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Los Dias Del Venado


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  1.507 Palabras (7 Páginas)  •  448 Visitas

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tejió con flores para que ustedes coman y beban por Cucub que me llevaré esta mujer a Los Confines... y diga alguien si ha visto otra tan bella y que me digan qué endulza más la noche de un hombre si Kuy-Kuyen o el agua de oacal. Beban conmigo porque soy Cucub y feliz y estoy vaciando este jarro por mi hermano guerrero que yo sé que está aquí. Bailo... baila. Mastica baila y dime si mi Kuy-Kuyen no es bella como la luna y sírveme agüita de oacal. Baila Kupuka y bebe conmigo que nosotros dos sabemos que él está aquí mirando el desposorio y será que la muerte le dio el permiso. Mira a tu hija Dulkancellin y bebe por ella... Ven que te sirvo agua de oacal ¿Qué dices Kupuka? Si puede llorar también puede beber y ya que has venido a nuestra boda Dulkancellin te vuelvo a pro¬meter por toda tu sangre... Dime hermano ¿hay mujer tan bella como tu Kuy-Kuyen? Y bebe bebe bebe... que mientras estemos bebiendo tendrás buena excusa para quedarte con nosotros.

Cucub terminó su danza por el suelo y se quedó dor-mido de oacal hasta el amanecer. Sin duda, algunos lo ha¬brían trasladado desde el patio de la Casa de las Estrellas hasta su hamaca en la selva, porque allí despertó. Sola¬mente su esposa estaba con él, y comía ciruelas. Kuy-Kuyen lo vio despertar y le ofreció un puñado. Crujió un poco la piel de la fruta cuando Cucub mordió. Se le escu¬rrió la dulzura entre los dedos.

La Estirpe había quedado transformada en un pueblo sin ancianos. A pesar de eso se dispuso que también ellos regresaran a sus aldeas y a sus costumbres del mar. A ellos les correspondía sostener la herencia de los bóreos en la hechura de barcas y en la pericia para navegarías. La Es¬tirpe recibió en custodia las costas del Yentru y sus ma¬reas. Pero eran muy jóvenes. Estaban deseosos de exce¬derse en el cumplimiento de las órdenes. "Para disputarle el mar a Misáianes hará falta algo más que navegaciones cos¬teras". Sus ancianos se habían conformado con construir barcas que recorrían la costa comerciando entre Beleram y las aldeas de la Comarca Aislada. Ahora, ellos soñaban con llegar hasta el sitio en el que se unían el Yentru y el Lalafke. "Llegaremos navegando a Los Confines," "Llegaremos por mar a la casa de Cucub".

Nakín de los Búhos había terminado de regresar al Tiempo Mágico. Zabralkán la asistió, con medicinas y pa¬labras, en todo lo que duró el doloroso trance de ir lan¬guideciendo por propia voluntad. Al día siguiente de la boda, algunos la sintieron atravesar los corredores como si un viento anduviera por la Casa de las Estrellas. Des¬pués, nadie supo más... Ya estaría Nakín del otro lado del tiempo, recuperando el color de sus mejillas. Y para siempre, ensimismada en su memoria.

Molitzmós, en cambio, partió de improviso. Únicamen¬te se despidió de Zabralkán. En cuanto a Bor... Pronto vol¬vería a verlo. Ellos habían conseguido hablar a solas en una oportunidad. Suficiente para hacerles comprender que se necesitaban y que, por el bien de ambos y de todos, debían mantenerse comunicados. Molitzmós se dio vuel¬ta a mirar las antorchas de nuevo encendidas en la Casa de las Estrellas. Después galopó toda la noche para alcanzar a los Señores del Sol cerca de las Colinas del Límite.

También los husihuilkes abandonaban Beleram. Tenían por delante toda una lejanía y un desierto que, además de sus rigores naturales, guardaba la amenaza de los Pastores. Parecía poco probable que los Pastores del Desierto in¬tentaran atacarlos. Sin embargo, como regresaban muy disminuidos en número, los guerreros del sur se prepararon fuertemente para el viaje.

Muchos de los que no volvían eran muertos de la guerra, sepultados en tierras de la Comarca Aislada. Pero también se quedaron en Beleram aquellos que ha¬bían sido asignados al adiestramiento de un ejército zitzahay. Éstos se reunían ahora para despedir a sus hermanos y enviar obsequios y adioses: "Dile a mi es¬posa que siembre estas semillas", "Estas plumas son para mi madre", "Cuéntale a mis hijos qué hermosa es la ciudad de Beleram..."

Los husihuilkes se llevaron consigo animales con ca-bellera que, en poco tiempo, fueron centenares. El pueblo de Los Confines los amó con facilidad, los bautizó con nombres sonoros y los mantuvo cerca de sus casas. Y al fin se transformaron en parte del cuerpo de los guerreros, que jamás volvieron a pelear sin ellos.

Kuy-Kuyen montó a la grupa de Espíritu-del-Viento, agarrada muy fuerte a la ropa de Cucub. Thungür ya se había despedido del Brujo de la Tierra, y ahora caminaba en dirección a ellos.

—Si en la próxima fiesta del sol una mujer pregunta por mí, ofrécele estas semillas y dile que las siembre —di¬jo Thungür, entregando a su hermana una pequeña bolsa de cuero—. Estas plumas son para Vieja Kush. De ustedes dos es la tarea de contar a Wilkilén y a Piukemán todo lo que aquí ha ocurrido.

Thungür, igual que Dulkancellin lo hubiera hecho, igual que lo hubiera hecho cualquier husihuilke, no des-perdició palabras en decir lo que todos conocían.

—Que el sol los acompañe en el camino y se quede también con nosotros, porque él

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