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La Epica Medieval Española

MarkotedescoApuntes27 de Enero de 2019

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La Epica Medieval Española.

INTRODUCCIÓN:

La Literatura Epica ha estado presente de formas muy diversas en muchas culturas y, pese a las grandes diferencias que se pueden encontrar entre ellas, guardan similitudes asombrosas que permiten hablar de un género diferenciado.

Los antecedentes más antiguos se remontan a la literatura sumeria con la epopeya de Gigalmesh , la griega con la Ilíada y la Odisea y, quizás más antiguo aún el Mahabarata de la India. Todas ellas cuentan hazañas de un héroe arquetípico que representaba valores tradicionales de una nación. En estos textos intervienen personajes sobrenaturales como dioses  y hombres con poderes extraordinarios, amén de otros elementos propios de lo fantástico o “maravilloso”.

En la Edad Media Europea la epopeya se convierte en Cantar de Gesta y, en general conserva elementos fantásticos, aunque en menor medida que las epopeyas de la Antigüedad . Podemos destacar el poema sajón Beowulf, Los Edda  nórdicos, El Cantar de los Nibelungos en Alemania, La Chanson de Roland en Francia y el Cantar de Mío Cid en España. En todos los casos se trata de obras anónimas, de origen oral, que eran recitadas o cantadas por juglares, es decir, contienen similitudes tanto en los procedimientos divulgativos como en la técnica narrativa, incluso en la utilización de fórmulas épicas y rasgos estilísticos específicos.

Por ello podemos decir que la literatura épica tiene componentes especiales, diferentes a las creaciones posteriores de autor conocido y con un componente de universalidad característico

LA EPICA EN ESPAÑA

Como en otros casos la literatura épica en España hace su aparición como una de las primeras manifestaciones literarias de la lengua que más tarde se convertiría en lengua de uso común. Es decir, se trata de un castellano primitivo, lleno de vacilaciones ortográficas y en estado de formación. Una de las peculiaridades del caso español, respecto por ejemplo de Francia es la escasez de testimonios escritos, así pues frente al centenar de cantares de gesta franceses sólo podemos oponer el Cantar del Cid y los cien versos del fragmento del Roncesvalles, como muestra genuina de la épica española, a los que podríamos añadir fragmentos de Los Siete Infantes de Lara en la prosa alfonsí, el tardío Las Mocedades de Rodrigo y, quizás, la refundición del Poema de Fernán González. .  

Uno de los aspectos que destacan los estudiosos es la carencia de manuscritos de biblioteca que, como ocurrió en Francia, permiten conservar el cantar en un estado óptimo, no así el manuscrito de juglar concebido como una herramienta de trabajo de quien difundía la obra y, por tanto de menor calidad y toscamente confeccionado. También llama la atención que en la magnífica y culta corte de Alfonso el Sabio no se transcribieran las antiguas gestas castellanas por las que el rey sentía admiración.

Menéndez Pidal es una referencia obligada en el estudio de la épica y, necesariamente, hemos de citar sus valiosas aportaciones al estudio del tema. A él se le atribuye la teoría de la tradicionalidad de nuestra épica que la concibe como una creación colectiva, obra de todo un pueblo y expresión genuina de su cultura y su visión del mundo. Entre los rasgos diferenciadores que destaca, están los siguientes:

- La irregularidad y la asonancia del verso de los cantares de gesta españoles frente a la regularidad y uso de la rima consonante que caracteriza a la francesa, para la que, no obstante, Menéndez Pidal supuso una primera etapa de versificación irregular, que luego evoluciona hacia formas más depuradas.

- La pervivencia de la materia épica en nuestra literatura, a diferencia de lo que sucede en Francia donde, al declinar la Edad Media, se abandonan sus temas.

- Un cierto realismo que se manifiesta, según Menéndez Pidal, en tres aspectos: historicidad, realismo de lo cotidiano y “realismo de las almas”.

En el historicismo, consciente o inconsciente en el poeta, Menéndez Pidal quiso ver un efecto de la coetaneidad de la creación del cantar con respecto a los hechos que lo inspiran (con lo cual insistía en su idea de la tradicionalidad de la épica española) y que justificaría la utilización que de este género hicieron los cronistas de la época como fuente de información.

En cuanto al “realismo”, llaman la atención los personajes dotados de unos rasgos de humanidad muy alejados del modelo de la Chanson, más cerca de personajes de un mundo mítico y maravilloso. En este mismo sentido destaca la preocupación del poema español en describir aspectos de la vida cotidiana que otorgan un marco particular al texto.

Estudios posteriores de Leo Spitzer y Colin Smith, entre otros, matizaron la idea de Menéndez Pidal respecto del historicismo de nuestra épica y, fruto de estas nuevas investigaciones  se adopta la idea de “verismo”, entendiendo que, fundamentalmente se trata de una particularidad que dota de verosimilitud a la historia, más que ser una transposición exacta de los hechos históricos

EVOLUCION DE LA EPICA EN ESPAÑA.  LOS CANTARES DE GESTA

Según la crítica, con Menéndez Pidal a la cabeza, ha distinguido cuatro etapas en la épica castellana. Gracias a las crónicas, al romancero y, en algunos casos, a la literatura posterior podemos hoy reconstruir bastantes leyendas épicas, algunas de las cuales, muy probablemente, en su día fueron poemas difundidos por los juglares.

Sucintamente podemos definir una primera etapa denominada “de formación” que abarcaría desde su inicio hasta mediados del siglo XII. Desafortunadamente no han llegado hasta nosotros textos originales de esta época, tan sólo contamos con referencias de la Crónica General  y otros documentos literarios posteriores. Los principales cantares de este período son: La leyenda de Don Rodrigo, en torno a la pérdida de España y la conquista musulmana ; El cantar de Fernán González- referido a las luchas del conde castellano con los reyes de Navarra y
León y a la independencia de Castilla; La condesa traidora y el conde Garcí Fernández, que fue prosificado en la
Primera Crónica General ; Romanz del infant García: trata del asesinato del cuarto y último conde de Castilla, y de la venganza personal de su esposa. De principios del siglo XI seguramente, conocemos íntegramente su argumento por las crónicas; Los siete infantes de Lara (o de Salas): reconstruido casi íntegramente por Menéndez Pidal., su asunto, es imaginario casi íntegramente, si bien el entorno político utilizado deja ver un trasfondo de autenticidad histórica;

También podemos mencionar, aunque de dudoso origen épico la Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor:, incluida por algunos en el ciclo de los Condes de Castilla, se encuentra prosificada en la crónica del Toledano y en la General de 1344. Finalmente encontramos en De rebus Hispaniae  de 1243 y en la Crónica General los relatos sobre Mainete (diminutivo de Carlo Magno),  que narra la estancia de Alfonso VI en Toledo, combinada con el tema totalmente ficticio de la juventud de Carlomagno.

De todas esas obras podemos extraer un conjunto de rasgos similares, tales como: El fondo histórico; La vinculación de las gestas al culto que recibían en iglesias y monasterios  los sepulcros de los protagonistas; El deseo de venganza cómo móvil de la acción; El papel decisivo de las mujeres en la trama argumental.

La segunda etapa se podría definir como la de la máxima expresión de la épica y se extiende desde la segunda mitad del siglo XI, fecha de la supuesta redacción del Poema de Mio Cid  hasta la segunda mitad del siglo XII, que corresponde con el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy, primera obra historiográfica que utiliza extensamente las gestas como fuentes históricas. Las obras de este período son, en primer lugar el Cantar del Cid, , El Cantar de la Mora Zaida combina los amores de Alfonso VI con Zaida, hija del rey de Sevilla, con la leyenda de los Palacios de Galiana, en Toledo y las hazañas imaginarias de Carlomagno en España; El Cantar de Roncesvalles, del que sólo nos ha llegado un breve fragmento de 101 versos. que narra el “planto” de Carlomagno por sus caballeros muertos en Roncesvalles;  Ciclo de Bernardo del Carpio: Bernardo, al parecer, no habría sido un personaje real, sino una contrafigura de Roland, nacida por la necesidad de personificar el nacionalismo castellano-leonés frente a los franceses: la derrota de las huestes de Carlomagno en Roncesvalles no se debería a los moros, sino a la ofensiva de un ejército capitaneado por Alfonso el Casto y Bernardo. Dada la aparición de este tema (con muchas variantes) en las crónicas del Tudense, del Toledano y en la Crónica General, se cree que el cantar debió componerse hacia 1200. Por último el poema de La peregrinación del rey de Francia. de claro influjo francés, en el que se mezclan las
figuras de Carlomagno, en su peregrinación a Oriente, con las peregrinaciones a Compostela, especialmente la del rey francés Luis Vil.

La tercera etapo o etapa de las refundiciones y prosificaciones, se extiende desde 1236 hasta mediados del siglo XIV. Es la época de las prosificaciones en las crónicas, entre las cuales sobresalen la Primera Crónica General de Alfonso el Sabio, la Crónica de Castilla, la Crónica Portuguesa de 1344 (escrita por el Conde de Barcelos), sus refundiciones, y la Crónica de veinte reyes. Esta etapa se caracteriza también por la obra continua de refundición de los poemas antiguos que se lleva a cabo en este tiempo, como la ampliación del Mío Cid, del Bernardo, y el llamado Segundo cantar de los Infantes de Lara. También se producen adaptaciones de gestas francesas, como testimonia la Crónica General aIfonsí.

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