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El Arte De Escribir


Enviado por   •  17 de Julio de 2014  •  3.196 Palabras (13 Páginas)  •  197 Visitas

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EL ARTE DE ESCRIBIR (TEG)

Fernando Lázaro

(La Exposición y el Ensayo)

C.1.- La exposición

Exponer es presentar una cuestión cualquiera con el propósito de hacerla conocer y comprender a otras personas. Los ejercicios de examen son exposiciones, cuya finalidad particular consiste en que el examinando demuestre conocer un tema.

La exposición pura como la que se suele dar en los ejercicios de examen es más bien rara. Normalmente se asocia con la argumentación, es decir, con un proceso más personal y creador, en el cual el expositor introduce ideas o puntos de vista suyos, defendiéndolos con razones y, a veces, combatiendo otros que considera erróneos.

En la exposición predomina, pues, una actitud objetiva. Con ella se trata de brindar a quien la lee –o la oye– una información que pueda resultarle útil o necesaria. Como todo escrito, consta de los tres componentes retóricos que ya conocemos:

- la invención o acopio de hechos;

- la disposición u orden en que se exponen esos hechos; - la elocución o expresión lingüística definitiva.

Examinemos estos componentes por separado.

La invención en el escrito expositivo:

Recibe el nombre particular de documentación. Quien se dispone a exponer algo (un profesor, un conferenciante, un alumno, un periodista, etc.) debe empezar por documentarse, es decir, por leer (o escuchar, si las fuentes de información son orales) el mayor número de libros, artículos, etc., referentes a la cuestión que va a exponer. No debe descuidar, si el tema lo permite, la documentación plástica, fotografías, cuadros, esculturas, gráficos, etc., que puedan contribuir a una mejor comprensión.

La documentación debe aspirar a ser:

–Lo más completa posible; no debemos conformarnos con una sola fuente de información -un libro, un artículo, una enciclopedia-, pues, en ese caso, nos convertiremos en meros repetidores de lo que otro ha expuesto ya;

–Lo más moderna posible; caso de que el tema haya sido tratado por diversos autores, en diversas épocas, procuraremos informarnos de él a través de los autores más solventes y en sus escritos más recientes.

A veces, sin embargo, la exposición se plantea como un trabajo histórico (por ejemplo: «Los movimientos en pro de la liberación de la mujer durante el siglo xx»; «Actitudes ante la pena de muerte entre los juristas nacionales»), y ello obligará a consultar las fuentes antiguas o modernas, sin renunciar a ninguna.

–Estrictamente referente al tema que nos interesa; al exponer, no deberemos desviarnos hacia otras cuestiones, y ello debe empezar a cuidarse ya en el momento de documentamos.

Las fichas

En la fase de documentación, es muy útil trabajar con fichas, es decir, con pequeños rectángulos de cartulina (en las papelerías las venden de diversos tamaños; debe elegirse el que guste más; o podemos hacérnoslas de papel, cortando folios).

Si nos estamos documentando en un libro, una revista, un perió¬dico, etc., copiaremos en fichas distintas aquellos informes que juzguemos importantes, procurando que sea homogéneo (que «trate de una sola cosa») lo que en cada ficha se copia. A un mismo aspecto de la cuestión pueden dedicarse diversas fichas. Ello será obligado cuando pasemos a consultar otras fuentes documentales (es decir, otro libro, otra revista, otro periódico).

Una vez que hayamos dado por terminada la fase de documentación, procederemos a ordenar las fichas, esto es, a agrupar aquellas que tratan del mismo problema (aunque sus puntos de vista sean diferentes) y, después, a colocar cada grupo en un orden determinado, con lo cual entramos ya en la segunda fase del trabajo preparatorio: la disposición.

Disposición del escrito explicativo

Hemos de trazarnos, efectivamente, un plan (igual que en los escritos argumentativos, como ya veremos).

–Es muy difícil, por no decir imposible, enseñar a elaborar un plan, pues este suele estar condicionado por la naturaleza del tema, y el número de cuestiones explicables es infinito. Depende también de las aptitudes del expositor, de sus facultades lógicas.

–En cualquier caso, ha de partirse siempre del enunciado claro e inequívoco del problema. Aparte de figurar éste abreviadamente en el título, pueden dedicarse las primeras líneas del escrito a su planteamiento, sobre todo si es muy extenso o tiene muchas implicaciones que no podemos desarrollar. En ese caso deben anunciarse los límites que nos hemos impuesto en la exposición, señalando si es posible las cuestiones que dejamos fuera.

–Si vamos a exponer el tema históricamente, deberemos seguir un orden cronológico, mostrando las sucesivas soluciones que se han ido aportando, dejando para el final nuestra adhesión a una de ellas o nuestra propia propuesta, si es que la hacemos. Iremos utilizando para ello las fichas de que disponemos, sabiendo renunciar a las menos significativas, en función del tiempo y del espacio de que dispongamos (no puede entrarse tan a fondo, por ejemplo, en un trabajo de clase como en una tesis de licenciatura o doctorado).

–Cuando el tratamiento del tema no es histórico, las dificultades aumentan porque carecemos de la ayuda que presta la ordenación cronológica. Hemos de establecer nuestro propio plan. Conviene entonces «parcelar» la cuestión en aspectos homogéneos, pero diversos entre sí imaginemos que debemos tratar de la selectividad universitaria. Nos habremos documentado previamente (en los periódicos, en documentos oficiales, en conversaciones, en declaraciones de partidos y sindicatos, etc.). Habremos acopiado unas decenas, tal vez unos centenares de fichas, que debemos ordenar; tendremos que «parcelar» la cuestión de la selectividad, según hemos dicho. Y una primera división se impone:

–argumentos a favor;

–argumentos en contra.

Empezaremos por los primeros, subdividiéndolos también según su naturaleza:

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