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PRUEBA UNIDAD 1 LENGUAJE 6TO


Enviado por   •  12 de Septiembre de 2017  •  Apuntes  •  1.144 Palabras (5 Páginas)  •  291 Visitas

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COLEGIO CREACIÓN PUERTO MONTT

Lenguaje y Comunicación

 

PRUEBA UNIDAD 1 - PRIMER   SEMESTRE  -  SEXTO   BÁSICO.

 

Alumno(a): ……………………………………………………………………..           Fecha: ……………..

Puntaje Obtenido:

Nota:

Objetivo

:

inferir a elementos narrativos a través de la lectura comprensiva de un texto, escriben retrato ocupando de las preposiciones.

Contenido

:

texto - preposiciones- género narraticos; personajes, tiempo, espacios,espacios y ambiente narrativo.

Puntaje Total

:

 

61 puntos.

Nivel de Exigencia

:

60 %.

INSTRUCCIONES

  1. Lea atentamente cada preguntas antes de contestar.
  2. Recuerda guardar silencio antes, durante y después de que hayas terminado tú prueba.  
  3. No olvides revisar antes de entregar.

SECCIÓN II: Preguntas de Desarrollo. Escribe la respuesta al final de cada pregunta.  

Lee atentamente el texto

Un día de estos

Gabriel García Márquez

El lunes amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escobar, dentista sin título y buen madrugador, abrió su consulta a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza montada aún en el molde de yeso y puso sobre la mesa un puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor, como en una exposición. Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botón dorado, y los pantalones sostenidos con cargadores elásticos. Era estricto, demacrado, con una mirada que raras veces correspondía a la situación, como la mirada de los sordos.

Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rodó la fresa hacia el sillón de resortes y se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no pensar en lo que hacía, pero trabajaba con obstinación, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servía de ella.

Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinas pensativas que se secaban al sol en el soporte de la casa vecina. Siguió trabajando con la idea de que antes del almuerzo volvería a llover. La voz alterada de su hijo de once años lo sacó de su distracción.

-¡Papá!.

-¡Qué!.

-¡Dice el alcalde que si le sacas una muela!

-¡Dile que no estoy aquí!

Estaba puliendo un diente de oro. Lo miró a distancia con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo: -¡Dice que sí estás, porque te está oyendo! El dentista siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dijo: -¡Mejor!

Volvió a manipular una herramienta. De una cajita de cartón donde guardaba las cosas por hacer, sacó un puente de varias piezas y empezó a pulir el oro.

-¡Papá!

-¡Qué!

Aún no había cambiado de expresión.

-¡Dice que si no le sacas la muela te pega un tiro!

Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejó de pulir la herramienta, la retiró del sillón y abrió por completo el cajón inferior de la mesa. Allí estaba el revólver.

-¡Bueno! -dijo-. Dile que venga a pegármelo.

Hizo girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde del cajón. El alcalde apareció en el umbral de la puerta.

Se había afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una barba de cinco días. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró el cajón de la mesa con la punta de los dedos y dijo suavemente: -Siéntese-

-Buenos días - dijo el alcalde.

-Buenos - dijo el dentista.

Mientras hervían los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en el cabezal de la silla y se sintió mejor. Respiraba un olor frío. Era una sala pobre: una vieja silla de madera, algunas herramientas, y una vidriera con frascos de loza. Frente a la silla, una ventana con un biombo de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y abrió la boca.

Don Aurelio Escobar le movió la cara hacia la luz. Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa presión de los dedos.

-Tiene que ser sin anestesia -dijo.

-¿Por qué?

-Porque tiene una infección.

El alcalde lo miró en los ojos.

-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la olla con los instrumentos hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse. Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en el recipiente. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.

Era una cordal inferior (muela que nace en edad adulta). El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga ternura, dijo: -Aquí nos paga veinte muertos, teniente-. El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela. Entonces la vio a través de las lágrimas.

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