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Ensayo de Literatura Inglesa Peligrosos límites de la creación humana


Enviado por   •  26 de Abril de 2022  •  Ensayos  •  1.288 Palabras (6 Páginas)  •  66 Visitas

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Agustina Anaya                                                                18/10/2021        

Ensayo de Literatura Inglesa

Peligrosos límites de la creación humana

En los cuentos de R. Bradbury (2003), “La Pradera”, y Nathaniel Hawthorne (1837), “La hija de Rappaccini”, podemos encontrar varias coincidencias respecto al tema de la creación humana y sus límites. En ambas narraciones, cuyo final es la muerte de uno o más de sus personajes, están presentes, como causa de la misma, los avances científicos humanos. A raíz de estos, existe un juego de salud-destrucción, un contrapunto, que se logra al pasar o no esa línea delgada de los límites de la creación humana. ¿Qué circunstancias, hechos o expresiones establecen estos límites tan peligrosos? La respuesta la encontraremos releyendo y profundizando la lectura de los relatos cuyo desenvolvimiento va dibujando la débil línea que separa la vida de la muerte.

En ambos cuentos se nos presenta primeramente la belleza de la creación humana. Una belleza que es saludable en cuanto agrada y recrea al hombre. En “La hija de Rappaccini” admiramos junto con Giovanni ese “Edén del mundo presente” (Hawthorne, 1837) (Cabe destacar que esta comparación con una creación divina realza la grandeza de la creación humana). En “La Pradera”, al contemplar la máquina que reproducía la Sabana de manera tan perfecta, George no puede menos que sentirse “lleno de admiración hacia el genio mecánico que había concebido aquella habitación” (Bradbury, 2003). Así es, la creación del hombre extasía y enamora como la dulce y encantadora hija de Rappaccini.

Además, lo creado por el hombre no solo es bello sino también útil reemplazando al hombre en varias de sus actividades y ejecutándolas aún de manera más perfecta. En “La Pradera” este hecho es evidente. Lydia se ve sustituida por la casa y hasta superada por la eficiencia de la misma:

Ahora la casa es la esposa y la madre y la niñera. ¿Cómo podría competir yo con una sabana africana? ¿Es que puedo bañar a los niños y restregarles de modo tan eficiente o rápido como el baño que restriega automáticamente? Es imposible. (Bradbury, 2003, p.4)

Se resalta más este hecho mediante la personificación de lo material, un recurso escogido por ambos autores, logrando que lo que surgió de la inteligencia humana se equipare a ella. “Una casa que los vestía y los alimentaba y los mecía para que se durmieran, y tocaba música y cantaba y era buena con ellos” (Bradbury, 2003). ¡Era buena! No solo el lector se sorprende de lo que significa que una casa posea cualidades propias de los seres humanos. Giovanni también lo hizo al contemplar el comportamiento de Beatrice respecto a la obra creada por su padre, “dudó si se trataría en realidad de una muchacha cuidando su planta favorita o de una hermana cumpliendo con otra los deberes del afecto” (Hawthorne, 1837). Lo creado se vuelve no solo útil sino también digno de amor.

Hasta aquí no se perciben más que buenos resultados respecto a la creación humana: belleza, utilidad, objetos que son buenos y a los que podemos amar, como los niños Hadley aman la habitación, como ama Giovanni a la misteriosa hija de Rappaccini, como ésta ama a su planta. Podríamos decir que estamos alejados del límite peligroso hacia el lado de lo saludable: “Las deliciosas manifestaciones de un mundo simulado” (Bradbury, 2003).

Sin embargo, es obvio que existe un resultado completamente negativo y opuesto a lo tratado anteriormente ya que, como se dijo al comienzo del ensayo, tanto “La Pradera” como “La hija de Rappaccini” acaban con la horrible muerte de George y Lidia y la de la hija del científico.

La planta que describimos como hermosa, exótica, fuente de vida y amor de Beatrice, genera al mismo tiempo un temor y cautela sorprendentes en Rappaccini: “el hombre se comportaba como si anduviera entre seres malignos, tales como bestias salvajes, ponzoñosas serpientes o espíritus demoniacos, con los que el menor descuido podía acarrear consecuencias terribles” (Hawthorne, 1837). Las comparaciones no pueden ser más fuertes y apabullantes. Nos encontramos frente a leones hambrientos, gritos y cadáveres.

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