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El Anima Sola

DavidFiilecxi30 de Septiembre de 2013

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El Ánima Sola

Tomás Carrasquilla.

(Traducción libre del pueblo)

En aquel tiempo, como dicen los Santos Evangelios, hubo una estirpe que llenó el

Universo con su fama. Su nobleza fue la más alta y esclarecida; sus hombres

Todos, héroes y conquistadores; riquísimos sus feudos y regalías. Mas la muerte,

Envidiosa de esta raza, sólo dejó un vástago para propagarla. Con los títulos y

Privilegios que en él recayeron, vino a ser el castellano más poderoso de su

Época. Los reyes mismos le agasajaban, porque le temían.

En su ansia de perpetuarse, de restaurar la grandeza del apellido, pedía a Dios

Hijos varones por decenas, Como no se los diese bajó a dígitos y, por último, a la

Unidad. Pero Dios, o no estaba por excelsitudes de la tierra o quería mortificarle: a

Cada espera enviájale una hembra, cuando no dos.

Entre la ilusión y el desengaña llegó el caballero a la vejez; y su tercera esposa,

Sus trece hijas y la muchedumbre de vasallos le pagaban el desaire. Sus

Crueldades aterraban la comarca; en los calabozos gemía toda una multitud de

Desgraciados; de las horcas del castillo colgaban los siervos en racimos. Al clamor

De tantas almas, fue Dios servido de otorgarle al magnate un heredero. Pagado,

Resarcido de todos se consideró con el regalo: parecía hijo de gigantes, y era tan

Hermoso y perfecto que a nada en el mundo podía compararse. Pesase el recién

Nacido, y diez veces su peso fue mandado, en oro, a varios templos y santuarios.

Su Sacra real Majestad vino en persona a sacarle de pila; repartirnos ducados

Entre el pueblo, cual si fuese jura de soberano; celebrárnosle fiestas por ocho días,

Y numerosos mensajeros llevaron la nueva a ciudades y castillos. |Timbre de

Gloria se nombró al heredero.

Rejuveneció el castellano con la dicha: de sombrío y sanguinario, tornase

Regocijado y compasivo. Bajó a sus pecheros los impuestos; envió sus mesnadas

En defensa de la cristiandad; dos galeras, costeadas a sus expensas, purgaban

Los mares de infieles; y las limosnas salían de sus arcas como de manantiales

Insecables. Colmó a las hijas y a la esposa, especialmente, de atenciones y

Finezas; hizo alianza con muchos caballeros, y grandes agasajos en su castillo.

Señores y vasallos, amigos y extraños competían en cariño al vástago precioso

Que trajo a la comarca tantas bendiciones. Timbre de Gloria confirmaba día por día

El nombre que le dieron; en su persona pareció concentrarse el lustre y la 2

Grandeza de sus antepasados. El castillo, enantes tedioso y solitario, convirtió lo el

Infante en animada corte de placeres y discreteos. Tenía a perpetuidad un cuerpo

De físicos que le velaban por turno, para extirpar, en cuanto asomase, el amago de

La enfermedad; y todo por lujo solamente, porque Timbre de Gloria era la misma

Salud. Academias laicas y clericales lo instruían en matemática, humanidades y

Ciencias teológicas. Habilísimos maestros en artes bélicas, musicales y venatorias

Fueron llamados de lejanas tierras, para adiestrarlo en tan caballerescos ramos.

No en balde: a los dieciséis años daba quince y raya a unos y otros. Abismados se

Quedan los frailes con las hondas cuestiones que a menudo les propone; con los

Silogismos, en la más castiza latinidad, de que se vale a cada paso. No menos se

Pasman los matemáticos, al ver cómo caben y se relacionan en tan juvenil cabeza

Lo mismo los ápices del número y de la fórmula que las abstracciones del plano y

Del sólido. Ninguno como Timbre para garbear en el potro más indómito; ninguno

Como él en el manejo de gerifaltes y halcones; ninguno, para disparar venablos y

Ballestas. A su flecha no se escapan las pajaritas del cielo y en cuanto echa la

Jauría por delante, no hay alimaña segura, a ver por qué no se en madriguera en el

Mismo centro de la tierra. Traslada a grandes distancias pesos enormes, como si

Fueran copos de algodón; para trepar y dar saltos, sólo las corzas lo rivalizan; en

Canto y danza, parece hijo de Apolo y de Terpsícore; tañe, como él solo, desde el

Pastoril y caramillo hasta la cítara del poeta; y en cuanto a desatarse en

Improvisadas endechas, al compás de un laúd, es para el doncel lo mismo que

Conversar.

Como, ya en esa edad, tuviera una fiereza, unas lozanías y una beldad que

Ponían pálida y convulsa a cuanta hembra le mirase, quiso el padre darle estado,

A fin de que le dejara, antes de marchar a la guerra, un par de nietos, por lo

Menos. Tras de largo discurrir y excogitar, atoase a la fama, y eligió a |Flor de

Lis, hija de un poderoso castellano y tenida en el Reino por la más bella y

Recatada.

Distante muchas jornadas del castillo de Timbre de Gloria estaba el de la

Hermosa; a él se encaminaron padre e hijo, cargados de riquísimos presentes, con

Gran séquito de escuderos y servidumbre. No bien hizo la petición el caballero

Cuando le fue concedida; y al avistarse los prometidos, ambos a dos estuvieron a

Punto de desmayarse: tan hermosos y seductores se hallaron uno a otro, de tal

Modo traspasado por puntas de amor. Concertárnosle las bodas con el plazo

Perentorio de los preparativos, y, después de tres días de espléndidos festejos,

Partieron los peticionarios.

Tamaño acontecimiento trascendió hasta los reinos limítrofes: apenas si cabría en

El mundo pareja más hermosa, más ilustre, y novios el uno para el otro más

Apropiados. Timbre de Gloria estaba como loco: aún a las fieras del monte, hasta

A los mismos muros del castillo quería comunicarles su ventura; enajenabas con

La ausencia: eternidad se le volvía la rapidez vertiginosa con que se gestionaban

Los aprestos y diligencias del matrimonio. 3

Más que con los garzones de su clase, le ligaban vínculos de tierna amistad con

Su maestro predilecto, el licenciado Reinaldo, varón doctísimo y preclaro, en quien

Cifró el mancebo cuanta fe y seguridad cupo entre amigos. El tal se hallaba,

Últimamente, en la corte, y Timbre de Gloria acudió en su busca, para hacerle

Partícipe de cuanto le acontecía y esparcirse con él en deliciosas confidencias.

Nunca tal hiciera. Grande atención prestó el licenciado al desbordante relato del

Doncel; y luego, con aire y tono de quien posee un secreto por nadie sospechado,

Dejó es decir estas palabras:

-Hermosa como el sol es tu prometida, amigo mío. Rica-hembra más celebrada no

Conozco; pero...

-¿Pero qué, maestro?

-¡Pero!... -volvió a decir el licenciado.

Y a que se explicase no fueron parte ni el ruego, ni las promesas, ni las lágrimas

De su discípulo. Separase de Reinaldo con el corazón emponzoñado. Ese |pero

Que nada definía, que nada concretaba, tuvo para él, en la boca autorizada de su

Maestro y amigo, la sugestión terrible de lo desconocido.

¿Qué sería? ¿Qué no sería? ¿Un alerta, acaso? ¿Un pronóstico? ¿Cuántas y

Cuáles consecuencias tendría eso en su destino? ¡Imposible adivinarlo! Más, fuese

Esto, aquello o lo de más allá, no le cabía duda que era algo grave tal vez

Vergonzoso, que, en su inexperiencia de niño, no le era dado ni sospechar

Siquiera.

Sólo así se explicaba la obstinación de su maestro en aclarar el asunto; de otra

Suerte no concebía aquel | pero en boca por la que hablaban la prudencia y la

Sabiduría.

Labrándole, corroyéndole la palabra cada vez más, llegó al castillo tan tembloroso

Y desencajado, que todos a una tuviéronlo por próximo a expirar. Corrieron los

Escuderos, corrió el padre, corrió la madre, corrieron las hermanas; bajároslo del

Corcel como un difunto y lo llevaron en vilo hasta su lecho. A la gritería y

Confusión, cobró alientos el mancebo; mas fue para arrojarse desatentado y

Ponerse de hinojos a las plantas de su padre. En tal guisa sacó la tizona y, con

Voces doloridas y entrecortadas, dijo así:

-Padre y señor: tomad mi propio acero y quitadme la vida; no la merezco ni la

Quiero. No la merezco, porque tengo de faltar al honor; no la quiero, porque no hay

Bajo el cielo hombre más desgraciado que vuestro hijo.

-¡Loco!... ¡Mi hijo está loco! -prorrumpió el castellano, presa del espanto. 4

-No estoy loco, padre y señor -replica Timbre de Gloria, con acento seguro y

Reposado-. Hoy más que nunca estoy en mis cabales; pero ni vos ni nadie en el

Mundo será poderoso a que yo tome por mujer a Flor de Lis. ¡Por mis padres que

Me escuchan, por el Dios que está en los cielos, juro que sólo en pedazos me

Llevan al altar y que no tomaré por esposa a otra mujer! De antemano me declaro

Reo de muerte, y os pido, padre mío, cumpláis la sentencia. Tomad mi espada...

No vaciléis un punto.

-Álzate, hijo mío; envaina el acero, que estás loco.

-Tratadme como a tal, si así lo creéis; pero mi juramento es irrevocable.

Dijo y salió.

Creyese en el castillo que, sobre la locura del hijo, vendría

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