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Cuento Inventado


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  856 Palabras (4 Páginas)  •  1.022 Visitas

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LA SALA DE CLASES

Era invierno. Mis ojos estaban fijos en la copiosa lluvia que azotaba los vidrios de los altos ventanales. Todo permanecía igual; los estantes, los casilleros, las sillas, los pupitres y el diario mural. Lo único que había cambiado era el cortinaje que cubría los ventanales y una magnifica combustión lenta cuyo calor me acariciaba y me daba una sensación grata de calma y felicidad. Mientras permanecía en este estado, mi mente me llevó a la época de estudiante de Enseñanza Media, en que los recuerdos de mis compañeros se hacían presentes. De los treinta y dos alumnos que conformaban mi curso, recuerdo especialmente a cuatro de ellos, quienes me dejaron un grato recuerdo y me producen alegría cada vez que los recuerdo.

Andrés Chavarría. Fuimos compañeros de 1º a 3º Medio. Siempre mantuvimos una amistad casi perfecta. Éramos cómplices en todo y siempre existió lealtad mutua. Su familia era mi familia y la mía era la suya. Parecía que hasta nuestros pensamientos eran iguales. Éramos tan unidos, que hasta para pololear nos colocábamos de acuerdo y salíamos juntos con nuestras respectivas pololas. El padre de Andrés era Ingeniero Civil Industrial y por razones laborales debió trasladarse a vivir a la Zona Norte del país. Mi amigo debió cursar 4º Medio en un Liceo de Antofagasta. Siempre estoy en comunicación con él. Se recibió de Ingeniero en Minas, está casado, tiene 3 hijos y trabaja en una empresa minera de prestigio. Sus hijos son mis sobrinos y los míos son los suyos. Una amistad que se ha mantenido en el tiempo.

Como no acordarme de Gloria Martínez, que llegó a nuestro curso en 2º Medio. Era bajita, regordeta, pelo corto y ondulado, usaba lentes y desde que llegó ocupó el primer lugar en rendimiento del curso. No hablaba mucho, permanecía muy calladita en clases, anotaba todo y sólo respondía las preguntas de los profesores. No se relacionaba con ningún compañero de curso, a excepción de mí. Yo siempre la saludaba, me sentaba a su lado, conversaba con ella y poco a poco me fui convirtiendo en la única persona del curso con quién ella conversaba. Era la hija mayor de dos hermanas, sus padres eran profesionales y tenía una enorme presión por ser igual que ellos. Nunca fue querida en el curso, solo yo la entendía y la estimaba. Al egresar de 4º Medio me regaló una hermosa tarjeta en que se despedía y me declaraba su amor. Nunca le contesté porque no quería herirla. Yo sólo sentía cariño por ella. Sé que se recibió de médico y aún permanece soltera.

No podría olvidarme de Claudio Pérez, era el actor y payaso del curso. Sus travesuras y chistes nos alegraban diariamente y nos permitía enfrentar en mejor forma los duros períodos de clases y pruebas. Siempre se vestía distinto en la calle, usaba boinas, chalecos multicolores, collares y pulseras que escondía antes de entrar a clases. Sus padres nunca estuvieron de acuerdo con su forma de vestir y actuar. Sus horas libres las pasaba compartiendo con amigos, asistiendo a espectáculos, locales bohemios y constantemente era amenazado por sus padres para llevarlo a un colegio en que estuviera internado. Los libros de clases estaban llenos de anotaciones en su contra e inspectoría era un lugar que visitaba permanentemente. Siempre era castigado por provocar desorden, protestar ante una medida que le parecía injusta y por ridiculizar a los profesores con imitaciones. No supe de él hasta el verano pasado, en que apareció como uno de los actores principales de una teleserie de un canal nacional. Sentí una alegría inmensa.

Cachito. ¡Cómo olvidarme de él! Alberto Carrasco. Tenía muchos problemas familiares, su padre era alcohólico y su madre trabajaba lavando y planchando en casas particulares para mantener a sus cinco hijos. Permanecía todo el día en el Liceo, tomaba desayuno y almorzaba. Recuerdo que siempre estábamos realizando beneficios en el curso para ayudar a la familia. Los fines de semana nos turnábamos para llevarlo a nuestras casas. Era verdaderamente un cachito y una bendición para nosotros, porque independiente de tener muchas necesidades económicas, era un alumno muy aventajado en matemáticas y nos peleábamos para que estuviera con nosotros antes de una evaluación de matemáticas. El padre de cachito falleció a los pocos meses de terminado Cuarto Medio y desde ése momento ha dedicado su vida a trabajar para mantener a su madre y hermanos. Lo veo de vez en cuando, trabaja como vendedor de mesón en una ferretería de la ciudad, es soltero y aún vive con su madre. Me dijo en una oportunidad que nos encontramos, que le iba a proporcionar todas las comodidades posibles a su madre y sólo pensaría en él, cuando la madre no estuviera.

Estaba recordando travesuras y anécdotas ocurridas con mis compañeros, cuando mis pensamientos son interrumpidos repentinamente al captar mis oídos el timbre ensordecedor del término de la hora de clases. Me levanto de mi asiento y escucho mi voz diciendo:

“Jóvenes, ya terminó la hora de clases, entreguen sus pruebas. Mañana revisaremos las preguntas con sus respuestas correctas”.

Un abrazo a la distancia para Chavarría, Martínez, Pérez y Cachito.

René Duhalde

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