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PLAN LECTOR. El forastero misterioso


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2020  •  Apuntes  •  2.555 Palabras (11 Páginas)  •  242 Visitas

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Mark Twain[pic 1][pic 2][pic 3]

Ilustraciones de Enrique Flores

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© Grupo Anaya, S. A., Madrid, 2002 Tus Libros Selección

Trabajo  realizado por: Ana Pinar

Coordinadora del proyecto: Isabel Morueco Director editorial: Antonio Ventura

1ARGUMENTO

Theodor Fischer, un niño que  vive  en una aldea austriaca en los últimos años del siglo XVI, se encuentra con un miste- rioso forastero que dice ser un ángel lla- mado Satanás. Solo Theodor y sus ami- gos tienen conocimiento de la verdadera naturaleza de ese ángel; el resto de los ciudadanos le tienen por Philip Traum, un simple forastero.

Ese poderoso personaje interviene «mila- grosamente» en las vidas de los habitan- tes de la aldea. Pese a que sus injerencias en principio parecen buenas,  los  niños no dejan de observar que a veces tienen, aparentemente, nefastas consecuencias. Sin embargo Satanás siempre les hace mirar los hechos de otra forma y los lle- va a considerar que una  muerte  puede ser un bien, o la locura el único modo de alcanzar la felicidad. Y además les hace reflexionar sobre la futilidad de todo lo que ocurre en las insignificantes vidas de los humanos. Él está por encima de todo bien y de todo mal, no conoce la emo- ción ni se rige por el sentido moral.

Theodor Fischer conocerá, gracias a Sa- tanás, las atrocidades cometidas por el hombre: quema de brujas, torturas, acu- saciones injustas, y sobre todo pequeñas bajezas de todo tipo impulsadas por la ambición o la cobardía.

Pasados los años, Theodor escribe el re- lato de estos días de la infancia, que en el


recuerdo se le antojan los mejores, y re- flexiona sobre el conocimiento que le proporcionó Satanás para concluir pen- sando que la única explicación a la exis- tencia humana es que se trata de una pe- sadilla.

2COMENTARIO

«El año próximo vuelve el cometa y espe- ro irme con él... Sin duda, el mismo Dios debe de haber dicho: Ahí tenéis esas dos absurdas extravagancias: coincidieron al venir, que coincidan también al marchar- se». Estas palabras de Mark Twain resul- taron ciertas, y reflejan perfectamente su estado de ánimo durante los últimos años de su vida, y también las ideas, obsesiones y temores, presentes en este libro y al que ni siquiera pudo dar su forma definitiva porque «el cometa» se lo llevó antes.

El escritor satírico que vio que el estrecho lugar de su infancia era cualquier ciudad del mundo, que hizo de su infancia su pa- tria, muestra en estas páginas su agudo sentido para detectar las miserias huma- nas, pero, esta vez, su narración está teñi- da de pesimismo. La condición humana,

«absurda extravagancia», es analizada sin piedad, y el autor encuentra escasos moti- vos para disculparla.

Pese a tanta negrura, también se rastrean en estas páginas bocanadas de aire fres- co: la mirada irreverente de los niños, la posibilidad de alterar nuestro destino, la

necesidad de devolver su verdadero sig- nificado al «sentido moral» y sobre todo el poder catártico y trastocador de  la risa.

La obra se desarrolla aparentemente en un lugar, Austria, y en un tiempo, el siglo XVI, muy concretos, pero en realidad se desa- rrolla en cualquier parte y en cualquier lu- gar, porque de lo que se trata es de refle- xionar sobre la finalidad de la vida, sobre las relaciones entre las personas, sobre la religión y la ética. Por eso el libro es igual de válido hoy que cuando se escribió, idénticas preguntas nos acechan.

Twain viajó por América y Europa, fue minero, tipógrafo, periodista y empresa- rio; sin duda conocía bien  a  los hombres y sus miserias, y con sus sátiras las des- veló.

Él mismo no escapa a la duda y a la con- tradicción: en un mundo predestinado,

¿cómo elige el hombre el bien y el mal?,

¿no es el mismo Dios cruel en su distan- cia suprema de todo bien y todo mal? Desde luego no parece casual que el án- gel que protagoniza esta novela se llame Satanás y sea sobrino del mismo diablo. Todo es relativo.

En cuanto a los personajes, Th eodor Fis- cher conserva la inocencia de la infancia; las palabras de Satanás y sus hechos le ha- cen repensar las ideas que sus padres y maestros le han enseñado. Su enorme cu- riosidad le hace sentirse fascinado por Satanás, y le permite captar lo  relativo de los valores. Satanás es un personaje subyugante que nos trastorna por su ca-


pacidad para desvelar el mal cometido por esos humanos, sobre todo porque muchos de sus crímenes se cometen invo- cando la «moral».

Los vecinos de la aldea sirven para mos- trar cómo es la especie humana: «ove- jas» fácilmente manejables. Todos son

«esclavos» de la opinión pública y de los prejuicios que les han inculcado desde la infancia. Algunas figuras son más positi- vas: Marget y su tío Peter, que defiende la bondad de Dios y su misericordia, y que es injustamente acusado; o Úrsula, su criada, que se sacrifica por ellos. Estos personajes permiten albergar algo de esperanza frente  a la negatividad de la visión del ángel.

3VALORES

  • La valentía es uno de los mejores atri- butos de Dick y de Joanna. Se combina con la benevolencia y la inteligencia, cualidades que en este libro de Mark Twain tienen un trasfondo filosófico que es el que da coherencia y fuerza a los epi- sodios vividos por Theodor y Satanás.

  • La necesidad de analizar la hipocresía que rige las relaciones humanas incluso en las cuestiones más cotidianas.

  • El sentido del humor es un recurso de valor inestimable para enfrentarnos a los males sociales como para ser capaces de aceptarnos a nosotros mismos.

A        C        T        I        V        I        D        A        D        E        S

         ANTES        

D E        L A        L E C T U R A

LA INFANCIA RECUPERADA

Mark Twain nos presenta en sus libros personajes infantiles que nos remiten  a su propia niñez a orillas del Mississippi. La mirada de esos niños es a la vez ino- cente y pícara, amable y crítica.

Así describe al joven Twain su amiga de la infancia Anna Hawkins:

«Recuerdo la primera vez que vi a Mark Twain. Iba descalzo y se acercó a nuestra casa haciendo el pino. Siguió dando brincos (....) Me gustaba jugar con él todo el día, todos los días. (....) Tenía ri- zos claros en la cabeza, que bien podrían haber sido de una niña».

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