EL DISCURSO Y SU CARÁCTER IDEOLÓGICO

BR. FRANCISCO R. BRITO S.

EL DISCURSO Y SU CARÁCTER IDEOLÓGICO

En su afán de predominar en la sociedad, el hombre se ha valido de diversos métodos para mostrar sus ideas y hacerlas resaltar ante los demás.

El elemento primario y de mayor peso en el que el hombre proyecta sus inquietudes es a través del discurso, el cual se orienta hacia un pensamiento concreto. Pero esta expresión no va aislada de su entorno, el discurso cobra un sentido más amplio cuando en el emergen cada uno de los factores que repercuten en la vida del hombre. Sintetizado, es el contexto la alimentación del discurso; el que da fuerza a cada una de las afirmaciones que se realizan porque van unidas al hilo de la realidad del individuo al cual va dirigido el mensaje.

Entiéndase por contexto todo aquel ambiente donde se desarrolla la acción social de los individuos, no solo estructural, sino también el espacio moral y valorativo del ciudadano. Partiendo de esta premisa, se puede definir el discurso como un fenómeno en el que entra en juego lo social, lo práctico y lo cultural. Toda esta coyuntura constituye, en cierta medida, el corpus primario de cualquier discurso, enfocado hacia el propósito concreto de mostrar una postura que desde su óptica parece ser la más adecuada.

Dentro de la intensión del discurso se abre una gama de posibilidades a las cuales se ciñe el sentido o propósito del mensaje. En un primer plano podemos visualizar la legitimación, con la cual el orador o autor del discurso muestra los argumentos que dan base a su postura, y con los cuales pretende persuadir a la audiencia.

Por su parte, en el caso adverso, el orador puede encaminar su discurso hacia la deslegitimación de una acción específica; presentando motivos suficientes para impartir tal impresión, y a su vez, con los mismos argumentos, replantear su postura dando vigencia a una postura a la que considera más apropiada o correcta.

Todo este compendio de acciones entran en juego bajo un elemento clave del discurso: la persuasión. Se puede definir como aquella habilidad para convencer o cambiar la opinión de los individuos partiendo de una serie de argumentos que inciten dicho cambio, valiéndose para conseguirlo de las múltiples herramientas discursivas y sociales.

En este juego de la persuasión, entra el elemento raíz de esta acción: el receptor. Cómo recibe el mensaje el individuo-audiencia, al cual se proyecta el discurso. Es en esta reacción dónde se evidencia si las estrategias persuasivas fueron exitosas, o si por el contrario, dejaron espacio a la duda y no cubrieron las expectativas del receptor. Como engranaje principal que da sentido a la persuasión y que a su vez está presente en la mayor parte del contenido discursivo, se resalta la ideología, que no es más que un conjunto de ideas relacionadas entre sí y que por lo general son punto común de un grupo de personas; ya sean de orden político, social, cultural, religioso, educativo, entre otros.

Dentro del discurso, la ideología juega un papel muy resaltante, pues será el motor que promueva la persuasión del colectivo; legitimando algunas posturas o desechando otras que se consideren equivocas.

Para tal fin, echará mano el discursista de todo cuanto le sirva como argumento persuasivo: elementos y acciones sociales, descontentos del colectivo, adecuación al entorno socio-cultural, etc. Con cada uno de estos elementos, el orador va creando un esquema de cómo desarrollar y enfocar su discurso con la meta firme de lograr el guste del colectivo y con ello la persuasión de que su propuesta o pensamiento es el correcto.

Un elemento clave en el éxito del discurso es el entendimiento léxico, que no es más que la constitución discursiva expresada en términos comunes y adaptados a la audiencia en sus contextos y limitaciones. Así le lenguaje utilizado

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