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En Donde Habitan Los ángeles


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2013  •  1.091 Palabras (5 Páginas)  •  479 Visitas

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DONDE HABITAN LOS ÁNGELES

CLAUDIA CELIS

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Después del entierro

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pasos retumban en el corredor. Las casas vacíasexageran los sonidos. Y más todavía las que extrañan a susdueños. Las que están tristes. Las que están de luto. Medetengo. El silencio es tanto que se puede escuchar. La casaparece más grande. Enorme. ¿Será que la tristeza nos haceempequeñecer?... Tengo miedo. Necesito un abrazo de mistíos. Su consuelo. Su compañía. Su amor. Me siento comoaquel niño indefenso y atolondrado que llegó aquí devacaciones hace dieciocho años, sin siquiera sospechar queesta ciudad se convertiría en su ciudad, esta casa en su casa, yestos tíos abuelos en sus padres.

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L tren comenzó a frenar... Habíamos llegado a San Miguel. Miestómago se hizo nudo y las palmas de mis manos seempaparon. Recordé a mi mamá despidiéndome en el pueblo:"Te portas bien, Panchito... Te lavas las manos antes de comery no te olvides de los dientes... Sé bueno con mi tía Chabela y,sobre todo, obedeces a mi tío Tacho..." ¡El tío Tacho de mimamá!... ¡Mi tío Tacho! Mi estómago se amarró en nudo ciego.Con toda seguridad, él nos iría a recibir.Miré por la ventanilla. Ahí estaba: altísimo, el pelo demasiadocorto, casi a rape, y su eterna bata blanca. Miraba el tren conansiedad, como con ganas de vemos, de que bajáramos ya. Encuanto aparecimos por la puerta del vagón, su mirada sevolvió indiferente y hasta algo burlona. Al verme a mí, setransformó en la de un halcón que ha descubierto a su presa.Me puse detrás de mi prima Peque. Con su falda me sequé elsudor de las manos y también unas gotas que escurrían pormis patillas. Ella me jaló cariñosamente del brazo y me dijo:-Saluda, Panchito.Me armé de valor: -¿C-c-cómo l-l-le va, t-t-tío?A todos los chicos nos saludó con fuertes jalones de pelo, y ala Peque, a la Nena y a Lola, que ya eran grandes, con ligerosapretones en los cachetes. Caminamos hacia el coche, dondenos estaba esperando Lino Pirnos, su chofer.Lino Pirnos se llama en realidad Noé López. Su cambio denombre se debió a que cuando mi tío fue Presidente Municipalde San Miguel, Noé lo acompañaba a todos los actos políticos,

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y como al final de éstos ponían el disco del Himno Nacional, encuanto Noé se sentía cansado o aburrido, se le acercaba y ensecreto le pedía que ya se tocara el Himno para que pudieranirse, pero, con su muy particular forma de hablar, le decía:-Dotor, ¿ya tocamos l'ino p'irnos? y Lino Pirnos se le quedó.Un tiempo después me enteré de que mi tío no sabía manejar.Sorprendido por este descubrimiento, le pregunté: -Tío, ¿porqué no aprende?Él respondió enojado:-¿y Lino en qué trabajaría? ¿Cree que yo mismo le iba aarrebatar la chamba?... ¡Qué mal me conoce, Panchito!Llegando al coche, saludamos a Lino y tratamos de ganamos ellugar unos a otros. Mi tío, con voz enérgica, nos indicó:-No cabemos todos de una vez. Haremos dos viajes.-Que se vayan primero los chiquitos, ¿no le parece, tío?-dijo la Peque.-¿Por qué los chiquitos? -respondió enojado--. No, Peque, espésimo sobreproteger a la gente. Lo dejaremos a la suerte...¡Lino, présteme una moneda!Mi tío Tacho se hablaba de "usted" con todo el mundo, sólo setuteaba con mi tía Chabela.Voló el cobre: "¡Águila!... "¡So!!...A las tres grandes les tocó irse en la primera tanda. La Peque lepropuso quedarse con nosotros, pero él respondió con un norotundo; entonces le sugirió que él mismo lo hiciera pero ni

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siquiera le contestó, solamente le echó una de sus durasmiradas y ella se subió al coche muy seriecita.Mi tío se asomó por la ventanilla y gritó:-¡Adiós, niños! Se cuidan ¿eh? Si se les acerca un robachicospelean con uñas y dientes. ¡Pobre del que se deje robar! y elcoche arrancó.Nos abrazamos a Chucho, que era el mayor del grupo (teníadoce años).Estábamos muy asustados. Toda la gente que había en laestación tenía cara de robachicos.Caty me tenía el brazo marcado por los pellizcas. Pellizcabasiempre que estaba nerviosa (muy seguido, por cierto). Luchase rascaba salvajemente, tenía surcos por todos lados. Losdientes de Martha sonaban como castañuelas. Los ojos deAgustín parecían salirse de sus órbitas. Lupita, siempre tanseriecita, hablaba con voz estridente y reía a carcajadas.Chucho nos tranquilizaba diciéndonos que no perdiéramos lasesperanzas, que confiáramos en nuestro tío: "Seguramenteantes de que anochezca volverá por nosotros." Eran las dos dela tarde.Mis primos seguían con sus tics nerviosos y yo me estabahaciendo pipí.

De pronto, el coche de mi tío apareció junto a nosotros. Sebajó y nos dijo: -¡Suban, niños!Al ver que no cabíamos todos atrás, agregó: -Panchito y Catyse vienen con Lino y conmigo.Caty se puso feliz pues no tendría que dejar mi pellizcadobrazo. Yo, disimuladamente, me cambié de lugar para que, almenos, siguiera con el otro.

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Ya en el coche, le dije a mi tío en voz baja: -Tío, quiero hacerpipí.-Muy bien, Panchito -me contestó-, no hay problema, ¡Hágaseen los pantalones!-¿Cómo, tío? -Le pregunté asombrado.-Mire, niño -me explicó-, si su necesidad es de tal magnitud queno pueda dominarla, ¡adelante!, ¡desahóguese!, nada más nome vaya a apuntar a mí.-¡Ni a mí tampoco! -gritó Caty subiéndose casi a las piernas deLino.-Ahora -continuó mi tío Tacho-, si tiene usted control sobre sucuerpo, en unos minutos más estaremos en la casa y podrásatisfacer su necesidad fisiológica con toda corrección ycomodidad.Yo crucé fuertemente las piernas y descubrí, con agradablesorpresa, mi capacidad para dominar necesidades fisiológicas;práctica muy útil en la vida.

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STA casa es muy antigua; tiene paredes de adobe, muyanchas, de las que guardan los ruidos y los sueltan cuandomenos te lo esperas: "En los techos guarda las voces de lagente -decía mi tío Tacho- y en las losetas del patio, las de laMadre Naturaleza." Tiene también una fuente de cantera yarcos en los corredores. Antes tenía un perico, que era comoparte misma de la construcción, y la adoración de mi tíaChabela. Se llamaba Rorro. En cuanto llegábamos a SanMiguel, el Rorro se ponía a gritar: ¡mis niñoooos!, ¡misamoreeees!, imitando, según él, la voz de su dueña. Era unperico libre; la enorme jaula blanca no tenía puerta y entraba ysalía a voluntad, al igual que a todas las habitaciones de lacasa. Lo mismo lo encontrabas acurruucado en un sillón de lasala que en la tina del baño. Tía y perico cantaban a dúo: (ella):Corazón santo; (él): Tú reinarás; (ella): Tú nuestro encanto;(él): Siempre seraaaás... También cantaba, en la modalidad desolista, el Himno Nacional, Adiós mamá Carlota, y rezaba LaMagnífica. Mi tío Tacho decía que si hubiera un concurso deanimales pesados él sacaría seguramente el primer lugar. Mitía Chabela hacía como que no lo oía, ella adoraba a su perico

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