló que el causante podría ser el Citomegalovirus (CMV), o la coinfección de diversos agentes. También se sospecho del nitrito de amilo. El caso es que la conjunción de una enfermedad debilitante que se complicaba con infecciones oportunistas graves y que culminaba en la muerte en todos los casos, con la incertidumbre de las vías de transmisión pero claramente contagiosa, produjo un grave impacto en el medio de la atención a la salud. Bien dijo Albert Camus que las epidemias mostraban las peores debilidades del hombre, pero también sus mejores virtudes. En nuestro caso las debilidades pronto salieron a la luz: había médicos que se negaban a atender a los enfermos, el personal de hospitales amenazaba con parar los servicios, los enfermos no eran admitidos en los departamentos de urgencias, y se complicaba incluso su transporte en ambulancia o en camilla. Los enfermos no solo sufrían un padecimiento grave e incapacitante, sino que además, diversos grupos sociales los acosaban y les negaban los más elementales cuidados.
Pronto se pudo sistematizar un tratamiento al reconocer las complicaciones más frecuentes. Cotrimoxazol, pentamidina, aciclovir, fluconazol, espiramicina y más, se usaban empíricamente para resolver neumonías, cuadros diarréicos y otras complicaciones. Ante la eficacia de ciertos fármacos, su empleo profiláctico ganó popularidad. Con el uso más asequible de cuantificaciones de subpoblaciones de linfocitos, estos esquemas de profilaxis se racionalizaron mejor. Fue necesario desarrollar un gran trabajo de educación y difusión para que el personal de salud estudiara y atendiera con propiedad a los enfermos. Vale decir que todavía hoy se siguen enfrentando problemas pero ciertamente con una mejor perspectiva.
De medicamentos y resistencias
El desarrollo de los antirretrovirales es una historia espectacular que inicia desde luego con el descubrimiento del virus de inmunodeficiencia humana (VIH). La historia del descubrimiento del virus es, en sí misma, una epopeya con tintes incluso trágicos, que culminó con el premio Nobel para el investigador francés Luc Montagnier y sus principales colaboradores.
La descripción de la transcriptasa reversa, enzima del VIH indispensable para la replicación del virus, permitió entonces ensayar productos ideados para terapias contra cáncer. La azidotimidina (AZT) cambió pronto la evolución de los enfermos, pero por poco tiempo, ante el rápido desarrollo de resistencia. Su llegada a México fue tardía y objeto de un encendido debate por lo mismo.
Hoy, el tratamiento tiene resultados espectaculares y la enfermedad se controla por décadas. Los tratamientos se administran sin costo y los enfermos con complicaciones no son rechazados por su condición de ningún servicio. El escenario actual no es fácil puesto que surgen importantes cuestionamientos sobre la imposibilidad de mantener el presupuesto para el creciente número de personas que viven con VIH. Las precauciones se han relajado y los tratamientos no se cumplen con propiedad. No está lejana la posibilidad de enfrentar virus multirresistentes.En México, se han realizado importantes avances en el control de la epidemia a treinta años de su inicio.
La incidencia de la infección por el VIH continúa siendo un problema de salud pública que debe tener atención especial. Desde el inicio de la epidemia millones han muerto a consecuencia del SIDA.
Epidemiología
Desde 1981, año en que se describió el primer caso por infección de VIH-SIDA, unos 60 millones de personas se han visto infectadas por el virus, y de ellas han muerto 20 millones. El ONUSIDA informa que, a nivel mundial, menos de una persona de cada cinco en riesgo de infección por el VIH, tiene acceso a los servicios de prevención básicos contra esa infección.
En los últimos años, el número de nuevas infecciones por VIH en el mundo ha tenido tendencia a la baja, en gran medida atribuida a los esfuerzos globales en materia de prevención; no obstante, este decremento aún no es suficiente para conseguir la meta planteada al 2015 acerca de la reducción a 50% del número de nuevas infecciones por VIH (ONUSIDA, 2012). El ONUSIDA estimó que a finales de 2011, el número de personas de 15 años o mayores que adquirió la infección por VIH en el mundo fue de 2.2 millones [2.0 million–2.4 millones], de las cuales cerca de 1.5 millones [1.3 millones–1.6 millones] habrían ocurrido en África Subsahariana (ONUSIDA, 2012).
En América Latina la epidemia de VIH continúa con tendencias de estabilización en niveles comparativamente bajos, cerca de 100 mil personas adquieren la infección por VIH en nuestra región; y en la mayor parte de los países de Latinoamérica, la epidemia se esparce primordialmente dentro y alrededor de las redes de personas que forman parte del grupo de hombres que tienen sexo con hombres (HSH) (ONUSIDA, 2012).
Algunos estudios regionales han documentado prevalencias de al menos 10% en el grupo HSH en nueve países, que incluso llegan a ser tan altas como un 19% en algunas ciudades. Por último, cabe mencionar que las personas que usan drogas inyectables también representan un grupo de concentración de la epidemia en nuestra región, especialmente en países del Cono Sur de Sudamérica y en México; y no debemos olvidar también el grupo de riesgo de las personas que se dedican al trabajo sexual. Cabe señalar que durante los últimos diez años, la prevalencia de infección por VIH en nuestra región se ha mantenido estable y cerca de 0.4% y recordar que casi 65% de las personas viviendo con VIH eran hombres.
Las estimaciones más recientes realizadas por el ONUSIDA y el CENSIDA, señalan tendencias alentadoras para nuestro país, ya que durante los últimos años se muestra un comportamiento prácticamente estable de la prevalencia de VIH, mismo que pudiera conservarse en los últimos años. Para el año 2011, la prevalencia de infección por VIH en población adulta del país de 15 a 49 años , era de 0.24%, lo que implicaba ya que para finales del 2011 se estima que en México habían cerca de 147,137 personas viviendo con VIH de este rango de edad. Mientras que el total de personas viviendo con VIH de todas las edades era de 179,478. A este respecto, cabe destacar que el país se fijó como meta dentro de los objetivos
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