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Vision Organicista De La Ciudad


Enviado por   •  3 de Junio de 2013  •  1.984 Palabras (8 Páginas)  •  1.425 Visitas

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VISION ORGANICISTA DE LA CIUDAD

“Establecimiento de conexiones entre la lógica formal y funcional de la ciudad, y la lógica formal y funcional de los seres vivos, entendido éstos en todas sus posibles acepciones.”

Algunos autores del siglo XIX rechazaron a la ciudad por entenderla como un fenómeno extraño y adverso al ser humano, apostando como alternativa por una nueva ruralidad compatible con el desarrollo económico capitalista. Nace así la tendencia anti urbana.

Actualmente el discurso organicista ya no es anti urbano, sino que busca explicar la enorme complejidad de la ciudad contemporánea partiendo de lo orgánico.

Desde Vitruvio, la naturaleza ha sido un poderoso referente para la arquitectura y la ciudad.

Los arquitectos renacentistas se interesaron en ella en busca de una legitimación de orden superior: la naturaleza representaba lo divino, todo lo positivo que debía ser imitado por la ciudad.

También buscaban garantías de belleza, ya que la naturaleza había sido consensuada como un ideal de armonía y equilibrio.

En las últimas décadas, nuestra comprensión de la naturaleza ha experimentado una drástica transformación, inducida por el giro de 180 grados que ha efectuado el estudio de los fenómenos naturales.

Lo que ahora los alienta es el deseo de teorizar la complejidad, es decir, el interés contemporáneo por la naturaleza es mucho más afín a conceptos como el caos y multiplicidad que equilibrio y armonía.

Si bien los arquitectos clásicos buscaban en la naturaleza órdenes y jerarquías, los arquitectos contemporáneos escrutan metáforas e instrumentos que les permitan describir la ciudad como un sistema semicaótico.

¿Porqué buscar en la naturaleza?

Porque la realidad urbana contemporánea es cada vez menos accesible a los análisis habituales. La alternativa la ofrecen formas de pensamiento basadas en la complejidad.

Las ciudades contemporáneas han demostrado que a pesar de ser dispersas, desagregadas, amorfas y conflictivas, son altamente operativas en cuestiones de organización y funcionamiento.

Ahora se está gestando un nuevo reto: fundar una teoría urbana en la que orden y caos no sean términos contradictorios.

A partir de esto los organicistas han reorientado sus investigaciones hacia las estructuras de orden relativo que subyacen tras situaciones de caos aparente, estructuras débiles, flexibles y cambiantes que, probablemente estén ocultas tras el magma urbano y garantizan su funcionamiento.

Donde comienza el caos acaba la ciencia clásica.

La denominada “ciencia clásica” ha sido acusada de haberse empeñado en demostrar la existencia de un supuesto orden universal oculto tras el desorden aparente de la naturaleza. La obsesión de la modernidad con por la razón pudo haber inducido a la ciencia a mirar hacia otro lado cuando la realidad se obstinaba en no ser coherente.

La parte irregular de la naturaleza, la parte discontinua y errática, siempre ha sido un misterio para la ciencia o, aún pero, una monstruosidad. De esta manera definía el escritor James Gleik el vacío que las denominadas “ciencias del caos” vinieron a llenar con su estudio de la naturaleza.

Partiendo de la lógica del pensamiento moderno, la ciencia optaba por no enfocar sus energías en fenómenos que eran irreductibles al prístino orden euclidiano.

Al optar por investigar cualquier comportamiento natural donde la componente compleja fuera elevada –las formas de las nubes, las sendas de la luz,los conjuntos de estrellas, etc.-, se descubrieron fenómenos que se caracterizaban por ser a la vez difusos y concretos, impredecibles y estructurados, este tipo de fenómenos fueron tradicionalmente despreciados por la ciencia clásica.

Edward Lorenz, postuló que muchas componentes habían sido olvidadas por la ciencia clásica debido a su obsesión por la linealidad, obsesión que condujo a descartar las pequeñas irregularidades. Sin embargo, si éstas eran tenidas en cuenta, la naturaleza demostraba ser no lineal desde el punto de vista matemático.

En los 70´s esta presunción empezó a imponerse. El discurso del caos traspasó los límites de la matemática para expandirse por el resto de las disciplinas relacionadas con entes naturales: biología, medicina, astronomía, etc.

En el terreno que nos interesa, la ciudad y la arquitectura, es de especial importancia la influencia que el nuevo paradigma tuvo sobre la geometría.

En este campo, el protagonista fue Benoit Mandelbrot, un matemático que la concibió, no como la disciplina abstracta y universal del ideal euclidiano, sino en relación con la naturaleza.

La cuestión consistía en que si, las nubes no son esferas y las montañas no son conos, ¿cuál es la geometría que define a la naturaleza en toda su complejidad? Mandelbrot la denominó “fractal”.

Un fractal es una forma geométrica simple que se repite a niveles cada vez más pequeños.

Maldelbrot entendía que para algunos elementos naturales la escala no importaba, ya que sus formas eran fruto de ramificaciones que generaban más ramificaciones y que continuamente iban de lo grande a lo pequeño.

La irregularidad infinita de la montaña, imposible de describir desde el punto de vista de la geometría euclidiana, era reducida por el fractal a un solo triángulo que, combinándose con figuras similares de distinto tamaño, era capaz de definirla en su totalidad.

Esto convertía al fractal en un dispositivo capaz de medir la naturaleza a diferentes escalas: desde la montaña a la roca y el grano de arena. También suponía entender que la naturaleza se componía de formas autosimilares, lo cual significaba que las cosas no sólo remitían unas a las otras, sino también al todo. En la idea del fractal radicaba el primer gran mensaje de las ciencias del caos: existe una forma común que unifica la naturaleza.

A partir de 1975, los fractales empezaron a usarse como unidad de medida en las distintas disciplinas científicas.

Recién entrada la década del 1990, un cúmulo de conceptos de origen netamente científico que habían formado parte del discurso del caos, irrumpieron en el vocabulario de arquitectos y urbanistas. Estos términos demostraban que el desafío estaba planteado: aplicar a la arquitectura lo que las ciencias del caos habían transmitido a otras tantas disciplinas.

ENTROPIA

Es un concepto aportado por la física que mide el grado de desorganización

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