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Emergencias, una noche de guardia en el Hospital Clínicas


Enviado por   •  22 de Junio de 2013  •  Informes  •  472 Palabras (2 Páginas)  •  2.009 Visitas

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Emergencias, una noche de guardia en el Hospital Clínicas

Autor: Álex Ayala Ugarte

Rastros y rostros arman cada día la historia particular de la sala de emergencias, un lugar donde se dan cita la vida y la muerte, en el que la distancia entre una y otra puede ser sólo cuestión de minutos.

Lunes. Diez de la noche. Las paredes amarillas y verdes del Hospital de Clínicas reflejan el trasiego de varios pares de batas blancas. Un grifo que gotea marca con un compás casi fúnebre los silencios. Una ambulancia de la Red 118 de la Alcaldía espera en el parqueo para salir ante cualquier urgencia. Las máquinas de escribir bailan al son del mar de dedos que se les viene encima. La ciudad ya duerme, pero la sala de emergencias está despierta.

Cada noche, todo un mundo abre sus puertas ante la mirada acostumbrada de los doctores. Óscar Romero, jefe de la unidad de emergencias, está de turno. Sus ojos rojos revelan falta de sueño. Una mueca de incredulidad cubre su rostro. El ir y venir de historias es constante. Y él despacha órdenes con la misma seguridad con la que un matarife cercena a su presa. Con todo, este rincón del hospital muestra siempre su propia inercia.

Tres médicos dirigen al equipo cada día: "un cirujano, un internista y un traumatólogo", explica Romero. El grupo lo completan los médicos residentes, un neurocirujano, que igual hace guardia aunque desde su casa, y los internos. Estos últimos trabajan hasta 17 días seguidos y se deslizan por la sala, repleta, como si fueran "zombies".

Instantes de una noche

Los cubículos donde se atiende a los pacientes, cinco, son como pequeños escenarios donde se condensan los instantes que dan vida a la unidad del hospital, en continuo movimiento. Por momentos, ninguno está vacío. En el primero, un borrachito duerme plácidamente con la ayuda de un suero que le ha devuelto el color a sus mejillas. El segundo y el tercero, aún sin gente, presentan cortinas descubiertas. En el cuarto, un señor de la provincia Muñecas, con traumatismos, aguarda sumiso en una camilla a que le coloquen la muñeca en su sitio. Y en el último espera un joven con la cara inflamada. Se durmió con varias copas de más y fue atacado por guardias privados en la zona de la Buenos Aires.

El primero en desfilar hacia la calle es el muchacho. No tiene dinero y promete volver al día siguiente. "La mayor parte no regresa", lamenta el doctor Romero. Ese es el particular infierno de la sala de emergencias, pues los médicos se sienten impotentes cuando los pacientes no tienen con qué cancelar los gastos y sólo pueden autorizar pagos diferidos en los casos más graves, los que se debaten entre la vida y la muerte.

Pese a todo, los insumos

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