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Cuento


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2013  •  Tesis  •  834 Palabras (4 Páginas)  •  189 Visitas

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No nacido

En una noche fría de invierno, sentado frente a la ventana viendo la copiosa lluvia caer he recordado las muchas cosas que me han pasado y que las puedo resumir diciendo:

Soy no nacido mi caballo y yo

Cuál fue mi mejor amigo

le dispare a quien vi

y maté a quien no vi

Cuál mató a uno

y tres mataron a Cuál

comí carne bendita

hecha con letra sagrada

pobre fui y ahora noble soy.

Amaneció en aquel pueblo olvidado por Dios, allá donde el viento se devuelve y en una casucha que casi se caía a pedazos, sin puertas, ni ventanas que detuvieran aquellos remolinos de viento que a veces se formaban al mediodía, una madre gritaba desesperada, las vecinas corrían hacía todos lados nerviosas, sin rumbo, como una manada de perdices cuando alzan raudo vuelo si algo las asusta.

De pronto la comadrona dijo: Se muere la pobre Susanita y aún no ha parido, puso en la boca de la madre moribunda un pedazo de palosanto para que lo mordiera, mientras ella con un cuchillo abría el vientre de Susanita para sacarme a mí. Por eso soy no nacido.

Crecí en esa vieja casa pasando muchas penurias, hambre, soledad y sobre todo mucha tristeza, Doña Isabel que Dios tenga en su santa gloría se encargó de mí desde el día que nací, jamás podré pagarle tanto cariño y tanta bondad, ojalá que Dios se lo tenga en cuenta.

Un día cuando la tarde moría y sobre las montañas se podía divisar el cielo de los araguatos, mi vecino Don Anselmo, me regaló una hermosa yegua: era blanca como la nieve, rápida como el viento y con un paso casi marcial, fue el primer regalo que persona alguna me hubiera dado, pero de repente mi corcel cayó enferma, corrí y corrí desesperadamente con lágrimas en mis ojos y le avisé a mi vecino quien de inmediato vino y al verla me dijo: tu yegua está preñada y no puede parir, tendré que sacrificarla y sacarle rápidamente la cría. Mi caballito fue no nacido.

Pasaron los años y un día decidí ir de cacería con mi mejor amigo, mi perro fiel “Cuál” ¡así lo llamé! porque muchas veces me pregunté a mi mismo ¿ Y cuál nombre le pongo, ¿ cuál? pero ¿cuál ? y así se quedó. “Cuál”.

Caminé y caminé adentrándome cada vez más en la montaña y de repente a lo lejos divisé un venado grandísimo, estaba echado debajo de un caña fístula muy frondoso protegiéndose del sol inclemente de esa tarde de verano, me le acerqué cuidadosamente, le apunté con mi escopeta morocha, lo medí de arriba abajo y ¡pum!, resonó ese cañonazo, los loros y los pericos se alborotaron; corrí rápidamente

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