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Lope De Vega- La Bella Aurora

malacopa418 de Enero de 2013

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Lope de Vega

La bella Aurora

Índice

La bella Aurora

Acto Primero

Acto Segundo

Acto Tercer

Acto Primero

Salen Céfalo, de camino, y Floris.

CÉFALO Señora, fálteme Dios

Si hallo cosa en esta ausencia

que pueda hacer resistencia

al mal de faltarme vos.

Y es para el alma tan fuerte,

que su consideración

no tiene comparación

con el rigor de la muerte.

Crece la tristeza mía

con tanta violencia, amor,

que en el temor y el dolor

mil veces muero en un día.

Yo llevo, en fin, de los dos

mayor soledad agora,

que no estáis sola, señora,

acompañada de vos;

que para comparación

de que en dolor me igualáis,

pues que vos con vos estáis,

mayores mis males son.

Dad ventaja a mi memoria

de las penas que sentís,

porque donde vos vivís,

¿qué puede haber sino, gloria?

Cesar la eterna armonía

de las esferas del cielo,

alma del sol, que en el suelo

cuanto vive engendra y cría:

Hacer eterna amistad

los elementos, parece

decir que haceros merece

mi presencia soledad.

No lo creáis, pensamiento;

máteme cuerdo el pesar,

y no sin seso el pensar

tan altos merecimientos.

FLORIS Si es cumplir la obligación

que a los discretos les dan

el ser marido y galán,

Céfalo, en esta ocasión,

como ya propia mujer,

viéndoos burlar y partir,

pondré el cuidado, en sentir,

no le pondré en responder:

y no diré el sentimiento,

si no es que celos me den

para responder también

vuestro mismo entendimiento.

Que dicen que suelen ser,

con la fuerza del sentir,

tan discretos en decir

como necios en hacer.

Sé que os vais, y que no es justo

que me obligue lo que os culpa,

porque no tiene disculpa

quien se parte por su gusto.

Y así, no quiero admitir

lo que vos me podéis dar;

que quien lo pudo excusar,

¿cómo lo puede sentir?

Y aunque galán presumáis

quererme satisfacer,

basta ser propia mujer

para que no lo sintáis.

CÉFALO Vos habéis, mi bien, caído

en yerro en que muchas dan,

que no puede amar galán

el que posee marido;

porque la seguridad

no quita fuerza al amor,

que antes, en todo rigor,

aumenta la voluntad;

ni sé qué pueda tener

de discreto ni de grave

el marido que no sabe

ser galán de su mujer.

Que adonde hay entendimiento

y discurso de razón,

una justa posesión

no quita el merecimiento.

Que me parto por mi gusto

niego, pues voy tan forzado

cuanto sé que causa he dado,

mi bien, a vuestro disgusto.

No presumáis tan cruel

que mi amor en celos anda,

pues el Príncipe me manda

ir a esta caza con él.

¿Qué excusa pudiera dar

que me pudiera valer?

Que de la propia mujer

nunca se admite el pesar.

Porque, fuera de perdelle,

quedáramos mal los dos

si dijera que por vos

dejaba de obedecerle.

FLORIS La disculpa no os faltara

si el gusto y la novedad

para dejar la ciudad,

a mis brazos no os forzara:

más no quiero daros pena,

que me voy pasando a dama,

cosa que la buena fama

en mujer propia condena.

Y aunque al honor fuera impropia,

¡ay Dios, quién supiera hacer

que se pudiera perder

esto de ser mujer propia!

CÉFALO ¡Oh, qué donaire tan grande!

¡Oh, qué imposible tan nuevo!

Salen Fabio y Elisa, criados.

FABIO Yo cumplo con lo que debo,

si no es que quedar me mande.

ELISA Bien te supieras quedar

si me tuvieras amor.

FABIO No hay amor donde hay señor,

ni quedar donde hay mandar.

ELISA ¿Otros criados no había?

FABIO No seas, Elisa, loca;

que hay criados de la boca,

que la sirven todo el día,

que en dando todo señor

en llamar siempre un criado,

aquél es de su cuidado

inmortal ejecutor.

CÉFALO ¿Es Fabio

¿Qué es lo que quieres?

CÉFALO ¿Qué hay de partida?

FABIO Que ya

todo apercibido está.

FLORIS Fabio, cuidadoso eres.

FABIO Lo primero los rocines,

aunque boca abajo están,

relinchos por gracias dan

que al campo los encamines;

el tuyo el bocado muerde

bañando el oro en espuma,

ya papagayo sin pluma

todo vestido de verde;

porque sin las guarniciones,

verdes por partes distintas,

en crin y cola, mil cintas

sirven de plumas y alones;

yo llevo aquel bayo a quien

cubre el enmaderamiento,

un pellejo macilento

por quien las tripas se ven.

Si ves el rocín, señor,

pensarás que han puesto allí

Un viejo guadamací

a un banco de un herrador.

¡Por Dios, que pienso que voy

sobre la envidia a esta caza!

CÉFALO ¿No vas con gusto?

FABIO Mi plaza

a quien la quisiere doy.

CÉFALO El correrá.

FABIO Poco o nada;

presto tus ojos lo vean,

sino es que los ciervos sean

hechos de paja y cebada.

De perros nos va mejor,

galgos, sabuesos y bracos,

grandes, chicos, gordos, flacos,

que atados forman, señor,

una capilla perruna

en esa puerta, que es cosa

insufrible.

CÉFALO Dulce esposa,

yo voy corriendo fortuna

en el mar de vuestros ojos;

no me aneguéis de esa suerte,

ni el sol que de ellos se vierte

eclipse nubes de enojos.

Venid a verme partir

pues tan presto he de volver.

FLORIS Temo que os he de perder,

porque me suele decir

el alma muchas verdades.

CÉFALO ¿Perder por ir a cazar

a un monte? ¡Qué incierto mar

para apartar voluntades!

Venid, que el Príncipe espera.

FLORIS No me puedo consolar.

FABIO Y ella no puede llorar.

ELISA Llorar ¡oh Fabio! quisiera;

pero tengo el corazón

encontrado con los ojos.

FABIO Pues pescados sin remojos

secos, incomibles son;

no llores si hay fe tan poca;

que llorar y no sentir,

es por los ojos mentir,

que suele ser por la boca.

Salen el Príncipe de Tebas, DORISTEO, de caza, y PERSEO, privado

suyo.

DORISTEO Si sabes qué es amor, sabrás, Perseo,

que es siempre industrias todo.

PERSEO No sé de amor el modo,

más sé que amor es hijo del deseo,

y que para gozar lo que desea,

no hay imposible que difícil sea.

DORISTEO Adoro la divina prenda hermosa

de Céfalo dichoso,

imposible forzoso,

por ser, como lo es ya, su casta esposa:

hoy al campo le llevo

sin estimar lo que a mí mismo debo.

No a quitarle la vida, porque fuera

quitársela a su esposa:

una industria amorosa

me enseña a que le deje en la ribera

del mar, o entre las selvas divertido,

para que vuelva a pretender su olvido;

favor pido al amor, Céfalo ausente,

que ausencias suelen darle:

no con dejar de amarle,

con menos quiero yo que me contente:

hábleme sólo a mí, sólo merezca

mi amor, que sin amarme le agradezca.

Dos ojos tiene el cielo: el verdadero

se llama el sol dorado;

con resplandor prestado

sale la luna; pues lo mismo quiero.

Quiera a Céfalo bien, ¡qué desvarío!

Y resplandor prestado será el mío.

PERSEO Si no supiera yo lo que es amarte,

divina Floris mía,

fuera vana porfía

sus experiencias presumir el arte;

el Príncipe te adora, y yo en secreto,

pero con esperanza a un mismo efeto.

Mas ¿quién tan atrevida y locamente

al poder amoroso

querrá oponer celoso

su loco amor, si el Príncipe le siente?

Porque no sólo la lealtad debida,

que igual peligro correrá la vida.

DORISTEO ¿Murmuras de mi loco pensamiento,

O por ventura piensas

Que igualará defensas

Floris a su amoroso atrevimiento?

Pues ten por cierto (aunque parezca loco)

Que, a ser posible, le tuviera en poco.

Armese Floris de desdén conmigo,

Cubra el hermoso cielo

de cristalino hielo,

y los dioses me dan mayor castigo

que a quien hurtó su llama, que no puedo,

tener menos amor ni mayor miedo.

PERSEO Conmigo estás, señor, tan disculpado,

que de este pensamiento

a

...

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