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Esa noche la calle estaba vacía, no había ni un alma


Enviado por   •  9 de Mayo de 2018  •  Biografías  •  1.253 Palabras (6 Páginas)  •  399 Visitas

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Esa noche la calle estaba vacía, no había ni un alma. Yo caminaba solo por ahí, no sabía si tener miedo o estar tranquilo. Esta situación provocaba en mí un sentimiento raro. Hacía mucho frío y yo traía un tapado de paño y una bufanda que mi amor me había regalado; me gustaba mucho esa bufanda, me recordaba mucho a ella y en momentos de miedo me calmaba.

Aquella mujer se llamaba Valeria, ella es en definitiva esa persona que me hacía sonreír en cada momento; me alegra tenerla en mi vida.  Un día de repente sentimos un peligro con mi amada. Estábamos en nuestra casa; de pronto sentí que alguien se acercaba, que en ese momento nos dañaría y que iba a ser el instante de mi muerte.

De pronto me di cuenta que era una señora, un poco rara, que se acercó a mí y no paraba de mirar al cielo. Ese día dentro de todos los planetas en el espacio se distinguía Júpiter; ella hablaba de algo especial que predominaba en el planeta, la serotonina pero yo no tenía la menor idea de lo que eso significara. Por un momento pensé que esa situación era inverosímil y que todo era producto de mi imaginación, pero cuando quise hablarle a la señora, ya no estaba.

Al otro día me senté en el césped de una de las casas que estaba a una cuadra de la mía y me puse a pensar en una película que había visto una semana antes, donde el protagonista crearía en un espacio infinito; yo traté de entender a qué se refería pero al no lograrlo decidí no intentar más comprender y en ese momento me limité a pensar y dejar la mente en blanco. De pronto vi al señor del kiosco de diarios y revistas que ese día tenía una remera que decía “puto el que lee” y fue un momento de mucha risa. Noté que había un periódico en el piso, imaginé que el dueño lo vería cuando se levantara así que no importaba si lo mirara, pero éste era especial, era la edición Bífidos, estaba dividido en dos partes muy extensas y en inglés así que preferí dejarlo de lado. Me volví a casa.

Me puse a barrer con mi escoba el patio de atrás, pero al pasar el tiempo me aburrí y supe que era superfluo hacer esto.

Fuera de mi hogar hacía frío; prendí la estufa y me acosté en la alfombra del living y me puse a mirar el techo, a pensar en todos los animales invernando en ese momento y con culpa sentí envidia de que ellos puedan dormir y yo tener que trabajar todos los días como un gil.

Todo lo que me estaba ocurriendo parecía una obra de teatro. Yo, solo en la casa, imaginando estupideces y haciendo muecas con mi cara; de repente, me pareció una buena idea tocar mi batería antigua. Me emocioné al tocarla me trajo recuerdos muy lindos; al escuchar su sonido sentí un sentimiento de amor hacia ese instrumento, incluso cuando no sabía no me acordaba cómo tocarlo, pero me provocaba mucho entusiasmo remarcar el acento en la primera nota como las mayúsculas al iniciar un texto. Al terminar de tocar mi instrumento escuché una música rara. Me decidí a seguirla hasta encontrarme con una fiesta muy rara, en la cual todos estaban drogados y había dos hombres practicando zoofilia con un perro. Traté de evitar esa imagen y escaparme a otro lugar, levanté mi mirada y vi que había un chico, parecía ser el único que no había consumido nada, me presenté y bailamos. Él después me contó que su nombre era Alejandro y que había organizado la fiesta para poder ganarse el amor a todos sus amigos. Yo no entendí como eso lo ayudaría, pero preferí no juzgarlo. Luego de un momento a otro, un grupo de chicos se me acercó a pelear y comenzamos a putearnos entre todos, al principio me decían “papu”, la cual no entendí por qué sería una mala palabra, pero no me importó y comencé a seguirles el juego.

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