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Mito y Terror


Enviado por   •  21 de Enero de 2014  •  Trabajos  •  678 Palabras (3 Páginas)  •  246 Visitas

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Mito y Terror.

Una de las misiones que el mito ha de cumplir en la historia es la de repetirse.

La esencia del mito es revivir (revival). Lo hace, aunque parezca revestirse de

esteticismo y de emblemas que parecen vacíos. El neo-clasicismo ha podido ser

porque ya hubo previamente clasicismo. Y en éste lo mítico vivía en la letra y en la

plástica de un modo altamente formalizado, como convención. La Medusa o la

Gorgona representadas plásticamente en el templo, ya hacían las veces de

recordatorio y de emblema. Pero el contenido originario, preliterario y prehistórico, se

difuminaba en una terrible niebla que, para todo “clásico” ya resultaba difícil de

entender. El poder inicial del mito consistía en “estremecer” (mysterium tremendum) y

la poesía (el canto, la música) sólo es el anverso necesario de este estremecimiento y

la autoafirmación de lo humano en una niebla, o en una noche, prehistóricas que,

radicalmente, son alteridad para lo humano.

“El tremendo misterio puede ser sentido de varias maneras. Puede penetrar

con suave flujo en el ánimo, en la forma del sentimiento sosegado de la devoción

absorta. Puede pasar como una corriente fluida que dura algún tiempo y después se

ahíla y tiembla, y al fin se apaga, y deja desembocar de nuevo el espíritu en lo

profano. Puede estallar de súbito en el espíritu, entre embates y convulsiones. Puede

llevar a la embriaguez, al arrobo, al éxtasis. Se presenta en formas feroces y

demoníacas. Puede hundir al alma en horrores y espantos casi brujescos. Tiene

manifestaciones y grados elementales, toscos y bárbaros, y evoluciona hacia los

estados más refinados, más puros y transfigurados. En fin, puede convertirse en el

suspenso y humilde temblor, en la mudez de la criatura ante... -sí ¿ante quién?-, ante

aquello que en el indecible misterio se cierne sobre todas las criaturas.”1

El hombre “clásico” quizá tuvo conciencia indirecta de serlo, pero no ya ante un

futuro que lo reconociera como tal, escasamente representado en la antigüedad salvo

por símbolos no obstante presentes (“nuestros hijos”) o lógicamente predecibles sobre

lo presente (“los hijos de nuestros hijos”). Un clásico se siente tal en cuanto se

autoafirma como ser antropológico racional y dominador de alteridades.

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