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Persuacion Y Seduccion


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2012  •  1.192 Palabras (5 Páginas)  •  2.710 Visitas

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Persuasión y seducción

Álex Grijelmo

Las palabras tienen un poder de persuasión y un poder de disuasión. y tanto la capacidad de persuadir como la de disuadir por medio de las palabras nacen en un argumento inteligente que se dirige a otra inteligencia. Su pretensión consiste en que el receptor lo descodifique o lo interprete; o lo asuma como consecuencia del poder que haya concedido al emisor. La persuasión y la disuasión se basan en frases y en razonamientos, apelan al intelecto y a la deducción personal. Plantean unos hechos de los que se derivan unas eventuales conse¬cuencias negativas que el propio interlocutor rechazará, asumiendo así el criterio del emisor. O positivas, que el receptor deseará tam¬bién. Pero todos los psicólogos saben que cualquier intento de per¬suasión provoca resistencia. Por pequeña que parezca, siempre se produce una desconfianza ante los intentos persuasivos, reacción que se hará mayor o menor según el carácter de cada persona. Y según la intensidad del mensaje.

En cambio, la seducción de las palabras, lo que aquí nos ocupa,

sigue otro camino. La seducción parte de un intelecto, sí, pero no se dirige a la zona racional de quien recibe el enunciado, sino a sus emociones. Y sitúa en una posición de ventaja al emisor, porque éste conoce el valor completo de los términos que utiliza, sabe de su perfume y de su historia, y, sobre todo, guarda en su mente los vocablos equivalentes que ha rechazado para dejar paso a las pala-bras de la seducción. No se basa tanto la seducción en los argumen¬tos como en las propias palabras, una a una. No apela tanto a la construcción razonada como a los elementos concretos que se em¬plean en ella. Su valor connotativo ejerce aquí una función sublime.

La seducción de las palabras no necesita de la lógica, de la cons¬trucción de unos argumentos que se dirijan a los resortes de la ra¬zón, sino que busca lo expresivo, aquellas expresiones" que se ador¬nan con aromas distinguibles. Convence una demostración matemá¬tica pero seduce un perfume. No reside la seducción en las conven¬ciones humanas, sino en la sorpresa que se opone a ellas. No apela a que un razonamiento se comprenda, sino que se sienta. Lo organi¬zado subyuga, atenaza con argumentos; pero seduce lo natural, lo que se liga al ser humano y a su entorno, a sus' costumbres, a la historia, seduce así la naturaleza de las palabras.

Algunas palabras cumplen la función de un olor. Seduce un aroma que relaciona los sentidos con el lugar odorífero más primitivo, el nuevo olor llega así al cerebro sensible y activa la herencia que tiene adherida desde la vida en las cavernas; y le hace identificar esa percepción y su significado más profundo, más antiguo, con aquellos indicios que permitían al ser humano conocer su entorno mediante las sensaciones que hacían sentirse seguro al cazador porque los olores gratos anunciaban la ausencia de peligros, es decir, la inexistencia de olores peligrosos. La seducción de las palabras, su olor, el aroma que logran despertar aquellas percepciones prehistóricas, reside en los afec¬tos, no en las razones. Ante determinadas palabras (especialmente si son antiguas), los mecanismo internos del ser humano se ponen en marcha con estímulos físicos que desatan el sentimiento de aprecio o rechazo, independientemente de los teoremas falsos o verdaderos. No repara las seducción en abstracciones, en nebulosas generalizantes, sino en lo concreto: es lo singular frente a lo general.

Las palabras denotan porque significan, pero connotan porque se contaminan. La seducción parte de las connotaciones, de los mensajes entre líneas más que de los enunciados que se aprecian a simple vista. La seducción de las palabras no busca el sonido del significante, que llega directo a la mente

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