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Año nuevo. Siglo nuevo. Otro vacío día de celebración en honor a los doscientos cincuenta años que han pasado desde la creación de la Barrera, un campo de fuerza creado para la protección de lo que quedó de la tierra tras las primeras dos Grandes


Enviado por   •  16 de Octubre de 2016  •  Documentos de Investigación  •  1.720 Palabras (7 Páginas)  •  296 Visitas

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Año nuevo. Siglo nuevo. Otro vacío día de celebración en honor a los doscientos cincuenta años que han pasado desde la creación de la Barrera, un campo de fuerza creado para la protección de lo que quedó de la tierra tras las primeras dos Grandes Guerras; sin embargo, estas son solo historias tristes que quedaron en un olvidado baúl de recuerdos para los terras. Todos los habitantes de la Barrera deben estar concentrados en celebrar la fecha unos cincuenta metros arriba de mi cabeza, y yo debería estar junto a ellos. Pero me encuentro en este oxidado vagón de tren, con un empaque de pastillas nutritivas que serviría para alimentar a una familia por una semana entre mis manos. Y hay muchos más, amontonados y cubiertos con campos de fuerza azules, de los ancestrales del siglo XXI, cubriéndolos para que no se caigan por el movimiento. Miro hacia la puerta que conecta al siguiente vagón, sosteniéndome de la pared de num, el material biodegradable que no se utiliza desde hace años, y camino hacia allá, verificando con cada paso en el oscuro ambiente lo antiguo que es el vehículo. Pero eso no es lo que me preocupa.

Hay suficiente comida para alimentar a una ciudad entera solo en este vagón, incluso un país pequeño. Y al abrir la puerta y saltar al siguiente, confirmo que debe haber más que para solo eso. Soy la encargada de la seguridad de la Barrera y de todos sus habitantes, así que estoy convencida de que este transporte no fue autorizado por nadie en su sano juicio. Fui espía de las Naciones Unidas de América lo suficiente como para saber que no transportarían suplementos tan valiosos ni bajo esta tierra contaminada ni sin una seguridad exorbitante, ni mucho menos el día de celebración más relevante en el infeliz calendario de un mundo muerto.

No cuando hace diez años fue que se dejó de matar personas por comida. No cuando estamos en guerra con la Unión Europea ni cuando ellos están planeando las formas posibles de traspasar la Barrera. No cuando lo que queda sano de la humanidad no es más que un puñado de personas encerrados como ratas tras una muralla, luchando todavía por rescatarse a sí mismos. Supe que esto no estaba autorizado en cuanto detecté la señal de movimiento en los transmisores y fui hacia la entrada al subterráneo, medio que no estaba en uso desde que se creó lo que llamo hogar.

Aterrizo en el pequeño espacio que tiene el segundo vagón y observo el túnel negro que me rodea, el cual alcanzaría si hubiera nacido hace unos tres siglos. Porque desde que los alimentos, el agua, el oxígeno y la vitamina D se volvieron lo más codiciado para cualquier ser vivo han sido impresionantes los cambios en cada ser humano. Con nuestra falta de los extraños huesos que antes tuvimos en la boca, los rostros ovalados y deformes, la falta de cabello en todo el cuerpo y las pieles rugosas para resistir a la temperatura media, somos una total burla a la palabra evolución. En la Barrera tenemos bosque, es un pedazo de terreno mínimo que fue limpiado y en el cual tardaron años en crecer los árboles que ahora nos dan no solo oxígeno y un nivel de calor estable, sino alimento. El agua que poseemos para las escasas cien mil personas que vivimos allí es, sin duda alguna, lo más valioso. Todos trabajamos de forma diaria en las áreas de purificación y en las fábricas de nutrientes para poder ganarnos algo de lo que nuestro cuerpo necesita, para sobrevivir. Antes de que se crearan las Naciones Unidas de América, que son todos los que gobiernan a la Barrera actualmente, industrias vendían el oxígeno encapsulado, los alimentos deshidratados, y un vaso de agua por día. El ser humano se fue degradando, pero hubo algo que nos salvó.

A pesar de que se dijera lo contrario, la creación de la Barrera es una de las pocas razones por las que seguimos vivos, por la que nuestra especie y los animales todavía pueden verse. La separación de Europa de América y su unión con Asia y Oceanía, el que nos dejaran a todos los americanos a nuestra suerte llevándose sus recursos, fue un detonante de que algo tenía que cambiar. Y así fue como un puñado de científicos, defraudados por haber sido abandonados por su nacionalidad, mostraron los experimentos y recursos que habían estado guardando: la barrera, puesta en el medio de lo que antes fue el Amazonas y cubriendo todo un círculo de campo de fuerza, protegiéndonos de los rayos solares como una imitación de la capa de ozono y de la lluvia ácida; los purificadores orgánicos, líquidos que pudieron limpiar la tierra de una parte de la contaminación; el agua, oculta en estos mismos huecos subterráneos en los que me encuentro; y las semillas, guardadas cual tesoro y luego sacadas para volver el ciclo que habíamos destruido pro codicia y deseos de algo tan vacío como un pedazo de papel. Después vinieron otros siglos de trabajo duro, de pena de muerte hacia cualquier indicio de contaminación por un ser humano, de un terreno y habitantes controlado por científicos y de una nueva era de seres humanos, muy diferentes a las anteriores. Y pudimos tener siembras, pudimos recuperar los dos grandes ríos que recorren la barrera, y pudimos tener lo más cercano a vida. Por eso, cuando llego a la puerta del tercer y último vagón, la rabia me inunda por completo. Porque sé que todo eso es la recolección de meses y hasta años de trabajo por una nación, reducidos en pastilla porque todavía no podemos alimentarnos como al principio; ni nuestro cuerpo está adaptado ni alcanzaría para la población. Y también sé que no somos los únicos que necesitan de todo esto, los múltiples intentos de ataque desde el exterior del campo de fuerza que nos protege me lo comprueban. Las naciones de Europa, en las que me infiltré hace dos años saliendo por estos mismos túneles, quieren lo que nosotros tenemos. No les bastó con intentar acabarnos y dejarnos sin nada hace dos siglos, eso no fue suficiente para su codicia. Porque hace dos años ellos seguían con el mismo sistema que nos habían implantado a nosotros: esclavizar al noventa y nueve por ciento de la población a través de industrias productoras de vitaminas mientras una minoría disfrutaba de los mayores lujos, acabando con sus reservas y sin si quiera un plan de renovación. Y así seguiríamos nosotros si no fuera, irónicamente, gracias a ellos. Pero esa no es razón para no querer acabar con quien sea que esté conduciendo este tren y pretenda robarnos lo poco que hemos logrado.

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