El Deporte En Mexico Y El Espiritu De Competencia
wanda46 de Noviembre de 2012
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La palabra competencia derivada del latín “competere” significa “buscar conjuntamente y posee varias acepciones de acuerdo al contexto en la que sea utilizada.
Se puede competir con uno mismo superando sus propias marcas, o las de otros deportistas, se puede competir individualmente o grupalmente agresiva o naturalmente, súbitamente o progresivamente. Ya sea en un caso o en otro existe en la competencia un innato impulso a la superación.
El reconocimiento en la competencia bien puede ser individual como en el caso del autoreconocimiento o grupal y dependerá entre otros factores de la naturaleza del deporte especifico.
Siempre y cuando la competencia esté conducida por altos valores morales, beneficia no solo al individuo o grupo sino a la institución a la que pertenezca y al Deporte mismo.
DESDE TEMPRANO
El impulso de superación está íntimamente ligado a la sobrevivencia y a las tendencias de dominio que posee el hombre. Este impulso se presenta muy tempranamente en nuestra vida y es posible observarlo con claridad en los juegos infantiles. En estos, el niño repite en forma activa aquello que ha vivenciado previamente en forma pasiva. El juego sirve además como conducta que modela, limita, y recrea la fantasía del niño.
Profunda será la relación que se puede establecer entre el juego y el deporte ya que ambos tienen aspectos similares con el común denominador del placer como afecto primordial.
En estos juegos sera posible hallar factores que hacen a la competencia, siendo un claro ejemplo el ejercicio de los roles vinculados a la autoridad, donde el niño aprende a manejarse con códigos en donde existe el líder, el que depende el que se mejora, el que compite. Estos juegos encontramos implícita la satisfacción imaginaria de necesidades vitales, dando sentido a toda la estructura personal tanto la física como la psicosocial. Estas necesidades vitales durarán toda la vida y a “posteriori” pueden ser satisfecha por las profesiones, el deporte y otras actividades canalizantes.
En todas estas es posible también la sublimación de la constitucional y natural agresividad humana, con el consecuente beneficio secundario.
Una adecuada competencia infantil favorece la evolución a diferentes, posteriores y más estructurados estadios que incrementan y facilitan la madurez físico emocional del niño.
De aquí la importancia del “juego-deporte” a edades tempranas. El niño (y el adulto) al irse autosuperando en sus metas y marcas, ya adquiriendo una noción profunda del perfeccionamiento de sus propios recursos personales.
EL PLACER DE TRIUNFAR
Si bien cuando se gana a un deporte a un oponente, existe la consecuente cuota de placer, todo indica que es la autosuperación la que opera con mayor intensidad en el principio psíquico que regula el placer humano. Imaginemos el indescriptible placer al alcanzar la cima de una montaña a la que hubo que conquistar.
Este nivel de autocompetencia le permite al hombre, progresivamente ir descubriendo el enorme caudal de destrezas que posee y que por falta de aprendizaje están dormidas en su interiore, pero, prestas as brindarse a favor de la evolución personal.
Lo “mejor” es un valor cultural sustancial que actúa como un estímulo discreto en todo hombre que anhela una vida digna y placentera. Por esto es que el deportista intenta nadar “más” y “más” rápido, saltar “más” alto, meter “más”goles.
Este “más” es una constante ligado a “más” placer. Es este “más” el que produce mayor plenitud vital.
Cualquier actividad física sin placer no resulta recreativa por lo cual las posibilidades de obtener un triunfo consecuente se hacen cada vez más lejanas.
Como en la vida humana hay que vencer continuamente ciertas y determinadas resistencias, un triunfo deportivo con su correspondiente cuota de placer le otorga sentido a los “sacrificios” del entrenamiento. Sacrificios que por si mismos posee un valor terapéutico ligado a la estructura misma del deporte.
Si bien la contracara del triunfo seria la derrota, esta en el caso de no ser repetida o constante es una fuente importante de conocimiento y por eso altamente aprovechable para regular la autoestima y neutralizando fantasías omnipotentes de “todo lo puedo” vinculadas a trastornos narcicistas de la personalidad.
En el fondo todo triunfo humano siempre sostendrá la idea de que la vida puede sobre la muerte. Si bien a cada uno de nosotros nos depara el mismo destino, la vida se prolonga en un continuo ir hacia delante.
LA PERFECCION
La perfección no existe nada más que como idea humana. Es más, es parte fundamental de la estructura imaginaria hacia la que tendemos por medio del camino de la autosuperación y que forma una idealización de “lo mejor”. De aquí que la perfección sostenga en su interior un “plus ultra”, un más que nos convoca a obtenerlo.
El camino que recorramos positivamente será el progreso de ese proyecto que en el deporte se marca por las metas a obtener y la perfomance correspondiente.
La perfección así entendida es un motor que nos impulsa a la competencia con nosotros o con los otros. Pero bien, cuando hemos logrado un nivel propio de perfomance puede existir temporalmente la necesidad de descanso. El cuál si es demasiado largo puede conformarnos perder el estímulo de mejoramiento. Tradicionalmente esta situación se manifiesta en el dicho popular “sentarse sobre los laureles”. Será ésta una forma de derrota con múltiples y negativas consecuencias.“Sentarse sobre los laureles” será la “forma perfecta de la derrota”.
Si bien existen deportes perfectos, aunque algunos así parezcan, ya que ningún deporte por sí solo tiene la posibilidad de contener a todas las destrezas físicas en forma simultánea, a menos que se integren varios como en la figura del “tetratlon”; el deporte muestra cuan perfectible es esa maquina humana llamada cuerpo que en cada uno de sus procesos “repite” la organización del Universo tal como hoy hemos llegado a conocerlo.
COMPETENCIA Y AUTOESTIMA
Numerosos estudios teóricos y observaciones empíricas han llegado a la conclusión que, el nivel de autoestima aumenta favorecido por la superación de la propia perfomance.
También, como otras actividades, el hombre en el deporte puede llegar a demostrar que esta sujeto a reglas y leyes que son características de lo físico, lo psicológico y lo social. Tener un cuerpo modelado, fuerte, activo, atractivo, es un ideal común a hombres y mujeres. Este aspecto se encuentra incrementado por valores culturales y la moda, siendo ésta última una especie de tiranía a la que hay que obedecer poder actuar dentro de ciertos y determinados núcleos.
Si uno posee este tipo de cuerpo impuesto por la sociedad, se siente aceptado e integrado ala misma. En el caso en que la persona no se corresponda con los patrones imperantes en esa cultura y si esta muy pendiente del reconocimiento de los otros, es posible que se produzcan en ella, sentimientos de exclusión, de marginación o de inferioridad. Es casualmente este último sentimiento el que da lugar a una estructura personal deficitaria.
Acorde con la ayuda que se le brinde a esa persona se obtendrá modificaciones positivas. Este tipo de ayuda bien puede proceder de tratamientos terapéuticos como desde el mismo campo de la actividad deportiva o bien de una integrada combinación de ambos.
Este tipo de personas tienen tanto a autocriticarse como a censurar a los otros, posee un bajo umbral de resistencia a las frustraciones o fracasos, se aíslan y reaccionan en forma exagerada a cualquier indicación que se les haga, son poco competitivos, en general rechazan la integración grupal, y estar al lado de ellos nos obliga a protegerlos.
Generalmente las personas que poseen sentimientos o complejos de ser inferiores, compiten pero desde un ángulo negativo. Se autoexcluyen y al no integrarse de hecho y aún sin desearlo concientemente sabotean tanto al equipo al que pertenecen como a la misma actividad. Pueden llegar a ser, dependiendo de la estructura del grupo una especie de carga que los miembros del equipo soportan durante un tiempo, pero que en definitiva expulsarán del mismo.
Aquel tipo de personas con conflictos de inferioridad que practican algún deporte pueden, no obstante llegar a canalizar en el mismo la agresividad que este complejo siempre produce ya como autoagresión o agresión dirigida hacia otros. El deporte sirve así, entre sus otros beneficios, como una válvula de escape a la presión fisico-psíquica que, inclusive naturalmente acumulamos en la vida diaria.
No necesariamente la agresión es dañina ya que la misma en forma coordinada sirve para la defensa personal y es un positivo sustrato para actividades que precisan de una cierta cuota de agresión. Pero cuando la agresión no es derivada correctamente produce deterioros profundos en la estructura personal.
En aquellas personas con una acentuada disminución de la autoestima, además de la necesaria ayuda específicamente terapéutica, la práctica de algún deporte accesible, le proveerá de un cierto autoreconocimiento o un reconocimiento por parte de los otros que favorecerían la adquisición del bienestar necesario para
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