Los Derechos Humanos
isaval11 de Septiembre de 2013
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Ensayo sobre Derechos de los niños
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Ensayo sobre Derechos de los Niños
"Los Derechos de los Niños"
Isabel Angelica Elizondo Valdez
La escuela más que cualquier institución, considerando aparte el caso
de la familia, que es evidentemente el primer lugar de la educación, es un
lugar privilegiado para cumplir con esta tarea.
La educación a los Derechos es la afirmación de valores y
la transmisión de una idea del hombre, amén de ser una práctica o una
cultura. La promoción de los Derechos Humanos es una manera de vivir
no una manera de resolver conflictos. La escuela es el baluarte, después
de la familia, de los valores.
L
Otra dimensión de este proceso de promoción de los Derechos
Humanos es el aprendizaje a la democracia. Desde la escuela (como
desde la familia), el niño aprende a comportarse de manera democrática.
El niño inicialmente es un ser egoísta, que es una virtud en sus primeros
meses de vida porque es su manera de defenderse y de existir como es
él ante lo demás. Es un vicio cuando rebasa los primeros años de vida.
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Ensayo sobre Derechos Humanos
La educación (adiestramiento y capacitación) a la democracia es un
proceso de amplio alcance. Y aquí es bueno detenernos en los
componentes de esta tarea.
La promoción de los Derechos Humanos en la escuela implica el
desarrollo de un sistema democrático de enseñanza y de administración.
La participación en la toma de decisiones y la toma de conciencia de esta
responsabilidad son dos vertientes que deberán considerarse en este
proceso. El sistema escuela es aún vertical, es decir autoritario. Un niño
formado en este ambiente solamente podrá repetir este mismo esquema
y si, por desgracia, encuentra en su casa un sistema del mismo corte, sólo
podremos esperar a un dictador en potencia o un "aquí truenan mis
chicharrones" como dice el verbo popular.
La educación a los Derechos Humanos nos obliga a pensar de nuevo
en el esquema global de la enseñanza. Todos estaremos de acuerdo
sobre un principio que no puede evadirse: el niño va a la escuela para
aprender y debe ser el adulto quien le indique qué debe aprender de
acuerdo a la cultura ambiente. No apostaría sobre una escuela en la que
el alumno indicara qué debe enseñársele. Ni siquiera en la Universidad.
Pero la democracia no se refiere al contenido de las materias, sino en la
manera de relacionarse entre sí los individuos. No es aquí el lugar para
desarrollar el contenido de esta educación, sino sólo la advertencia de que
algo podría ocurrir positivo si atendiéramos esta demanda social.
La democracia es el sistema político que se ha demostrado ser el más
apto para hacer respetar los Derechos Humanos en nuestra cultura
occidental y, de nuevo, judeocristiana.
La democracia no surge de un decreto, del Director de la escuela o del
Presidente de la República. La democracia es un proceso que nace del
pueblo y se desarrolla gracias a su dinamismo. Los Derechos Humanos
no nos son otorgados por la autoridad del Estado o de nuestros padres,
sino que los Derechos Humanos son conquistados por el pueblo. Hay aquí
un paralelismo que vale la pena subrayar.
La democracia es un sistema social, más que político, entiéndase esto
con cuidado. No es solamente el sistema político de gobierno de una
Nación sino que es una postura, es una actitud. En la democracia deben
conjugarse el grado de libertad de cada uno con el interés general. Aquí
es donde se aprende a respetar al otro.
El maestro respeta al alumno, el alumno respeta al maestro y los
compañeros entre sí. El respeto no es sólo la cortesía o la urbanidad,
confusión demasiado común. Y aquí me permito abrir un paréntesis para
aclarar también que no deben confundirse los Derechos Humanos con las
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CODHEM
reglas de la cortesía aunque entre uno y otro existan áreas que se
traslapan.
Por otra parte, además del respeto mutuo que es el reconocimiento
práctico de la libertad del otro, existe el interés general.
Tampoco nos hemos educado a conocer, apreciar, hacer patente y
desarrollar el interés general. Observemos, por ejemplo, la destrucción
del ambiente (ecocidio) para percatarnos de que el interés general no es
siquiera conocido, menos valorado por nuestros conciudadanos.
En la escuela existe un interés general propio de la institución, sea ésta
la instrucción pública en general, sea la escuela en particular en la que
estoy cursando mis estudios. Declarar este interés general será parte del
programa que el Director del plantel desarrollará. El discurso de apertura
de clases siempre contendrá la descripción precisa de este interés
general. El maestro en la clase se referirá a este interés continuamente,
aprovechando las circunstancias ofrecidas por el alumno en sus
reflexiones, en sus acciones, en las diferencias o en las dificultades que
se presenten.
La educación a la democracia es ante todo este juego del binomio
interés general y libertad personal. Ni el uno ni el otro pueden ser menos,
sino que ambos ocupan un lugar igual en la jerarquía de valores que
defiende la escuela (y el país).
La educación a la democracia es también el aprendizaje a regular
pacíficamente los conflictos gracias a la presencia de una regla común y
así observar y hacer observar los Derechos Humanos. No basta con el
reglamento que es un instrumento necesario pero frío. Apelo más bien a
la costumbre, a las reglas de juego propias de cada institución. Apelo a la
tradición que hace de una escuela un auténtico centro de formación.
Integrarse a una larga secuencia de personajes, de acciones, de modos
de hacer, de no manifiestos, de no dichos, pero que planean en las
relaciones que vive la escuela es un proceso de educación sin par. Y aquí
de nuevo es oportuno mostrar como el sistema republicano en el que los
personajes cambian cada trienio, cuatrienio o sexenio es garrafal para la
educación. La educación a la democracia, la educación a lo que sea por
cierto, no es un conjunto de temas teóricos que se transmiten de boca a
oído y mediante tareas por realizarse en la casa. La educación es la
integración a una tradición que deberá conocerse, respetarse o crearse.
Elevaremos nuestra cultura cuando exista una tradición cultural hecha de
palabras, de gestos, de costumbres en las que la libertad de cada quien
es respetada y en las que el interés general sigue siendo siempre un ideal
hacia el que la mirada se detiene.
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Pero no basta tampoco con la tradición, aun cuando en ciertas
instituciones esté señalado el camino para alcanzar los éxitos sociales o
culturales conocidos. Entre nosotros, bajo el influjo del sistema romano
de derecho, requerimos de la codificación de los derechos de cada quien.
Tal codificación nunca cubrirá la totalidad de los derechos pero al menos
indicará algunas referencias que permitirán marcar los límites aceptados
por todos y entre los cuales nos podremos mover sin dificultad, amén de
contar con un sistema legal en el que podrá obtenerse el beneficio de la
protección y el recurso al castigo cuando sea necesario.
Por esta razón contamos con las Declaraciones de Derechos Humanos
desde el siglo XVII y en casi todos los países occidentales tenemos las
Constituciones que contienen, como en México en el capítulo de las
garantías individuales, una lista de Derechos a la que nos podemos referir.
La escuela entonces es el lugar ideal para promover la educación los
Derechos Humanos.
Es un lugar de vida colectiva en la que, tanto por su funcionamiento
como por sus objetivos pedagógicos, constituye un espacio privilegiado
para la tarea a la que nos hemos obligado.
***
Pasemos a algunas manifestaciones concretas que nos ubicarán mejor
ante el hecho de la defensa y promoción de los Derechos Humanos. Uno
de los defectos de la instrucción actual y de la educación consecuente es
el sistema de calificación meramente individual. Es discutible la búsqueda
de un resultado en el que sólo uno es evaluado, en el que el individualismo
es valorado o más aún es promovido. Hemos superado felizmente la
época de las calificaciones publicadas por orden de resultados donde se
hablaba del primero, del segundo y del último del salón que añadía al
individualismo apuntado la competencia, injusta a todas luces, y violatoria
de los Derechos Humanos. También es oportuno observar el valor
excesivo otorgado a la calificación. El ser humano nunca podrá ser medido
con números porque el ser humano es
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