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Baños De Sangre


Enviado por   •  2 de Octubre de 2018  •  Biografías  •  1.903 Palabras (8 Páginas)  •  82 Visitas

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Baños de sangre

“La voz de la sangre se puede oír en el silencio” -José Narosky

Es lunes 16 de junio, el año es 2014. A las 5:30 de la mañana comencé mi rutina como estudiante. Empecé como cualquier día, luego de tender mi cama y alistar mi uniforme para el colegio, fuí a bañarme, por lo que seguí al lavabo y al ver mi rostro reflejado en el espejo, noté que estaba cubierto de sangre, mi fisonomía tenía un aspecto solido por la sangre que se endureció en el transcurso de la noche mientras dormía. Alarmado decidí ir con mi madre, cuya expresión de asombro y angustia se vio reflejada en un grito que hasta el día de hoy perdura en mis memorias. Sin embargo, mantuve la calma y a pesar del dolor continúe con mis hábitos de aseo y me preparé para ir al colegio. A las 6:30 salía de mi casa para luego caminar cinco cuadras hasta el paradero donde pasaba la ruta de mi institución educativa.

Sonaba el timbre a las 7:05 para indicar el inicio de clases. Como de costumbre, saludé a mis amigos y entramos al salón de clases. Transcurrió la jornada educativa y a la 1:40 de la tarde terminaba mis estudios. Parecía que el incidente que había experimentado aquella mañana no iba a pasar de ahí, por lo que al momento de llegar a mi casa aquella tragedia había desaparecido de mi mente. Hice mis deberes del colegio y ocupé el resto de mi tarde en ocio y en compartir con mi familia hasta que llegó la noche cuando ya me fuí a dormir.

La mañana siguiente, nuevamente al pasar al baño, la aterradora situación que había vivido el día anterior se manifestó nuevamente. Parecía que desde aquel lunes en que me levanté con mi rostro oculto detrás de una máscara de sangre, ese suceso iba a ser parte de mi cotidianidad en las mañanas. A pesar de esta extraña situación, a la que no le veía una explicación alguna, mantuve la calma y decidí no pasarlo a mayores y opté por no comentárselo a nadie.

Una noche, a eso de las 11:00, mi mamá pasó por mi cuarto en dirección a su recamara, en eso le pareció escuchar unos ruidos de agitación, como si un objeto carrasposo estuviera raspando con violencia mi piel, al entrar en mi habitación ella me encontró en un estado de alteración, a pesar de que estaba dormido, y vio como desesperadamente me hacia trizas la piel con mis uñas, tenía énfasis en el parpado derecho que era donde parecía brotar toda la sangre que recubría mi rostro. Mi madre se acostó a mi lado, me abrazó para calmarme y así pasar la noche sin que continuara haciéndome daño.

Al despertar y ver aliviado que no se había repetido aquel incidente que cada vez se hacía más común, bajé al comedor a desayunar, cuando llegué mi madre me miró con una expresión de angustia, que luego se manifestaría en su voz quebrantada e intranquila, me comentó lo que había visto la noche anterior, aun así, yo seguía sin prestarle atención al caso, diciéndole que no era nada de lo que realmente valía la pena preocuparse y que con el tiempo se me pasaría. Me despedí con un tierno beso en la mejilla y me dirigí como siempre a esperar el autobús.

Aunque la preocupación de mi madre persistió en las semanas siguientes, eso no interfirió con el rumbo de mi vida, en especial mi parte social. Poco a poco mis hábitos como estudiante fueron cambiando, puse más énfasis en salir con mis amigos en lugar de compartir con mi familia y dedicarme a mis estudios como acostumbraba. En este periodo de mi vida conocí los placeres de consumir alcohol, fumar marihuana y salir de fiesta. Mis amistades desconocían el estado que padecía cada mañana, no tenían conocimiento sobre como todos los días la toalla con la que secaba mi cuerpo al salir de la ducha quedaba empapada de sangre.

Recuerdo el viernes 20 de marzo del año 2015, como una fecha que cambió el rumbo que hasta entonces sobrellevaba mi vida, ese día al igual que los demás salí de clases con mis amigos para irme de rumba, la tarde era joven y los vicios como siempre estaban a mi disposición. A las 10:00 de la noche estaba regresando a mi casa en un estado deplorable debido al excesivo consumo de droga que me había fumado con mis compañeros. Al subir a mi habitación me topé con mi hermano, que en ese entonces tenía 6 años, y fue la expresión en su rostro y sus preguntas acerca de mi estado, lo que despertó en mí una sensación de desagrado por mí mismo al ver la decepción en su semblante que hasta el día de hoy al escribir esto me carcome los huesos. A partir de ese incidente caí en una inmensa depresión y reflexioné sobre si estar cerca de mi familia y mis acostumbradas compañías era realmente algo quería en esos momentos de mi vida.

Mi padre que se encontraba en Colombia trabajando en una empresa de seguridad, fue la solución y alternativa que encontré para iniciar un cambio en mi existencia. Es por eso que el 21 de marzo, un día después de haber desilusionado a una de las personas más importantes para mí, llamé a mi padre para comentarle que quería irme de Ecuador para vivir con él y así enderezarme. 2 meses después, a mediados de mayo, estaba en un avión con rumbo a Colombia, no sin antes tener una dolorosa despedida con mis familiares. Recuerdo que no puede ver a los ojos mi hermano.

Cuando llegué a un país, en el que ya había vivido en épocas más tempranas de mi niñez, mi papá me recibió con una cálida bienvenida, me llevó hasta mi nueva casa, me mostró el auto nuevo que se había comprado y fue así que empecé un nuevo capítulo de mi vida. Dejé viejas costumbres e incluso corté la comunicación con mi familia, debido a que me era muy doloroso tener contacto con ellos. Creí que haber tenido un nuevo comienzo. No obstante la situación que vivía todas las noches y que deterioraba el estado de mi piel parecía empeorar, hasta el punto de manifestarse en mis brazos, creando heridas cada vez más profundas que generaron costras y estropearon mi aspecto físico esporádicamente.

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