En búsqueda de un gran tesoro

EN BUSCA DE UN GRAN TESORO

Por Tenoch

Soy  Tenoch, un niño indígena, perteneciente a una comunidad, en donde se nos inculca la unión y el trabajo.  Mi familia y yo vivimos en un alejado y pequeño lugar llamado Aztlán, un sitio cuya ubicación desconozco, pero en el abundan animales como las lagartijas, víboras y  águilas.   Como casi todos los días, la gente comienza a trabajar en distintas actividades, como cazar, sembrar o recolectar. Un día mi icniuh Nahuel, uno de los líderes del grupo, nos informó que un guerrero había recibido un mensaje importante de nuestro Dios Huitzilopochtli, el cual ordenaba buscar un lugar sagrado para establecernos allí; por lo tanto pidió a toda la comunidad reunirnos cerca del pequeño lago de aguas cristalinas que tenía nuestra aldea.

 La verdad no entendía mucho lo que estaba pasando y tampoco a que se refería; estaba muy confundido en ese momento, al igual que los demás, puesto que el mensaje era confuso.  Después del paso de un tiempo mis padres Amaru y Mainque, me pidieron guardar las pocas cosas que tenía y que los acompañara al lago.

Después de esperar  para que todos los de la aldea estuvieran listos; aun confundido, pero emocionado, emprendí el camino junto con mi familia hacía un lugar aún desconocido, que sería parte de mi futuro. En el camino observaba a hombres y mujeres preocupados e inciertos de aquel  mensaje que había dado Huitzilopochtli a nuestro guerrero, nadie jamás había escuchado algo así.

Pregunté a mi nantli que me explicará qué es lo que estaba pasando, qué  buscábamos y hacía dónde nos dirigíamos, porque seguía sin entender nada, nadita de nada.

Al oscurecer todos decidieron quedarse a descansar en un hermoso monte, era una gran noche estrellada y nuestra querida Coyolxauhqui, la diosa de la Luna, nos obsequió un espectáculo nocturno. Mientras miraba el cielo mi tajtli se acercó y me explicó que nuestro guerrero recibió la indicación de buscar un lugar sagrado que sería nuestro nuevo hogar, pero, lo único que se sabía  es que la señal sería un depredador devorando a su presa sobre un nopal, allí tendríamos que establecernos y fundar una nueva sociedad. Después de lo que me platicó mi tajtl,  comprendí porque todos los demás decían que nunca habían escuchado algo así y porque se sentían confundidos de continuar la peregrinación.  

Estuve muy emocionado, debido a que,  aunque aún no conocía el lugar,  sabía que tendría que ser un sitio hermoso, con bellos paisajes, tierras fértiles para sembrar y cosechar los más deliciosos productos que nos ofrece la madre tierra.

En los días siguientes algunas personas del grupo comenzaban a desertar, unos se molestaban porque creían que aquello era una mentira y que jamás encontraríamos la dudosa señal, uno de ellos fue mi icniuh Nahuel, que a pesar de ser líder él decía que nunca encontraríamos dicha representación. Mi tajtli  se quedó con él para platicar, aunque después de un rato comenzaron a discutir; me quede pensando qué tan grave seria hacer esto; pero mi nantli se acercó y me dijo que no había nada de qué preocuparse, y me susurro al oído con un tono cálido: “lo vamos a lograr”, esto me tranquilizo.

Al paso de los días cada vez quedaban menos personas y eso obligaba a los pocos que seguían hacer guardias y buscar alimentos. Miraba a muchos niños de mi edad jugar con sus papás y eso me causaba tristeza,  porque a mí siempre me dejaban con mi icniuh. Entonces pensaba ¿Por qué no soy grande para poder ayudar a los adultos?; para no pensar en eso intentaba acercarme a los demás niños pero me rechazaban, entonces ayudaba a mi icniuh, que por cierto estaba esperando un chilpayate, esa espera me hacía muy feliz ya que ese pequeño iba a ser parte de mi familia.

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