La omnipresencia del maltrato infantil en la obra de Matilda de Roald Dahl
mayte1992Ensayo8 de Diciembre de 2022
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Ensayo Matilda-Roald Dahl
Las páginas de los ejemplos a los que se hace alusión a lo largo del ensayo corresponden al paginado del formato virtual del libro de Roald Dahl, Matilda, que se adjunta en la tarea.
Tema
• La omnipresencia del maltrato infantil en la obra de Matilda de Roald Dahl.
Tesis
• ¿Es la obra de Roald Dahl, Matilda, un ejemplo de maltrato infantil tanto físico como psicológico?
A pesar de los grandes avances que la sociedad ha experimentado en materia de derechos humanos, podemos observar cómo siguen existiendo innumerables casos de maltrato infantil que han inundado e inundan nuestras culturas y sociedades. Lo cierto es que el maltrato infantil se da tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo y, sin ir más lejos, lo podemos encontrar en el libro de Roald Dahl, Matilda, que está ambientado en un pueblecito inglés (p.16) situado en Canterbury, al sureste de Inglaterra.
La palabra maltratar es definida por la RAE cómo “causar daño físico o moral a una persona o un animal, generalmente con golpes o insultos”, por lo tanto, el maltrato infantil puede ser tanto físico como psicológico.
En primer lugar, el maltrato psicológico o emocional se da en situaciones en las que los individuos son humillados, descalificados o discriminados, dañando de esta manera su dignidad, autoestima e integridad psíquica y moral. Al inicio de la obra, podemos encontrar los primeros apuntes por parte del narrador, acerca de lo que piensan los padres de Matilda sobre ella; “Matilda, a la que los padres consideraban poco más que como una postilla”, o “El señor y la señora Wormwood esperaban con ansiedad el momento de quitarse de encima a su hijita y lanzarla lejos, preferentemente al pueblo próximo o, incluso, más lejos aún” (p.9).
La protagonista de la obra de Roald Dahl, Matilda, es una niña que se siente sola y despreciada por sus padres desde el momento en el que comienza a tener uso de razón; “Matilda anhelaba que sus padres fueran buenos, cariñosos, comprensivos, honrados e inteligentes” (p.35). Con tan solo un año y medio, era capaz de hablar perfectamente con un vocabulario que recordaba al de cualquier adulto, algo que sus padres, en vez de elogiar, castigaban con palabras de desprecio; “Los padres, en lugar de alabarla, la llamaban parlanchina y le reñían severamente, diciéndole que las niñas pequeñas debían ser vistas pero no oídas” (p.9).
En ese sentido, la situación de abandono y soledad que siente y padece Matilda, se ve muy reflejada en diferentes momentos de la obra, por ejemplo, aprende a leer sola todo aquello que encuentra por casa y que tiene letras; “había aprendido a leer sola, valiéndose de los periódicos y revistas que había en su casa” (p.10). Incluso, pasa las tardes sola en casa siendo muy pequeña; “Entre semana, Matilda se quedaba en casa sola casi todas las tardes. Su hermano, cinco años mayor que ella, iba a la escuela. Su padre iba a trabajar y su madre se marchaba a jugar al bingo […] cinco tardes a la semana” (p.10).
Sin embargo, hay una escena que realmente me llama la atención y en la que bajo mi punto de vista, Matilda de forma implícita, deja entrever que se siente abandonada por su madre con bastante melancolía. Esta escena es en la que la niña acude a la biblioteca y la señora Phelps le pregunta si su madre la espera fuera para regresar a casa “—A ella no le importa nada lo que hago —dijo Matilda con un deje de tristeza” (p.13).
Conforme Matilda va creciendo, tiene que seguir enfrentándose a gritos; “¡cállate!” o “Tú…tú, tramposa!” (p.38), insultos; “eres demasiado estúpida” (p.17), “cierra tu asquerosa boca” (p.27) y diferentes humillaciones por parte de su familia, lo que refuerza la idea de que todos sabían que Matilda era especial y eso les atemorizaba. Un claro ejemplo de ello, lo encontramos en el capítulo en el que el señor Wormwood explica a sus hijos cómo consigue vender tantos coches y hacerse rico estafando a sus clientes. Matilda, que ha conseguido desarrollar una moral y unos valores contrarios a los de su familia; “—Es dinero sucio —dijo Matilda—. Lo odio” (p.20), trata de explicar a su padre que eso no está bien y que eso no es de ser una persona honrada, a lo que su padre le espeta: “¡Tú no eres más que una ignorante mequetrefe que no tiene ni la más mínima idea de lo que dice!” (p.20).
Otro momento en el que el señor Wormwood se ve amedrentado por la inteligencia de su hija, es el que surge en el capítulo de Aritmética. En este, Matilda consigue calcular sin lápiz ni papel, las ganancias de todo el día de su padre, sabiendo que con éxito, no se había equivocado. Es en este momento cuando el padre estalla de furia, y de nuevo, vierte toda su ira contra Matilda, puesto que no puede soportar que sea más inteligente, ya no solo que su hijo, sino que él mismo:
—¡Tú… tú, tramposa! —gritó de repente el padre, señalándola con el dedo—.
¡Lo has visto en mi papel! ¡Has leído lo que tengo aquí escrito!
—Estoy en el otro lado de la habitación —dijo Matilda—. ¿Cómo podría verlo?
—¡No digas tonterías! —gritó el padre—. ¡Claro que lo has visto! ¡Tienes que haberla visto! ¡Nadie en el mundo podría dar la respuesta así, y menos una niña! ¡Usted es una tramposa, señora mía, eso es lo que es usted! ¡Una tramposa y una embustera! (pp. 38-39)
Con relación a los sentimientos de amor y protección que deberían sentir los padres de Matilda por ella, puesto que es su hija, en esta obra nos encontramos con todo lo contrario. Aunque no hace falta llegar al final del libro para darnos cuenta de ello, es cierto que se produce una situación que demuestra que no se interesan ni se han interesado por ella, es más, desean deshacerse de Matilda. Este momento hace alusión al capítulo final del libro, Un nuevo hogar, en el que a los señores Wormwood no se les ablanda el corazón al dar en adopción a su hija o, más bien, abandonarla; “¿Por qué no la dejamos, si es eso lo que quiere? Será una menos de quien ocuparse” (p.155).
Por si esto fuera poco, todos esperábamos al menos una sentida despedida por parte de los familiares ¿no? Pues todo lo contrario, ni que decir tiene que la actitud reprochable y repulsiva mostrada por parte de los padres hacia Matilda durante toda la obra, llega prácticamente hasta el punto final de la misma:
[…] la madre, el padre y el hermano se subieron al coche y éste salió disparado con un fuerte chirrido de neumáticos. El hermano hizo un gesto de despedida con la mano, a través de la ventanilla trasera, pero el padre y la madre ni siquiera miraron hacia atrás. (p.156)
Cabe señalar, que aunque la mayoría de los casos de maltrato infantil ocurren dentro del ambiente familiar, también es frecuente encontrarlos en los centros educativos o en otros lugares donde se supone que el niño está seguro. Es en este último ámbito, donde se desarrolla con crudeza el segundo tipo de maltrato que sucede durante gran parte de la obra de Roald Dahl; el maltrato físico.
El maltrato físico es aquel que incluye acciones violentas como golpear, empujar, sacudir, abofetear, etc., es decir, todo aquello que incluye una agresión intencional en alguna parte del cuerpo y que causa daño o lesiones. Por ejemplo, “lo cogió por un brazo y lo arrojó por la ventana de la clase. […] vimos a Julius Rottwinkle […] caer de golpe […] —¿Se rompió algún hueso Julius Rottwinkle? —preguntó Lavender. —Unos pocos —dijo Hortensia” (p. 73).
Si bien es cierto, como podemos comprobar en la obra de Roald Dahl y, concretamente con la figura de la señorita Trunchbull, este tipo de maltrato suele ir acompañado del maltrato psicológico. Un claro ejemplo de ello lo podemos encontrar en el capítulo Lanzamiento de martillo, en el que la señorita Trunchbull no se limita a agredir físicamente a Amanda Thripp, ejerciendo una dura represión sobre ella; “[…] la Trunchbull […] se adelantó y agarró las coletas de Amanda con la mano derecha y la levantó del suelo. Luego, comenzó a hacerla girar alrededor de su cabeza, cada vez más rápido” (p.75), sino que usa la agresión verbal, lanzando descalificativos y desprecios en numerosas ocasiones; “—¡Quiero que te quites esas sucias coletas antes de venir mañana a la escuela! —vociferó—. ¡Córtatelas y tíralas al cubo de la basura! ¿Entendido? […] ¡Pareces una rata con la cola en la cabeza!” (p.75)
Lo cierto es que el libro de Matilda contiene numerosas actuaciones de la señorita Trunchbull que hoy en día nos parecen aberrantes y extralimitadas y, nos hace ver, como los alumnos y alumnas del colegio, viven aterrorizados por esa figura autoritaria que ejerce una fuerte violencia sobre ellos; “Si sobrevivís al primer año, os las arreglaréis para vivir el resto del tiempo que estéis aquí. Pero muchos no sobreviven. Los sacan en camilla, aullando” (p. 69). Concretamente, este es uno de los ejemplos que mejor demuestra cómo algunos de los alumnos más mayores, en este caso, Hortensia, informaba a las recién llegadas, Matilda y Lavender, de las tropelías cometidas por la señorita Trunchbull.
Otro ejemplo de actuación que infunda terror entre los más pequeños sería “la ratonera”, ese lugar creado con el propio sudor y las manos de la señorita Trunchbull para hacer sufrir a grandes y a pequeños;
—La ratonera —prosiguió Hortensia— es un armario muy alto pero muy estrecho. El suelo sólo tiene setenta centímetros cuadrados, por lo que […] tienes que estar de pie. Tres de las paredes son de cemento, con trozos
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