Marco Teorico
dream0068 de Mayo de 2013
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1.1 Descripción del problema
La campiña de Arequipa es el pulmón de la ciudad. Sus 8 mil hectáreas dotan de oxígeno a los arequipeños y regulan la humedad en la urbe. El progreso económico avanza, pero desaparecen áreas verdes resultando perjudicial para la regulación ambiental de la Ciudad Blanca, se incrementa la sensación de calor por la sequedad ambiental. "Eso afecta la piel y los pulmones. Los más vulnerables son niños y ancianos; disminuyendo la calidad y esperanza de vida".
Gustavo Delgado Alvarado, coordinador en el proyecto de Zonificación Ecológica y Económica para el Ordenamiento Territorial, de la Autoridad Regional del Medio Ambiente (Arma), sostiene que la campiña dota de un 15% de humedad al medio ambiente de la ciudad.
La campiña es un sistema complejo. El presidente de la Asociación de Defensa y Protección del Centro Histórico de Arequipa (Asdeproa), Eduardo Ugarte y Chocano, indicó que la campiña es un símbolo de identidad para los arequipeños, Indicando que hasta 1960 había campiña a diez cuadras de la Plaza de Armas, pero la depredación urbana arrasó con ésta.
Últimamente han surgido interrogantes por los nuevos sentidos del espacio público y los usos que recibe a medida que la ciudad crece. A veces estos espacios se reducen por el cambio de uso, como pasar de un parque abierto a uno cerrado, tal como ha ocurrido con el
Parque de la Reserva, en Lima. Este parque, ubicado a un kilómetro al sur del centro histórico, era un espacio abierto, con algunos corredores y glorietas de estilo romano, que atraía a las familias y jóvenes en busca de un “retiro” de la gran ciudad. Hace un par de años se construyó un cerco periférico y un juego de aguas que lo convirtieron en una de las atracciones turísticas de Lima, pero el ingreso es controlado y privatizado, lo cual ha cambiado totalmente la imagen mental que se tenía de dicho parque. Hay algunos investigadores sociales que encuentran en las ciudades un comportamiento humano desnaturalizante, en donde la identidad de los lugares se va relajando y porque las formas de relación— la circulación acelerada de personas— permiten definir los nuevos modos del ser humano, caracterizado por la soledad y aislamiento, a pesar de que las personas puedan estar chocando sus cuerpos mientras caminan. Esto nos acerca a la reflexión que hace Víctor Silva (2001) en el sentido de que “las identidades y las alteridades son construcciones intelectuales que se confirman en su carácter relacional y se afirman en la singularidad y la diferencia”. Esta relación sinérgica es responsable de las mutaciones que se producen a medida que las ciudades reciben nuevos grupos humanos con diferentes valores y visiones del mundo.
La dinámica de cambios de uso del suelo no sólo ocurre en los centros urbanos sino también en zonas rurales, muchas veces atendiendo demandas del turismo. Tal es el caso del valle del Colca en Perú, en donde la arquitectura de terrazas agrícolas pre-hispánicas está siendo afectada por las construcciones de hoteles o albergues para los turistas que visitan el lugar. Esto nos recuerda lo indicado por González Pérez (2003) sobre la isla de
Mallorca, donde “la culturización y la antropización provocada por el turismo no sólo consume importantes cantidades de territorio sino que también han transformado el paisaje natural y cultural”. En estos casos, las estrategias de los inversionistas públicos y privados (vías de comunicación, centros de ocio, restaurantes, etc.) se dirigen a satisfacer las demandas de comodidad de los visitantes, dejando en segundo plano las consecuencias de esos cambios, lo que con el tiempo se traduce en la pérdida de identidades de esos lugares.
La dinámica de los cambios de uso de los lugares debilita sus identidades y en cierto modo mina los sentimientos de apego al terruño, haciendo más fácil
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