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Resumen Un Grito Desesperado 9-19.docx

memolg8618 de Diciembre de 2012

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.EL ABRAZO FRATERNAL 9

La incertidumbre se agrandaba dentro de mí por un infundado temor, para de¬crecer después ante la casi certeza de que el director me ayudaría.

No se encendió el foquito del intercomunicador indicando a la secretaria que podía recibirme; fue el director de la escuela personalmente quien abrió la puerta de su despacho para invitarme a pasar

¿En qué puedo servirte, Gerardo?

Quiero agradecerte por haberme devuelto mi portafolio —agregó al verme callado.

El próximo viernes voy a iniciar una serie de conferencias para padres de familia.

Debes tratar de convencer a tus padres para que asistan

Los apuntes de sus tres carpetas —dije al fin— la foto-copié.

— ¿Los fotocopiaste? ¿Para qué?

— ¿Qué estás tramando, Gerardo?

Nada licenciado

— ¿Qué has sabido de Saúl?

Más o menos, señor director. Ha telefoneado a una ami¬ga común

Por qué no has ido a buscarlo ahora?

—Está fuera de la ciudad

Usted ya conocía a mi hermano antes de entrar a estudiar aquí, ¿verdad?

Usted fue quien levantó una demanda judicial a Saúl por la que fue detenido hace cinco años, ¿no es cierto?

Tardó en contestar. Pero antes de que lo hiciera, su actitud absorta ya era para mí una afirmación. El corazón me latía a mil por hora

Director ¿usted alguna vez imaginó que mi hermano podría llegar a estudiar aquí?

Sí. Siempre tuve la inquietud de volver a verlo para decirle que no había rencor y tenderle mi mano amiga

—¿Me dijo usted que el curso para padres comenzaba mañana?.

—Así es. Haz lo posible para que los tuyos asistan.

—¿Puedo venir yo también? ¿De oyente? Por favor...

Serás bienvenido en la plática si quieres

Mi padre avisó que no iría a comer. Era algo muy usual. Me urgía hablar con él, así que le telefoneé al hospital

-¿Sí?

—Papá, habla Gerardo.

—¿Pasa algo malo?

—No. Llamo para pedirte permiso para no dormir en casa hoy. Ciña amiga de la escuela me comentó que Saúl le había hablado por teléfono desde Guanajuato y quiero ir a buscarlo

—¿En qué te irías?

—En autobús, papá. Sé moverme, te lo aseguro

Finalmente obtuve el permiso

Informé a mamá de lo mismo. No sólo obtuve su venia con harta mayor facilidad, sino suficiente dinero como para hospedarme en un hotel en caso de necesitarlo y un taxi que mandó pedir para que me llevara a la central de autobuses

Subí al taxi y dije adiós con la mano, como un niño pequeño que se despide de su madre para ir al jardín de infantes

SOLO CINCO LEYES 10

Fue un viaje infructuoso pues aun cuando logré arribar al sitio en el que mi hermano se refugió los últimos dos días, no pude verlo.

Salió a recibirme la madre de mi ex-compañero escolar con alharaca de franco hastío y luego de ponerme al tanto de que efectivamente Saúl había estado durmiendo y comiendo ahí, me notificó que finalmente decidió regresar a su casa.

Me despedí cortésmente y no pareciéndome sano dar más molestias, me retiré en busca de un hotel.

Pasé la noche en un cuartucho de paso y al día siguiente emprendí el regreso

En cuanto el autobús se detuvo en la central bajé como centella a la caza de transporte urbano. No quise pagar taxi para ahorrarme el dinero sobrante, así que me encaramé en la primera camioneta colectiva que pasó

Pasé corriendo frente a la escuela y crucé los mil metros que la separaban de mi casa en tiempo récord toqué el timbre pero nadie me abrió

No había nadie en la casa! Sonreí. Tal vez estaban en la escuela asistiendo a la conferencia.

Entré a la escuela jadeando. La recepcionista me detuvo para preguntar mi nombre. Se lo di y ella lo cotejó con los que tenía anotados

Mientras trataba de localizarme en su lista, no pude evitar observar una cartulina con elegante letra manuscrita pegada en el pizarrón de avisos

"MENSAJE URGENTE DE SUPERACIÓN FAMILIAR"

Conferencia para padres

AULA OCHO

El director sólo dio autorización para permitir la entrada a dos jóvenes... Y sí... Tú eres uno de ellos.

—¿Quién es el otro?

—una señorita llamada Sahian

Entré al aula sin tocar y nadie volteó la cabeza. Los invitados estaban atentos escuchando al director, que se paseaba de un lado a otro mien¬tras hablaba

Tomé asiento en un pupitre alejado de la mesa y busqué con la vista a mi familia. Nada: no estaban

Mientras el director decia: Para dirigir un hogar es preciso entender y respetar estas cinco leyes.

1 .-Ley de la ejemplaridad.

2.-Ley del amor incondicional.

3.-Ley de la disciplina.

4.-Ley de la comunicación profunda.

5.-Ley de la fuerza espiritual.

El expositor hizo una pausa al cambiar el texto del rotafolios y me sentí tan repentinamente interesado por lo que estaba a punto de escuchar, que finalmente decidí acercarme a la mesa

LEY DE EJEMPLARIDAD 11

El cartel anunciaba la ley con grafías rojas brillantes:

"LOS HIJOS CARGARÁN EN EL SUBCONSCIENTE MUCHOS AÑOS,

LOS PATRONES DE CONDUCTA QUE OBSERVARON EN SUS PADRES"

Entienden esto? Los actos valen mil veces más que las palabras.

Nuestra influencia se da en esa escala: diez por ciento con palabras y noventa por ciento con actos

—¿Está usted sugiriendo que por culpa de los malos ejem-pos inculcados los hijos nunca podrán ser mejores que sus padres? —preguntó una señora de peinado alto y maquillaje indiscreto.

—La ley de la ejemplaridad es muy clara —contestó el expositor—, no dice que es imposible la superación de los descendientes; dice que las actitudes observadas se grabarán en ellos para acompañarlos durante años, y esto no deja de ser grave

Para penetrar hasta la médula del banco de hábitos adquiridos y poder cambiarlos, sólo hay dos caminos. Ambos arduos y fatigosos, pero definitivamente segu¬ros:

l.-La repetición perseverante.

2.-El aislamiento voluntario.

El director se detuvo para consultar sus notas y terminó diciendo:

—Primero con repeticiones continuas de las verdades del amor y segundo en íntima soledad

Nadie dijo ni objetó nada. Todo estaba muy claro.

Se anunció que tendríamos diez minutos de descanso. La gente comenzó a ponerse de pie. Yo me quedé sentado.

—¿No vas a saludarme?

Al reconocer la voz de mi querida amiga Sahian volteé instantáneamente. Estaba más linda que nunca. Me levanté de mi silla para estrechar su mano pero ella se acercó desenvuelta dándome un beso en la mejilla

Sahian, ¿me acompañas a hablar por teléfono?

Claro —me contestó

Después de marcar escuché sonar hasta que se cortó auto¬máticamente. Era inútil volver a llamar. En mi casa no había nadie

tomé nuevamen¬te el aparato y disqué el número de mi tía Lucy

—¿Tía? Habla Gerardo... ¿Cómo están? No contestó.

—Tía, ¿me escuchas?—Sí...

—¿Sabes dónde está mi familia?

Silencio. Me escuchas, tía?

—¿Aún no lo sabes...?

—¡No! ¿Qué pasa? Evadió mi pregunta haciéndome otra.

—¿Dónde estás? —En la escuela.

No te muevas de ahí. Voy a encontrarme con tus padres. Les diré que vayan por ti. Espéralos. Y cortó

Luego, marqué el número del hospital de papá.

—¿Me comunicaría con el doctor Hernández, por favor?

—Hoy no vino a trabajar.

—¿No...? Gracias.

Sahian me miraba sin comprender:

—¿Hay problemas?

—No sé...

LA LEY DEL AMOR INCONDICIONAL 12

En el rotafolios se anunciaba con grandes letras el texto de la segunda ley:

"LA ÚNICA ENERGÍA QUE FORTALECE

VERDADERAMENTE AL HOGAR YA CADA UNO DE SUS MIEMBROS ES EL AMOR SIN CONDICIONES"

Cuando Sahian y yo entramos al recinto, la explicación ya había comenzado

Miré el reloj: si lograba localizarlos aún era factible que acudieran a la conferencia y aprovecharan lo que faltaba de ella.

Las edecanes comenzaron a ofrecer café dado que la expli¬cación de la segunda ley había terminado y el maestro orde¬naba su material para la tercera.

Me puse de pie olvidando esta vez de llevar mi carpeta conmigo y caminé hacia el lugar de Sahian.

—¿Me acompañas otra vez a hablar por teléfono?

—Claro...

comencé a discar el número del hospital de papá, pero me detuve y colgué.

—Tengo que irme —sentencié.

—¿Vas a regresar?

Una intuición negativa sobrecogió mi corazón, así que, mientras hablábamos, comenzamos a salir de la escuela.

—No lo sé.

—¿Te espero aquí?

—No. Mejor vuelve al salón.

—¿Estarás bien?

—Sí, no te preocupes

Muchos años después de aquello Sahian me confesó que esa tarde, al verme alejar corriendo tan preocupado por mi familia, sintió por primera vez que me amaba

Llegué a mi casa jadeando. Todas las luces estaban apaga¬das

Apenas puse un pie en la sala casi me fui de espaldas: había un desorden descomu¬nal

¡Dios mío! Lo ocurrido ahí no había sido una simple discusión. ¿Acaso una pelea? Tal vez un robo... Tal vez un encuentro

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