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ronaldibarra1237 de Julio de 2014
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Biografía de Franz Kafka
Franz Kafka nace en la ciudad checa de Praga, capital del reino de Bohemia, el 3 de Julio de 1883, en el seno de una familia de clase media-alta. Su madre, Julie Lowy, proviene de una familia urbana de elevada e ilustrada alcurnia practicante de la religión judía. Su padre, Hermann Kafka era un comerciante rural, también de origen semita, que había conseguido amasar una gran fortuna ejerciendo su profesión de tendero en la capital checa. Con su carácter tosco y autoritario marcaría definitivamente la personalidad y el desarrollo emocional de su hijo. Franz tuvo tres hermanas menores, Elli, Valli y Ottla. Otros dos hermanos mayores habían muerto en sus primeros años de vida. Así pues eran una familia de judíos, pero con el inconveniente de que hablaban la lengua alemana. La comunidad judía germano-parlante era minoritaria en Praga y en claro retroceso frente al ascenso mayoritario de los eslavos. Para los checos eran alemanes y para los alemanes eran judíos.
El joven Kafka se destaca como un buen estudiante de rasgos enfermizos que domina tanto la lengua checa como la alemana -lengua en la que escribió sus obras.
En 1901, una vez terminados sus estudios de enseñanza media en colegios alemanes y ante la insistencia de su padre, Franz comienza los estudios de Derecho y Germanística en la Universidad Alemana de Praga. Es precisamente en la Universidad donde entabla amistad con el que sería verdadero artífice de la divulgación de su vida y obra: Max Brod.
En 1906 termina sus estudios de leyes, consiguiendo un año después un trabajo en una empresa de nombre Assicurazioni Generalli, dedicada a los seguros. Kafta no está contento con este empleo y consigue, poco después, el trabajo que mantendrá hasta su muerte en un organismo público: el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia. Este nuevo empleo, a pesar de no cubrir sus expectativas, le permite disponer de más tiempo libre que dedicar a inquietudes artísticas y personales: profundizará en el estudio de sus raíces judías, de sus ideales socialistas y anarquistas, de la pintura y, sobre todo, de la escritura, su gran pasión. Dedicaba todas las noches a ésta. Todo este tipo de actividades extraprofesionales no son bien vistas por su padre, una persona carente de cualquier sensibilidad artística. Esta idea queda plasmada en su carta a su padre dónde relata como cuando se ponía a hacer algo que no le gustaba (como era que escribiera relatos literarios) le amenazaba con el fracaso, y como el respeto a su opinión era tan grande, el mismo Kafka veía el fracaso inevitable.
Es entonces cuando publica "El fogonero" (primer capítulo de "América") además de varios relatos. Su nombre comienza a ser conocido y respetado en los círculos literarios (recibe el Premio Fontane por "El fogonero"). Emprende así su época más prolífica en cuanto a escritos se refiere. En 1915 publica "La metamorfosis", en 1916 "La condena" y en 1919 "En la condena penitenciaria" y sigue trabajando en sus trabajos más conocidos.
La vida amorosa de Kafka no puede ser completa debido a su enfermedad. La tuberculosis limita gravemente su trayectoria vital y decide establecerse en Berlin en busca de la cura definitiva. A su lado se encuentra Dora Dymant, una judía y socialista que le acompañará hasta el final de sus días. La esperada curación no llega y Franz Kafka fallece el 3 de junio de 1924 en el sanatorio de Kierling (Austria) al lado de Dora y del médico Robert Kloptock. Muere a la edad de cuarenta años. Sus hermanas morirían pocos años después, en pleno período nazi, en los terribles campos de concentración alemanes.
Su amigo Max Brod es designado albacea de los bienes de Kafka. Poco se imaginaba el joven Franz, ya en fase terminal, cuando en su lecho de muerte encomendó a Max quemar todos sus escritos, que las obras pasarían a ser un auténtico mito de la literatura universal. Entre ellas se encontraban obras como "Carta al padre", "América", "El proceso" o "El castillo". Por fortuna Brod no cumple la última voluntad de Kafka y los textos ven la luz, revisados por el propio Max Brod, junto a los publicados en vida del escritor checo.
Resumen
Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó transformado en un monstruoso insecto. Tenía muchas patitas que se movían sin que él pueda controlarlas y todo indicaba que no se trataba de un sueño: el reloj indicaba las seis y media y el tren salía a las cinco. No podía comprender cómo pudo quedarse dormido si el despertador sonaba todos los días a las cuatro de la mañana, y tan fuerte que hasta hacía vibrar los muebles. Pero no era momento de lamentarse, debía levantarse o perdería su trabajo. Si bien había perdido el tren de las cinco podía alcanzar el de las siete si se daba prisa. Pero no era posible salir de la cama, se balanceaba sobre su enorme caparazón y aun así no lograba llegar ni al borde. Su mamá llamó a la puerta:
Gregorio dijo ella van a ser las siete, ¿te pasa algo malo?
También llamó su padre y hasta escuchó la voz de su hermana Grete, pero intentó calmarlos diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida estaría con ellos. Pero no podía levantarse aunque lo intentaba. Quiso rendirse, decir que estaba enfermo y descansar un día. Pero no era tan fácil, vendría su jefe a buscarlo, traería a un médico (el que se daría cuenta que Gregorio no estaba enfermo) y lo botarían de su empleo por perezoso. Y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo menos ahora no, en cinco años podía ser, cuando termine de pagar la deuda de su padre, pero ahora no, su familia lo necesitaba.
Miró una vez más el reloj: eran las siete, había perdido el segundo tren, definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó que tocaban a la puerta y que alguien decía: “Buenos días, ¿está Gregorio en casa?” Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar jugando o perdería su trabajo. Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la alfombra. Sus patas se acomodaron perfectamente al piso y se acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el gerente le increpó su actitud:
No lo puedo creer, señor Samsa, yo había confiado en usted y usted ni siquiera quiere ir a trabajar. Además, es muy sospechoso que ayer usted tenía que hacer unas cobranzas y hoy, en vez de llevar el dinero, se queda en casa.
Muy sospechoso, señor Samsa, muy sospechoso.
Gregorio estaba disgustado, ¿por qué lo trataba así?, él sería incapaz de robarle a sus patrones, además tenía años de un trabajo impecable. Pero ni eso valoraba el gerente.
Un momento por favor, dijo Gregorio ya me levanto, me he sentido mal por la mañana pero ya estoy bien y voy a trabajar, así que no se preocupen.
Al otro lado de la puerta, el gerente y la familia de Gregorio no había escuchado palabras, sino sonidos monstruosos, silbidos, gruñidos y resoplidos. Grete fue a buscar a un médico y la criada corrió a buscar a un cerrajero para forzar la puerta y saber que estaba pasando dentro de esa habitación. Pero Gregorio logró abrir la puerta antes. Usó su mandíbula sin dientes y se hizo bastante daño, pero giró la manija de la puerta. “Al fin”, exclamó el gerente y entró antes que los demás a la habitación. Cuando vio al insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó desmayada y el padre amenazó a Gregorio con el puño para que no se acerque. El único que mantuvo la calma fue el insecto.
No se preocupen dijo Gregorio cualquiera tiene una indisposición, pero ya estoy bien, en un minuto me cambio y voy a trabajar. Además, voy a trabajar el doble para compensar mi tardanza, pero no piensen que soy un perezoso.
Nuevamente lo que oyeron todos no fueron palabras sino balbuceos monstruosos. El gerente huyó casi a la carrera, Gregorio fue tras él pues temía perder su trabajo y como estaba apoyado en la puerta pudo pasar su ancho caparazón de lado. Pero cuando quiso regresar a su habitación, no podía pasar por la estrecha puerta. Su padre había salido a detenerlo pensando que atacaría al gerente, y con la rabia que sentía no se fijó que Gregorio tenía el caparazón incrustado en el marco de la puerta y de un empujón lo envió al fondo del cuarto. El caparazón se hirió y de las llagas salía un líquido verdoso.
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó encontró una bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella nadaban pedacitos de pan. Al instante supo que su hermana había puesto ahí la comida. Se acercó, emocionado, a comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era imposible, asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó durmiendo y con hambre la primera noche de insecto.
En la mañana, su hermana entró al cuarto, y al ver que Gregorio no había comido, como adivinando sus pensamientos, sacó el plato con leche y a cambio le trajo varios alimentos descompuestos: vegetales, restos de comida, un queso mohoso; y dejó solo a Gregorio que sólo entonces pudo comer y esta vez también se sorprendió pues lo que antes habría sido repulsivo para él, entonces era delicioso. Terminó y volvió a esconderse bajo el sofá. Más tarde, Grete limpió todo mientras el insecto estaba escondido bajo el sofá, pero la muchacha podía ver el bulto tenebroso debajo del mueble y aunque evitaba mirarlo, sentía su presencia y eso incomodaba a ambos. Y aunque la única que se encargaba de cuidar a Gregorio era ella, la situación se hizo cada vez más tensa: Grete abría de par en par las ventanas
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