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Cuento


Enviado por   •  23 de Marzo de 2014  •  Informes  •  493 Palabras (2 Páginas)  •  156 Visitas

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Soy un perdido y la Jimena del Carmen, ídem, y lo peor es que nadie nos busca. No hay avisos de radio que digan: “Se gratificará, con un barril millonario al que devuelva niños perdidos, etc., etc.”, ni cosa por el estilo. Porque mi familia es de esa gente que busca las cosas perdidas, pero jamás la fruta ni la plata ni los parientes. Tampoco buscaron a la tía Ema, sino que dijeron siempre: la Ema es una perdida, y se acabó el cuento.

Ellos creen que uno se pierde adrede y quieren obligarlo a encontrarse. Pero, mis queridos radioescuchas , vean ustedes cómo sucedieron las cosas.

Una mañana de luna llena y bello atardecer, amaneció mi mamá con esos nervios de confusión tremenda que tienen las mamás para los días en que hacen maletas.

-¡ Quítate que estorbas!- le dicen al que quiere ayudar, y si uno se va, lo llaman:-¡Ven acá tú, y sé

Útil por una vez en tu vida!-. Y así entre cosas hirientes y refulgentes van desordenando la casa entera y revolviéndole a uno las ideas.

Hasta que por fin conseguí preguntarle a la Domi:

-¿Qué pasa? ¿Es que nos persiguen o mi papá ha hecho algo malo? ¿Para dónde nos vamos?

-Nos vamos al África (¿o era Arica?).

-¿Echaron al papá de la refinería?

-Nos vamos porque queremos. Tenemos mejor trabajo…-y se rió misteriosa.

Fue un día atroz. Mi papá partió temprano a ordenar su oficina y quedó mamá contando cucharas, pañales y revolviéndolo todo para encontrar su chaqueta de piel. Hasta que por fin se acordó de que la había vendido en Santiago. Pero confundida y todo, dejó la casa entera metida en bolsas, maletas,atados y canastos para partir a la mañana siguiente en un taxi.

Era de esos taxis que dicen en la puerta “cierre suave”, con olor a extranjero y con chofer de bufanda café, pero con los tapabarros bastante arrugados y un tarro con agua para cuando hierven, y un braserito para el té y mil metros de cordel por si hay que remolcarlo y un letrero con patas que dice pare y, en fin, con la maleta llena. Total que vamos discutiendo que dónde pueden meterse los bultos, maletas y paquetes si no hay ni un hueco. Y mi papá se fue poniendo avión a chorro y hasta hubo puñetes y el chofer ni se fijó que le dio un portazo a su puerta “cierre suave” y partió con furor.

Mi mamá se puso a llorar de desesperación, pero en ese momento pasó Alejandrino Freire en su regio camión y nos trepó a todos, con cacerolas, cuna, radio, chupetes, maletas, bolsas, lámparas, paquetes, atados, etc.

Javier, la Domi y yo íbamos atrás entre los bultos y mientras Javier aprovechava de escribirle a su polola, la Domi sacó unos sándwiches calentitos

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