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SEMBLANZA PERSONAL

61110116 de Septiembre de 2012

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Aguascalientes, Ags.

22 de agosto del 2011

SEMBLANZA PERSONAL

Porqué decidí ser Maestra.

Mi vocación hacia la docencia la despertó una niña llamada Evangelina, hija de una señora que ayudaba a mi madre a lavar, yo tenía aproximadamente diez años de edad, ella once.

Jugábamos todas las tardes al terminar los quehaceres que nos correspondían, cuando ya no queríamos jugar nos poníamos a descansar en un petate viejo, en una galera en la casa de ella, sacábamos los cuentos que alquilábamos, de Periquita y de Archi.

Yo ignoraba que no asistía a clases, en la mañana, ella siempre deseaba que leyéramos juntas los cuentos, yo esperaba que me indicara cuando dar vuelta a la hoja, sonreíamos a la par, cuando hojeábamos los cuentos.

Pero un día me percaté que no sabía leer, y le pregunté lo que decía en un globo de un personaje, muy apenada me contestó, no sé leer ni escribir, entonces yo le dije: Yo te voy a enseñar, como si fuera toda una maestra experimentada.

Ahora me da risa, la forma en que lo hice, cuando me lo confesó, recuerdo que era un sábado, yo le dije, para enseñarse a leer y escribir, se necesitan cosas, así que, ni tú te gastas tu domingo de mañana en dulces, ni yo tampoco.

Al día siguiente fuimos juntas corriendo a La Casa del Pueblo, una tienda donde se vendía de todo, a comprar dos cuadernos marca Polito, un lápiz y colores.

Ella quiso que iniciáramos de inmediato, ya en su casa escondidas de su madre, empezamos las clases.

Le escribí el abecedario, le dije el nombre de cada letra y que repitiera el sonido, le indiqué que tenía que aprenderse en la semana las primeras cinco letras del alfabeto, así que hacer planas, como se usaba en esa época y con letra manuscrita.

Le dejaba tarea a diario, sí las realizaba bien, la ponía hacer un dibujo, como si fuera un premio. Ahora reflexiono, que forma tan absurda de enseñar, no sé ni cómo encontró la manera de unir las sílabas, para poder formar y escribir palabras, pero el interés por leer cuentos, era mucho.

Le enseñe los números de la misma forma. A planas, más tarde aprendió a resolver sumas y restas con ayuda de maíces, ya que en su casa había muchos, su familia cuidaba el ganado de un rico del pueblo de Teocaltiche Jalisco.

Recuerdo que su mamá le dio tanto gusto cuando la escuchó leer, que fue de inmediato con mi madre, a comunicárselo y a la vez reclamarle por qué no le habían dicho que Evangelina estaba aprendiendo conmigo cuando su mamá salió de nuestra casa, mi madre me abrazó y me dijo, estoy segura que si tienes la oportunidad de estudiar, serás Maestra, yo le respondí que sí, yo me sentía muy contenta porque Evangelina ya sabía leer cuentos porque yo le había enseñado.

Cuando comenzó el siguiente ciclo escolar, Evangelina comenzó la primaria, no sé si la terminó, porque mi familia y yo nos cambiamos de casa, al centro del pueblo, y a mi madre le compraron una lavadora ya no necesitó de los servicios de su mamá.

Esta experiencia que tuve con la niña sin duda alguna fue la que marcó mi vocación de maestra.

He trabajado 28 años con todos los grados, pero ningún grado me ha dado tantas satisfacciones, como el Primer Grado de Primaria, siempre que puedo escojo ese grado.

Por qué no hay sonido más agradable que pueda escuchar, como la lectura de mis alumnos, cuando lo hacen por primera vez, en cada uno de ellos, recuerdo a mi primera alumna Evangelina.

Siempre que puedo lo digo y no me cansaré de repetirlo, que el trabajo más satisfactorio, es el de un MAESTRO, cuando lo eres por vocación plena, no importa los obstáculos que tengas que vencer.

PROFESORA IRMA JIMÉNEZ GAYTÁN

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