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El Cantar De Roldán


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2012  •  1.604 Palabras (7 Páginas)  •  732 Visitas

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El cantar de Roldán

“La Chanson de Roland”. Poema épica francés.

Poema épico del “renacimiento carolingio” compuesto a finales del siglo XI por un autor anónimo, quizás de origen normando. Narra en casi trescientos pequeños cantos las causas, hechos y consecuencias de aquella batalla de Roncesvalles del año 778 en la que se enfrentaron las tropas cristianas de Carlomagno contra las de los árabes (y quizás grupos de vascones).

Destacan en él las descripciones hiperbólicas –número y condición de los combatientes, ornamentos y armas-, el contraste entre las virtudes de un bando frente a las perfidias del otro, propio de los “cantares de gesta”; también la intervención y apoyo de elementos divinos de la Cristiandad y, sobre todo, la exaltación de los valores propios del héroe medieval, encarnados en Roldán: la lealtad, el honor, su sacrificio y muerte que le otorgan la inmortalidad.

Primera parte (1-80):

Introduce las causas del enfrentamiento y los preparativos del combate. Marsil, rey de Zaragoza, amenazado durante siete años por Carlomagno, busca una “tregua”, una nueva treta para que se retire el emperador cristiano. Le jurará fidelidad, abandonar Zaragoza y enviar riquezas para convencer a su rival. Todo vale, siempre y cuando Carlos, sus Pares, Roldán y Oliveros vuelvan a Francia. Una vez allí, el día de San Miguel, Marsil se rendirá y se convertirá.

Carlomagno recibe la promesa del árabe y a su vez decide enviar un mensajero con su respuesta. Como nadie se fía de las promesas del enemigo, aunque todos creen intuir algo convincente, buscan un voluntario como legado para el viaje: ninguno de los Doce Pares ni caballeros excelentes y recelosos, irá. Roldán, sobrino del monarca, un héroe entre los suyos, propone a Ganelón, quien toma la iniciativa como una represalia del caballero –de quien jura que ha de vengarse-, pero acepta y pide al emperador ciertas garantías.

Ganelón llega junto a Marsil y traiciona a sus compatriotas, acordando los ahora aliados que el objetivo será Roldán, no Carlomagno: la columna de retaguardia cristiana, en su regreso por las montañas, será atacada allá donde se encuentran los más esforzados caballeros francos. (En vanguardia va el rey con otros tantos “innumerables”). Roldán, en el paso de Roncesvalles, será el blanco del ataque.

El legado imperial, ya un renegado, regresa habiendo recibido honores y regalos de Marsil. Comienza la retirada cristiana a cambio de la ciudad de Zaragoza, de otros dominios y de la conversión de mismo Marsil. Los caballeros árabes, por su parte, con doce émulos de los francos a la cabeza, se disputarán el honor de ser los primeros en asestar el golpe que derribe a Roldán.

Segunda Parte (81-176):

La batalla. Los franceses, ya en el desfiladero de Roncesvalles, descubren la trampa y se preparan para una lucha desigual pues los árabes les superan en número y posición estratégica. La encerrona entre los abruptos pasos desemboca en un durísimo enfrentamiento que los cristianos resisten épicamente. Sin embargo, la larga duración de la contienda les resulta mortalmente desfavorable.

Roldán rechaza, como desea Oliveros, tocar el “olifante” que avisaría al Emperador Carlos de las desesperadas escaramuzas a retaguardia. Así pues, la derrota es total: caen los Doce Pares, Oliveros, el Arzobispo Turpin –modelo de clérigo y guerrero- no sin antes haber dejado a su alrededor un campo sembrado de cadáveres infieles. El último, ya solo, es Roldán, herido en todo el cuerpo. Antes de expirar intenta romper su espada llena de reliquias, “Durandarte”, para que no caiga en manos enemigas, pero no lo consigue. Cuando fallece, los Arcángeles se llevan su alma al Paraíso.

Tercera parte (180- final):

Carlos, que ha escuchado el “olifante” de Roldán –sólo se ha hecho sonar como último remedio para que el Emperador conozca la traición y reconozca la valía de los combatientes- regresa con el grueso de sus tropas. Los árabes escapan aterrados. Carlos encuentra el lugar repleto de muertos fieles e infieles. Sigue su avance para vengarse del enemigo en fuga, dejando un cuerpo de ejército para velar los restos de sus héroes fallecidos. Los persigue hasta Zaragoza, donde se esconde Marsil, al que le falta una mano, cortada por al espada de Roldán durante el combate. Su propio hijo ha muerto y él mismo ha vuelto como derrotado. El pueblo árabe reniega de sus dioses, Apolo y Mahoma, que no les han protegido en la batalla y maldice y tortura a Marsil. La reina Abraima, esposa de éste, llora desconsoladamente.

Pronto llegará al poder el Emir Baligán de Babilonia, que viene acompañado de cientos de soldados de Arabia. Prepara un nuevo enfrentamiento –que Carlos, siempre aconsejado por la divinidad, ya había soñado-. El emperador cuenta con un arma poderosa, la espada “Gozosa”, rematada con la punta de la lanza que hirió a Cristo. Tras realizar los más exquisitos sepelios de los caballeros fallecidos, a quienes ha llorado como nadie, encabeza una nueva batalla

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