Cuento inventado. El príncipe Camilo

El príncipe Camilo.

Hace mucho tiempo en un reino muy lejano había un príncipe llamado Camilo, era guapo y esbelto, elegante, inteligente, educado y responsable. Tenía todo lo que un príncipe podía desear y todo lo que un príncipe quería ser. Pero no era feliz.

El príncipe Camilo cumplía con todos sus deberes: se enfrentaba a dragones cada martes y lunes, salvaba bellas princesas, jueves, sábados y domingos acudía a bailes nocturnos donde bailaba con muchas princesitas. El resto de la semana asistía a clases de idioma y de lucha libre.

Pero en cuanto más lo alababan, cuanto mejores notas sacaba y cuanto más orgulloso se mostraba su padre el rey, más triste se sentía el pobre príncipe Camilo.

Al príncipe le gustaba la lectura, la escritura, la pintura, las matemáticas, la biología y todas esas cosas que todos los príncipes consideraban tontas.

Estaba seguro de que si le decía a su padre que quería realizar lo que le gustaba, el se negaría porque decía que un príncipe no tenía que hacer eso.

Cierto día el príncipe Camilo decidió hablar con su amiga la hechicera para que le diera un consejo; ella lo escucho y le dijo que tomara unas vacaciones para que meditar su futuro y para que descansara de tantas obligaciones.

Al príncipe Camilo le pareció una maravillosa idea aunque no sabía cómo llevarla a cabo. Su padre el rey no iba a darle permiso de irse y no podía fugarse porque su cara era muy conocida por todos. Entonces la hechicera le ofreció la solución de transformarlo en ratón.

-¿En ratón? ¿No se te ocurre un animal más apropiado para convertir a un príncipe? - preguntó Camilo.

-No hay animal más apropiado para un príncipe. –dijo la hechicera.

Finalmente el príncipe Camilo acepto que lo convirtieran en un feo ratón. Pero antes de convertirlo la hechicera le dijo que para poder quitar el hechizo había dos maneras: la primera era que ella personalmente lo desencantara y la segunda que él tenía que encontrar la manera de ser feliz con alguna bella doncella que se enamorara de aquel pequeño ratoncito.

Después de estas advertencias agito su barita mágica y 1, 2,3 una nube de humo salió y entre un montón de ropa, apareció un feo y pequeño ratoncito.

Tras varios días de ser ratón, el príncipe Camilo descubrió que era muchísimo más agradable y divertido de lo que hubiera podido imaginar y que le encantaba vivir en aquel agujerito.

No tenía obligaciones, ni agenda, ni horarios, ni responsabilidades. Como ratón solo comía queso y disfrutaba de la lectura y de todas aquellas cosas que le gustaba hacer.

Camilo era más feliz como ratón que como príncipe así que no tenía la menor intención de volver a su vida de antes, cada vez que salía de su agujerito lo hacía con cuidado no quería

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