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El Lado Oculto Del Presidente Mora

Maga2829 de Octubre de 2014

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Datos del autor

Vargas Araya, político costarricense que fue presidente de la República (1849-1853 y 1853-1859), Juan Rafael Mora Porras trabajó durante su juventud como comerciante, profesión de su padre. En 1847, con solo 33 años de edad, ocupó la vicepresidencia de la República, cargo al cual renunció por discrepancias en asuntos de administración pública con el presidente José María Castro, quien dos años después abandonó la presidencia en su beneficio. Tanto en el primer mandato como en el segundo se produjeron en Costa Rica grandes progresos. En 1856]] tuvo que hacer frente a la amenaza del estadounidense William Walker, que dominaba en Nicaragua y amenazaba con invadir América Central. Su victoria contra Walker en la batalla de Rivas (1856) aseguró la independencia de Costa Rica, al tiempo que le proporcionó un alto prestigio nacional. A principios de 1859 resultó reelegido por tercera vez, pero el 14 de agosto de ese mismo año, tras la indisposición que creó un decreto gubernamental que expropiaba las tierras del este para subastarlas, un golpe de estado encabezado por el conservador José María Montealegre lo obligó a dejar el poder y marchar hacia el exilio. Se refugió en El Salvador, desde donde preparó el regreso a Costa Rica. En 1860 desembarcó en Puntarenas y entabló contra las fuerzas presidencialistas duros combates, en cuyo transcurso fue apresado, sometido a consejo de guerra y condenado a muerte. Fue fusilado el 30 de septiembre de ese mismo año en Puntarenas. Igual suerte corrió el general salvadoreño José María Cañas

CAPÍTULO DÉCIMO. I. Por fin se instaló la Convención (9 de abril) y se leyó el mensaje que le dirigió el Libertador, es el que volvía a renunciar el bastón de Presidente y la espada de jeneral. En este importante documento, hizo Bolívar una reseña verídica del triste estado de la República, manifestando la necesidad de reformar las instituciones, dando al gobierno po¬der legal suficiente para asegurar la paz y el orden. Pero en gran parte el malestar que se sentía, la perturbación absoluta con que amenazaba la anarquía de las ideas eran provenientes de los primeros y fatales desa¬ciertos que él mismo cometiera desde su llegada a Guayaquil, cuya ver¬dad sentida por todos, debilitaba la fuerza de su expresión. Desde que se abandona el sendero de la legalidad, precisamente se ha de tropezar con abrojos, matorrales y vallados que impiden encontrar el camino para salir a lo claro. En las circunstancias en que Bolívar hablaba, los más sanos principios enunciados por sus labios eran mal interpretados: aparecían, o se hacían aparecer, no como convicciones sinceras, sino como innoble ambición personal. Se ha dicho, y se ha dicho muy bien, que aquellas circunstancias se crearon. La misión del señor Leocadio Guzmán, el acta de Guayaquil, las que a ellas se siguieron, y las conse¬cuencias que produjeron, son argumentos incontestables en favor de la proposición enunciada. Cuado las circunstancias vienen por sí mismas, se los puede hacer fuente, se las puede dominar; unas cuando se crean, todo lo arrastran en pos de sí, agobia la responsabilidad del error cometi¬do, y no hay poder que resista a la fuerza oponente, fundada en la razón ofendida. "¡Legisladores! (concluía el mensaje de que hablo). Ardua y grande es la obra que la voluntad nacional os ha sometido. Salvaos del com¬promiso en que os han colocado nuestros conciudadanos, salvando a Colombia. Arrojad vuestras miradas penetrantes en lo recóndito del corazón de vuestros comitentes: allí leeréis la prolongada angustia en que agonizan; ellos suspiran por seguridad y reposo: un gobierno firme, poderoso, justo, es el grito de la patria. Miradla de pié sobre las ruinas del desierto que ha dejado el despotismo, pálida de espanto, llo¬rando quinientos mil héroes muertos por ella, cuya sangre sembrada en los campos hacia nacer sus derechos; Sí, legisladores! muertos y vivos, sepulcros y ruinas, os piden garantías. I yo que sentado ahora en el hogar del simple ciudadano, y mezclado entre la multitud, recobro mi voz y mi derecho; yo que soy el último que reclamo el fin de la sociedad; yo que he consagrado un culto religioso a la patria y a la libertad, no debo callarme en ocasión tan solemne. Dadnos un gobierno en que la ley sea obedecida, el magistrado respetado y el pueblo libre; un gobierno que impida la trasgresión de la voluntad jeneral y los mandamientos del pueblo. "Considerad, legisladores, que la energía ¬de la fuerza pública es la salvaguardia de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto y la esperanza de la sociedad. Considerad que la corrupción de los pue¬blos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad que sin fuerza no hay virtud, y sin virtud perece la Re¬pública. Mirad, en fin, que la anarquía destruye la libertad, y que la unidad conserva el orden. "¡Legisladores! a nombre de Colombia os ruego con plegarias in¬finitas que nos deis, a imagen de la Providencia que representáis, como árbitros de nuestros destinos, para el pueblo, para el ejército, para el juez, y para el magistrado, ¡leyes inexorables!........" Absteniéndose de proponer ninguna forma de gobierno, terminaba diciendo: "Nada añadiría a este funesto bosquejo, si el puesto que ocupo no me forzara a dar cuenta a la nación de los inconvenientes prácticos de sus leyes. Sé que no puedo hacerlo sin exponerme a siniestras in¬terpretaciones, y que al través de mis palabras se leerán pensamientos ambiciosos; mas yo, que no he rehusado a Colombia consagrarle mi vida y mi reputación, me conceptúo obligado a este último sacrificio." ¿No restan en este lenguaje la buena fe, la convicción profunda, la sinceridad del corazón? Los principios que él enuncia ¿no son los principios indispensablemente fundamentales de todo gobierno bien constituido? puede existir una sociedad sólidamente organizada, sin profesarlos y establecerlos? se oponen ellos a la libertad que reclaman los hombres honrados, dentro de los límites do la moral? Qué es la libertad? No es el respeto a todos los derechos de la humanidad, protegidos por la ley, afianzados por el orden, y asegurados por la justicia administrada por tribunales que den garantías de independencia y rectitud? La libertad de conspirar impunemente, de calumniar, de atro¬pellar los derechos mas sagrados, de alzarse con el poder por el crimen, de no respetar ni el sexo débil que no puede defenderse, de oprimir con sevicia feroz, de erigir el vandalaje en sistema, de asesinar, do saquear, de incendiar.....................¿es la libertad que conviene a los pueblos? I un gobierno fuerte por la ley que conso-lidara el orden social, impidiendo con vigor estos males tan frecuentes y desastrosos en nuestras repúblicas turbulentas, y asegura¬se por la justicia los bienes de una libertad racional, aplastando la anarquía ¿podría llamarse absoluto y tiránico? No! La idea de Bolí¬var era noble, previsiva; pero desgraciadamente se apresuró demasiado, se equivocó en los medios. Si hubiera vigorizado el principio sacrosanto de la legalidad, sosteniendo la constitución que regia, salvándola con su brazo poderoso del naufragio que la amenazaba y que, por fin, la ahogó; llegando el año de 1831, en que cesaba su inviolabilidad, una convención verdaderamente nacional; con la fuerza moral de la legitimidad de su reunion, de que carecia la de Ocaña, sin que en su seno lucharan ¬pasiones hostiles y vengativas, habría oido con santo respeto las palabras de rejeneracion saludable del fundador de la república, y el bien se ha¬bia hecho sin contradiccion y con un sometimiento espontáneo. ¿Qué se habría podido objetar si entonces, al lógico trozo del mensaje que he trascrito, hubiera añadido: "ya habéis, legisladores, palpado que las ins¬tituciones vigentes son débiles para sostenerse por sí mismas; que sin mi, la República habría perecido. Pero yo no soy mas que un hombre próximo a hundirse en el abismo de la eternidad; asegurad, pues, a la patria una existencia duradera que no dependa de la vida de ningún hombre," ¿qué se habría podido objetar, repito, a estas palabras que tan recientes hechos justificaban? Ah! cuando Bolívar habló, ya su voz no se oía; la pureza de sus intenciones fue desconocida, y como él mismo lo habla previsto, sus exhortaciones fueron siniestramente interpretadas! II. La Convención se vio ahogada en representaciones, en actos, en manifestaciones de las autoridades, de los cuerpos del ejército, de los cabildos, de los pueblos, pidiéndole leyes fundamentales en consonancia con las ideas emitidas por el Libertador. Mas, de nada de esto se hizo caso, y las representaciones del ejército, se enviaron al Presidente "como a quien correspondía mantener el orden público y la disciplina militar," lo que era condenarlas. Todavía la Convención hubiera podido salvar la República, declarándose incompetente para reformar y anular la ley fundamental, y decir terminantemente que no podía ser alterada por una Convención que aunque fuera convocada por el Congreso no tenia misión legítima. ¡Qué golpe moral tan terrible no hubiera dado semejante declaratoria a to¬das las pasiones y a todos los partidos! ¡Qué fuerza conservadora no habría adquirido el principio de legitimidad con un acto tan esplendente de respeto a su inviolabilidad! Pero la Convención no quiso detenerse un momento siquiera a examinar su origen, ni si dentro de la esfera de los principios del derecho constitucional, podía considerarse competen¬temente autorizada a proclamarse un cuerpo soberano constituyente; y lo que hizo fue declarar, por unanimidad, necesaria y urjente la reforma de la constitución, y que debia ocuparse en este asunto, con lo que le dió el último golpe.

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