Pedro Serrano

Esta increíble historia narra la vida de un hombre y de como su suerte cambió para toda su vida.

Parece ser que en 1526, un fuerte temporal sorprendió a un patache español que navegaba de La Habana a Cartagena de Indias, pereciendo en el hundimiento toda la tripulación, con la excepción del capitán del barco, Pedro Serrano, que logró llegar a una inhóspita isla de arena sin apenas vegetación y sin fuentes de agua dulce.

Lo que siguió al naufragio fue una auténtica odisea, ya que su alimentación era fundamentalmente de pájaros, peces, moluscos y crustaceos, y bebiendo muy a menudo sangre de tortugas marinas como suplemento al agua de lluvia que de vez en cuando podían recoger. Fue fundamental la idea de utilizar caparazones de moluscos, de tortugas, y un pequeño depósito que pudieron construir con los restos del naufragio para almacenar el agua.

Con sus arapos Pedro logró iniciar un fuego que fue el tesoro más grande que pudo encontrar en esa remota isla, lo mantenia y lo celaba con tanto esmero, le construyó una pequeña choza hecha con caparazones de tortugas, rocas y corales, para protegerlo de las inclemencias del tiempo, desde ese momento Pedro logró hacer de sus alimentos, algo mas digno de consumir.

Cuando ya llevaba 3 años viviendo en la isla, tuvo la visita de otro sobreviviente de otro naufragio, que habían llegado hasta la orilla en un pequeño bote, al verse, ambos hombres se sorprendieron, puesto que Pedro tenía ya tres años de no ver persona alguna y su nuevo acompañante por ver a un hombre tan desaliñado como maloliente, con bello en exceso y al borde de la locura.

Pedro Serrano y su nuevo acompañante quedaron totalmente aislados, en la más profunda soledad durante los 4 años siguientes. La isla ni siquiera estaba entonces situado en las cartas marinas.

Como la isla estaba desprovista de cualquier refugio, los dos náufragos construyeron durante su larga odisea una pequeña torre, que además de refugio contra los vientos reinantes les sirvió para efectuar señales de humo a partir del fuego que Pedro logó cuidar durante tanto tiempo. Hoy resulta increíble la capacidad de supervivencia de estos dos hombres, que jamás se dieron por vencidos.

Finalmente, en 1534, la tripulación de un galeón que iba a La Habana desde Cartagena de Indias divisó las señales de humo que los náufragos hacían desde la isla. Enviaron un bote para socorrerles, ellos al ver que los marineros se acercaban, para evitar repelerlos con su aspecto se introdujeron a la playa y les gritaron con tanta felicidad que la voz se les entrecortaba y terminaron en llanto, los marineros se hicierno de los debilitados hombres y los llevaron al galeón.

Tristemente, el compañero de desgracias de Serrano que durante 4 años lo acompañó, falleció al poco tiempo de haber embarcado en el galeón. Ni siquiera llegó a divisar tierra firme después de ser rescatado.

La suerte fue muy distinta para Pedro Serrano, quien consiguió regresar a España para comenzar una nueva vida que le dio fama y dinero y le convirtió en un personaje famoso no solo en la Corte Española, sino también en el resto de Europa, debido a los muchos viajes que hizo para narrar sus peripecias en las reuniones de la alta sociedad.

Se trasladó a Alemania donde el Emperador quedó sorprendido de tan impresionante anecdota de vida, el mostraba con orgullo su largo pelaje, símbolo de su verdad y recordatorio de lo que que realmente vivió en aquella isla. Su majestad imperial, viendolo y escuchandolo le otorga a Pedro, 4 mil pesos de renta en el Perú, donde ni tarde ni peresoso Pedro Serrano viajó para hacer uso de este tan espléndido regalo.

Antes de fallecer en Panamá, Pedro Serrano dejó constancia de las penalidades sufridas en la compañía del otro náufrago

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