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El monstruo del B14

Karen LeeTrabajo25 de Marzo de 2021

836 Palabras (4 Páginas)107 Visitas

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Karen Julieth Plazas Garibello

Redacción Periodística

ID:530066

El monstruo del B14

Abrí mis ojos aquella mañana de lunes, un poco somnolienta, me pesaban los ojos y tenía una que otra lagaña pegada en mis pestañas, es que la noche anterior me la había pasado escogiendo outfits en Pinterest para mi nueva etapa en la universidad, yo quería algo sofisticado, pero que a la vez me hiciera ver fresca y radiante, pasé de fotos de mom jeans a fotos de pantalones de cuero super ajustados, estaba muy indecisa. Luego de desayunar y decidirme por la ropa del 31 de diciembre que compro mi mamá, me dirigí hacia mi universidad, mientras caminaba sentía que con cada paso mis bellos se levantaban lentamente, a su vez un frio me atravesaba la columna vertebral de arriba hacia abajo una y otra vez, intenté calmarme pensando en otras cosas, pero mi mente no podía dejar de lado este nuevo comienzo tan importante en mi vida.

Llegué a la estación de Transmilenio, tomé el B14 que me llevaría directo a la 26 para hacer transbordo. Observaba de lejos a una señora de cabello castaño con algunas canas que hacían notar el transcurso de su alma en estos tiempos, lucía con cierta cursilería una blusa verde de escote, sus manos estaban arrugadas y en la punta de sus dedos unas uñas largas de color rojo muy desalineadas. Se acercó lentamente hacia el centro del vagón, entrelazó sus manos y de repente con voz clara y afinada comenzó a interpretar una melodía que me transporto a mis épocas de niñez, recordé a mi madre cantando a grito herido mientras planchaba mis camisas y la jardinera roja del colegio. Fue algo indescriptible escuchar a esta señora de verde cantando:

Ya lo ves, la vida es así

Tú te vas y yo me quedo aquí

Lloverá y ya no seré tuya

Seré la gata bajo la lluvia

Y maullaré por ti”

La mujer luego de esto paso por cada uno de los asientos pidiendo dinero, cuando llego al mío me sonrió con tanta amabilidad, que decidí darle todas las monedas que traía en mi billetera, fue un espectáculo digno de Broadway y debía ser pagado con todo lo que tenia de mi mesada para ese día.  

Dejé mi atención sobre ella a un lado y decidí escuchar un poco de música de mi cantante preferida Billie Eilish, uniendo mi corazón al ritmo de Bad Guy con su “pam, pa rara rara, pa rarara ra, pa rara rara pa rara ra ra”. Mientras iba casi en la mitad de la canción sentí de repente una mano que se dirigía lentamente hacia mi entrepierna, volteé a mirar y era un hombre de unos 40 años que a su vez estaba tocándose su pene con la otra mano, mientras con sus dientes se mordía la boca de manera repugnante dejando chorros de baba salir por ella. Sentí miedo y mucho asco, no sabía qué hacer, pensé en levantarme y ya, pero cuando traté de hacerlo me susurró: “Si lo haces, te mato”, lentamente sacó de uno de sus bolsillos una navaja y la acercó hacia mi cintura, me puse a llorar de la desesperación, pero nadie se daba cuenta. Yo lloraba en silencio mientras este cerdo de al lado se masturbaba deslizando su mano por debajo de mi falda. Me quede ahí, quieta sin moverme, mientras la música de mis auriculares sonaba demasiado alta. Aguanté sus uñas largas tratando de introducirlas en mi vagina, me rasguñaba, me dolía, y no podía ver su cara, me producía terror, yo solo pensaba en soportar, porque entre más lloraba el más se excitaba, y si yo hacía algo él iba a matarme.

El hombre se vino en sus pantalones y dejó de tocarme, se levantó y tomó del brazo a la dama de verde que se subió a cantar hacía unos cuantos minutos. Yo solo continúe en el Transmilenio, me arregle la falda y me ataque a llorar unas cuantas estaciones más adelante y así continúe todo el camino, nunca llegue a la universidad, estaba totalmente traumatizada, no podía ver mis piernas sin recordar sus tenebrosas manos, no podía no sentir asco y dolor al mismo tiempo.

Llegué a mi casa, abrí la ducha, cerré mis ojos y mientras corría el agua sobre mi cuerpo, con una piedrita de exfoliar raspaba mi piel en busca de erradicar todo residuo de aquel hombre, me sentía sucia y quería ser la misma mujer que salió esa mañana de lunes con la esperanza de un nuevo comienzo. Al salir de la ducha, me dirigí a tirar la ropa que me regalo mi mamá ese 31 de diciembre a la basura, ya no traía recuerdos de amor y felicidad, ahora solo me recordaban a aquel monstro del B14. Me acosté en la cama y mientras recordaba las escenas entraba en mi cuerpo un sentimiento de frustración profundo, ya “lo hecho, hecho esta”, no podía denunciarlo, nadie me creería, no tenía pruebas ni testigos, solo esa mujer que probablemente era su mayor cómplice y por supuesto su esposa.

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