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EL TRASTORNO PSICOLÓGICO EN EL ARTISTA: ¿MITO O REALIDAD?


Enviado por   •  28 de Febrero de 2013  •  Prácticas o problemas  •  1.866 Palabras (8 Páginas)  •  286 Visitas

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EL TRASTORNO PSICOLÓGICO EN EL ARTISTA: ¿MITO O REALIDAD?

Dra. Manuela Romo

Universidad Autónoma de Madrid

¿Es creativa cualquier forma de expresión plástica? Posiblemente a alguno le resulte la pregunta doblemente impertinente, primero porque no viene al caso, no es el tema de discusión para el que estamos convocados -me dirían- y segundo y principal, porque al arte se le supone siempre creatividad, como valor al ejercito.

Pero, reparemos en los siguientes hechos: nadie discute que en la ciencia el atributo “creativo” lo alcanza solo una selecta minoría de personas; la mayor parte de la actividad científica se realiza en los periodos de ciencia normal, resolviendo los puzzles que dejaron planteados con sus descubrimientos los grandes creadores en los periodos de ciencia revolucionaria, de manera que, mientras un paradigma pervive en una disciplina, los científicos se afanarán en desarrollarlo y consolidarlo, siendo mínimas las posibilidades en ciencia normal -por seguir con la terminología de Kuhn- de ampliar sus límites en contribuciones verdaderamente creativas.

Sin embargo, nos cuesta menos hablar de creatividad en el arte que en la ciencia, pues en el arte consideramos creativos no solo a los que rompieron con lo anterior y crearon nuevas formas de expresión, nuevos paradigmas, sino también a aquellos que en su trabajo se han adscrito a uno ya existente.

Cabría preguntarse por los niveles de creatividad que se pueden atribuir a dichas obras. El problema es que los criterios de valoración de un producto son mucho más subjetivos en la ciencia que en el arte, porque, si hablamos de novedad, resulta incontestable que -exceptuando las reproducciones- toda obra de arte es original, mientras que replicar por enésima vez un experimento con una mínima variación de las condiciones experimentales, no. Pero si hablamos de valor, el segundo y definitivo criterio para diagnosticar productos creativos, en lo referente al mundo artístico, entramos en un confuso territorio donde el relativismo y hasta la ambigüedad determinan la calificación de las obras de arte.

Asumimos que la creatividad tiene una naturaleza contextual y que son criterios propios del campo los que deben aplicarse a los productos, pero hay que reconocer que tales criterios tienen mayor grado de objetividad y consenso en la ciencia que en las artes y el resultado final es que, desde fuera, puede parecer que todo vale y que cualquier cosa, exhibida en cualquier lugar, merece llamarse creativa. Y así, abría que considerar, hablando ya de locura, si algunas formas de “art brut” realmente son creativas; si el arte psiquiátrico tan reivindicado por algunos, como Bretón, realmente cumple siempre con los mínimos en un criterio de valor, o si, a la viceversa, otras formas de arte supuestamente psiquiátrico lo son en realidad; como cuando Dalí en una de sus poses mitómano-exhibicionistas -otra patología distinta a la locura- afirma provocar voluntariamente estados paranoides (Neumann, 1992).

Pero, volviendo a la ciencia y el arte. He traído aquí esta digresión para apuntalar una idea: la creatividad es la misma esté dónde esté; desde el punto de vista psicológico la definimos de la misma manera. Aquí surge otra disonancia conectada con el tema que nos ocupa: nadie asocia la locura con la conducta científica. La leyenda del artista no alcanza al científico y, sin embargo, lo que hace un pintor ante el lienzo es lo mismo que hace el científico creador en su laboratorio o mesa de trabajo: encontrarse con problemas que ha de formular y resolver de forma original y válida.

Parece pues, que para embarcarse en una actividad tal no es necesario estar loco, al menos en el sentido psiquiátrico del término. No son, entonces, relaciones causa-efecto en el sentido “psicosis implica creatividad”, las que han dado origen al mito del genio loco sino otro tipo de argumentos cuya naturaleza no es intrínseca a los propios procesos creadores.

No es este el lugar para entrar en un desarrollo explicativo de los procesos psicológicos implicados en la creación pero si hay que mencionar -por no dejar colgado el asunto- que esa definición de pensamiento creador que propongo, en consonancia con el enfoque de la psicología cognitiva, encierra bastante complejidad. Que hablamos de un mismo proceso pero presuponiendo un dominio específico de la disciplina -nivel de experiencia en un campo que implica más de diez años de trabajo intensivo previo-, unas “habilidades de infraestructuras” o aptitudes propias para ese trabajo desarrolladas a un nivel óptimo así como un nivel extremo de motivación hacia el trabajo. Por otra parte, cuando hablamos de buscar y de resolver problemas, es obvio que la naturaleza de los mismos es muy distinta según el área. El artista, a través de la expresión simbólica, va a dar salida a la formulación y resolución de un problema que es de carácter estético y personal.

Estamos definiendo la creatividad en términos que no constituyen rasgos de personalidad, lo que excluye la neurosis, sino que son cognitivos y en un nivel de pleno rendimiento y concentración -hasta el nivel, en ocasiones, de lo que Csikszentmihalyi he llamado “estado de flujo”-, lo que excluye la psicosis.

Es incompatible pues la ejecución de una auténtica obra artística con el trastorno mental. Desechada la conexión causal, sin embargo, es de ley aceptar que hay una cierta incidencia; en estos casos diremos que el arte surge a pesar, no por la neurosis o la psicosis y nunca coincide con los brotes esquizofrénicos o las fases agudas de la enfermedad. Esa sospecha de que someterse a una terapia va a mermar la creatividad, es otro

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