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Epoca Contemporanea

CR153 de Octubre de 2013

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La literatura contemporánea

CONTEXTO LITERARIO

En las últimas décadas del siglo XX se acentuaron características sociopolíticas que iban insinuándose desde tiempo atrás. El proceso de globalización mundial, el acceso a la tecnología avanzada, la explosión mediática y una noción de progreso sin fin convivían con el hambre y la falta de recursos para la salud y la educación.

En estas condiciones, las producciones artísticas cobraron una independencia y un estilo particulares. Establecer una caracterización del arte en los últimos treinta años sería muy complejo, ya que existen variantes tan distintas que podríamos decir, justamente, que uno de sus rasgos es el eclecticismo, es decir, la cualidad de admitir diferentes tendencias, a veces contradictorias.

La presencia de los medios en la literatura

La presencia de los medios de comunicación masiva es una de las características de la literatura contemporánea. Esta presencia puede manifestarse de distintas formas:

* La televisión permite "vivir la vida de otros" y, al mismo tiempo, despegarnos, "desgajarnos" de nuestra propia vida. La televisión sirve como pantalla para que obras y personajes literarios tomen vida en adaptaciones y guiones para televisión.

* La radio y la televisión combinan distintos discursos que aparecen en los textos literarios: crónicas de la realidad, historias de ficción, avisos publicitarios, relatos de eventos deportivos.

* La repetición y fragmentación como estrategias de comunicación adaptadas a las nuevas estructuras narrativas.

* El ritmo propio de la televisión "contagia" los textos. La superposición de elementos, su combinación en diversos medios, lo visual y lo auditivo y el ritmo de zapping aparecen con frecuencia en la literatura.

Características

Las tendencias literarias que, desde el existencialismo de la segunda posguerra hasta nuestros días han ido surgiendo son múltiples. Sin embargo, por debajo de las diferentes modas 'literarias, se pueden descubrir algunos elementos que permanecen y que sirven para comprender la situación actual.

Se puede afirmar que se mantienen, con variantes, las ideas de ruptura y rechazo de la manera de escribir del siglo XIX. Es decir, se sigue defendiendo la libertad en la escritura y la desobediencia a las normas anteriores, aunque se hace patente un gran interés por estudiar y conocer, cuando no revivir, movimientos literarios del pasado.

De todos modos, las actitudes son ya diferentes de las de los vanguardistas. No se trata tanto de destruir como de construir, de investigar los nuevos caminos de la literatura.

Los modelos reconocidos por la cultura más extendida son las grandes obras de la literatura de comienzos del siglo XX. Escritores como el irlandés James Joyce o el estadounidense William Faulkner han influido en forma decisiva en la evolución de la novela europea y americana y son considerados como clásicos del siglo XX.

El debate modernidad-posmodernidad

La segunda mitad del siglo XX se caracteriza por una tensión entre los conceptos de modernidad y posmodernidad.

Entre estos conceptos se caracterizan las sociedades de estas últimas décadas y al arte se le ha llamado moderno o posmodemo.

Se conoce con el nombre de modernidad al período del siglo XX en el que se manifiesta la creencia de algunas utopías:

• La utopía tecnológica: la idea de un progreso tecnológico que ayudará a mejorar la vida del hombre.

• La utopía social: la idea de construcción de un mundo más justo, encarnada por los modelos capitalista y socialista.

• La utopía de las ciencias humanas: consiste en el desarrollo de la economía y la antropología para lograr un mundo mejor.

La posmodernidad plantea la crisis de las utopías antes nombradas. La utopía social se derrumba con el desmembramiento de la Unión Soviética y, por ende, el fin de la bipolaridad y el dominio del capitalismo. La utopía de las ciencias humanas

entra en crisis con el cuestionamiento de la figura del intelectual en las sociedades actuales. La única utopía cumplida en parte fue la tecnológica-científica, aunque trajo consecuencias trágicas para la humanidad, como la contaminación, la acentuación de las diferencias sociales y el aislamiento del ser humano. Este avance tecnológico hizo surgir la cultura de las masas, que es uno de los rasgos fundamentales de la posmodernidad.

Géneros literarios

El posmodernismo

Las tendencias y rasgos diversos y de difícil sistematización que caracterizan los movimientos culturales desde la década del setenta en adelante suelen englobarse con el nombre de posmodernismo.

El posmodemismo literario se originó como un rechazo por la ficción mimética tradicional (aquella que planteaba que lo literario debía "parecerse" a lo real). Por lo tanto, se destacan rasgos como los siguientes:

• El eclecticismo: procedimiento que trata de conciliar elementos que pertenecen a sistemas distintos u opuestos.

• La parodia de lo consagrado: la ruptura de todos los modelos y esquemas establecidos.

• La búsqueda de nuevos medios de expresión: el performance, las instalaciones, los happenings y los

medios de comunicación masiva.

Para el filósofo francés Jean-Francois Lyotard, en su libro La condición posmoderna, la expansión desmesurada de las tecnologías de la información y la consecuente facilidad de acceso a materiales, en apariencia anónimos, son características de la cultura posmoderna que contribuyen a la disolución de los valores de la responsabilidad y la identidad.

La novela: del siglo XIX al siglo XX

El siglo XIX se suele considerar como el siglo de la novela por excelencia. En efecto, a lo largo de él, la novela parecía haber alcanzado su perfección; contaba con un público lector relativamente amplio y con autores importantes, verdaderos clásicos, creadores que habían elevado el género a una altura sorprendente.

Tan grande era la riqueza lograda por la narrativa que se llegó a afirmar a comienzos de nuestro siglo que la novela se había agotado. Y, efectivamente, algunas de las características de la novela del siglo XIX habían tocado ya a su fin. Cuando el escritor del siglo XX intenta expresarse a través de la narración, cambia las reglas del relato y construye un tipo de novela distinto:

• El narrador ya no es omnisciente

Las novelas realistas del siglo XIX están contadas por un narrador omnisciente o un narrador personaje. Este narrador conocía la trama o argumento de antemano; para él no había secretos ni misterios en la vida de los seres que se inventaba, o iba contando no sólo su comportamiento externo sino sus más íntimos pensamientos.

De acuerdo con este conocimiento total del narrador, la historia tenía un principio, un desarrollo y un final en el que todo quedaba claro; y las distintas historias eran contadas siempre desde un mismo punto de vista, el del narrador, que explicaba y daba solución a todas las preguntas que se pudiera hacer el lector.

La novela actual rompe en lo fundamental con estas técnicas narrativas. En la actualidad, el autor no se limita a dar un solo punto de vista, sino que deja hablar a sus personajes, o bien presenta una misma situación narrada por las distintas personas que la han vivido. De este modo, la realidad descrita no recibe una única interpretación. Este hecho, evidentemente, está en íntima relación con la especial mentalidad del hombre contemporáneo.

El narrador deja de ser, pues, el único que habla y, al mismo tiempo, pierde su carácter de creador omnisciente, que todo lo sabe. Así, las historias que cuentan los grandes novelistas del siglo XX se presentan a menudo confusas y quedan sin explicación los comportamientos de los personajes que en ella aparecen.

Resulta evidente que el autor contemporáneo no conoce ni comprende todo aquello que narra; además deja en libertad a sus personajes. En muchas ocasiones la historia no tiene ni un principio ni un final;

el narrador deja la historia abierta; es decir, como si la vida de los personajes que en ella intervienen siguiera independientemente de las páginas del libro.

• La importancia del lector

El papel del lector también ha cambiado fundamentalmente con la aparición de la nueva novela. El lector de la novela del siglo XIX adoptaba una actitud pasiva, se limitaba a leer el libro y a seguir atentamente la historia que se le contaba: todo en ella estaba explicado.

Sin embargo, ante la nueva novela, el lector tiene que adoptar forzosamente una postura activa. La realidad que se le cuenta no aparece como algo acabado ni perfectamente explicado. Él es quien tiene que buscar la interpretación, el sentido del comportamiento y las emociones de los personajes; se ve obligado a participar en la novela y a desarrollar él también, como lo hizo el novelista, la imaginación y la capacidad de investigar el asunto expuesto.

• La realidad y el tiempo

Las historias que se contaban en las grandes novelas del siglo XIX se presentaban como reales, como si de verdad hubieran sucedido. Las descripciones eran detalladas y daban a conocer a los personajes desde el nacimiento hasta el final del relato, que muchas veces coincidía con su muerte.

El desarrollo era lineal; es decir, una cosa sucedía a la otra en perfecto orden cronológico. Este orden se rompe en la novela del siglo XX y XXI, así como este transcurrir paulatino de la vida de los personajes. La historia no tiene ya principio ni final, y los distintos

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