Ensayo Eutonía

El Gran Tren

Después de cuatro años de apreciar la conciencia corporal, la eutonia, y las infinitas posibilidades de movimiento de cada parte de mi cuerpo, aprendiendo a escucharlo, y dejando de, quizás inconscientemente, castigarlo, me parece que un ensayo sobre cada una de las virtudes de esta disciplina, seria redundante, cada técnica ya ha sido ilustrativamente expuestas en el texto, pero en lo que si vale la pena redundar, es en lo realmente integrado del conocimiento que ha buscado ser traspasado. El amor al cuerpo, el aprender a verse, sentirse, oírse, hablarse, saberse y dejar libremente expresarse, a cada una de sus partes, oyendo las necesidades de cada articulación, musculo, inserción, de cada hueso, cada vertebra e incluso de cada espacio entre todos ellos, es el verdadero legado que deja en mi la eutonia, es lo que me hace vez tras vez escogerla sobre la gimnasia y sobre cualquier otra técnica que oblígueme a callar las necesidades de mi propio cuerpo con sobre exigencias o a vender a precio de mis metas personales de hoy, mi libertad y bienestar psicofísico de mañana.

Más allá de cada posición específica, más allá del microestiramiento, del transporte o del repouser, más allá de cada medio por el cual ejecutar la eutonia, cuando “se enamora el alma del cuerpo” citando a Jerda Alexander, es cuando la eutoia pasa desde el papel o la plática, desde la técnica, desde la enseñanza del maestro, a la vida misma del aprendiz, así es como pasa de ser una asignatura a una elección de vida, una forma constante y creciente de decidir cotidianamente que el cuerpo sea una persona protagonista de nuestro ser y no un solo un envase, no solo un medio de transporte, no solo un esclavo de nuestra “psique” sino más bien un aliado de la misma, con poder de decisión, con voz y también con derecho a voto, la eutonia se hace vida entonces, y deja de ser llamada por su nombre, se integra de tal manera al ser, que se olvida que fue algo adquirido, pues una vez que se casan el alma y el cuerpo separarlos es imposible.

Ahora bien, al lector sin conocimiento previo en la materia, a aquel niño que está decidiendo que hacer con la inmensa plasticidad de su cuerpo, a aquellos que serán mis alumnos, es imposibles no relatarles cual es el desenlace de la obra que tiene por título “gimnasia versus eutonia”, y por su puesto es impensado dejar fuera el cuadro final, lo que será de nuestro cuerpo en un par de años, lo que seremos capaces de hacer con él, nuestro “gran tren”.

El camino del gran tren, con todas sus diferentes vagones, unidos unos a otros hasta llegar a la locomotora, cada vagón parece igual por fuera, pero desde dentro, cada uno es un pequeño universo, las ruedas le dan al gran ferrocarril diversas posibilidades de direcciones, siempre en sobre el riel, que le puede llevar a cruzar el mundo.

En el viaje que emprende el gran tren, los paisajes cambian, según la estación, y los suelos no siempre son firmes, para a travesar el mundo, este debe estar unido, y en cada lugar hay un modo diferente de unir el camino, al sur del mundo por ejemplo, cada vagón, tras la locomotora cruza firmemente un puente hecho de las más nobles maderas, es nuevo, posee pilares firmes, que no tiemblan ni al paso del más largo ferrocarril, está recién pintado, es hermoso, así como el paisaje a su alrededor. Al llegar al norte en cambio, el tren atraviesa un puente menos joven, pero su constitución es de acero, fuerte cual olimpo, no está recientemente pintado y antes de llegar a él, se torna el camino de sutiles curvas y lento acceso.

Al pasar los años, el gran tren, no posee la misma locomotora, ha sufrido cambios y ha tenido que deshacerse de algunos vagones, los más pesados, aquellos destinados a llevar más carga, pero aun dentro de cada vagón hay un pequeño universo, y aun le sobran ganas de cruzar el mundo y explorar sus

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