Volcanes en la Cuenca de México

Volcanes en la Cuenca de México.

El relieve de la tierra ha sido motivo de admiración y ha generado múltiples incógnitas a lo largo de la historia humana. En cuanto a los volcanes refiere, estos sentimientos están más presentes, ya que de algún modo han influido en las civilizaciones que se encuentran habitando en su cercanía, en el caso de México, existen relatos y leyendas acerca de sus volcanes aledaños.

El país cuenta a lo largo del Eje Neo volcánico o Sistema Volcánico Transversal (figura 1), (el cual Lugo Hubp, (2003), ve la probabilidad de que siga creciendo tanto en altitud como en su extensión, derivado de la actividad eruptiva de los volcanes que en este se encuentran y por el nacimiento de nuevos, lo cual seguramente contribuirá a la modificación en el relieve en las siguientes eras geológicas) con más de 3, 000 volcanes (Guzmán Aguilar, 2016), en los cuales podemos encontrar enormes elevaciones como el Citlaltépetl, el Popocatépetl o el Iztaccíhuatl, que son grandes volcanes poli genéticos o estratovolcanes,  también existen volcanes mono genéticos como el Paricutín, el Jorullo o el Xitle, de menor altitud pero que han tenido un papel importante en las localidades en las que estos se encuentran.

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Figura 1. Ubicación de volcanes activos en México y Eje Neo volcánico, Nuevo Atlas Nacional de México (2007), Escala 1:8 000 000, Sección Naturaleza y Ambiente, México: UNAM, Instituto de Geografía.

En la cuenca de México existen más de 200 volcanes (Rocha, 2016), y aunque diariamente convivimos con ellos, poco se conoce sobre su existencia, ya que no se cuenta con un inventario completo. En su mayoría se trata de volcanes mono genéticos, habiendo también un estratovolcán que actualmente está considerado como extinto (el Ajusco), la mayoría de los volcanes de la ciudad de México se encuentran localizados en la sierra que lleva su nombre (Ajusco-Chichinautzin).

En la figura 2 podemos ver que de acuerdo con Velasco-Tapia (2003), predominan tres tipos de estructuras volcánicas dentro del CVC (Campo Volcánico Chichinautzin):

(a) Conos de escoria con coladas de lava asociadas producidos por actividad estromboliana (p. ej., Xitle, Chichinautzin).

(b) Volcanes escudo, formados por extensas coladas de lava y un cono de escoria en la cima (p. ej., Teuhtli, Pelado).[pic 2]

(c) Espesos flujos de lava asociados a fisuras. Velasco- Tapia, 2003.

Figura 2. Distribución espacial de Los centros Volcánicos del Campo Volcánico Chichinautzin. Mapa modificado de Velasco-Tapia (2003).

El hecho de que estemos habitando en un espacio ocupado por tal cantidad de volcanes podría implicar un riesgo para la población de la Ciudad de México, es por todos sabido que la actividad de un volcán como el Popocatépetl supone una afectación para las comunidades cercanas y para la ciudad, pero, ¿Qué sucedería si uno de los volcanes mono genéticos existentes en las cercanías o incluso dentro de la ciudad entrara en actividad, o si es que ocurriera el nacimiento de uno nuevo?

Según National Geographic, (2011), el despertar de un volcán considerado dormido o apagado pudiera no ser un proceso no tan tardado como se creía.

“Científicos creen que las cámaras magmáticas (o depósitos de roca fundida) que se encuentran por debajo de los volcanes inactivos están llenos de una pasta pegajosa y viscosa.

Para que un volcán se “despierte”, debe haber una cierta cantidad de magma, recientemente formado y muy caliente, que salga de las profundidades de la tierra para calentar esa pasta.

De acuerdo con la teoría actual, el calor tardaría varios cientos de años, o incluso mil, en repartirse por toda la cámara y calentar el fluido magmático lo suficiente para causar una erupción.

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