Segunda Carta. “No permita que el miedo a la dificultad lo paralice”

SEGUNDA CARTA

“No permita que el miedo a la dificultad lo paralice”

Al hablar de la relación que existe entre la dificultad y el miedo se puede percibir que la línea que los divide puede oscilar entre lo insignificante y lo exorbitante,  dependiendo este estadio de algunos factores que pueden ser externos o internos al sujeto que vive “una situación desafiante”, como lo nombra el autor de la Segunda Carta, texto al cual se hará referencia. Dichos factores pueden estar representados o dirigidos en primera línea por la inseguridad personal,  permitiendo que el individuo en cuestión no tenga la capacidad para encarar el contratiempo al que se enfrenta.    

Es importante resaltar que el ser humano dentro de su contexto de tomas de decisiones puede encontrarse en circunstancias poco favorables por el grado de dificultad que represente para el sujeto y la manera como asume el abordaje de la misma, haciendo que, en algunos casos,  en su afán por esquivar su temor a enfrentar la “situación desafiante” quede paralizado impidiendo esto que actúe de alguna forma y, es esto lo que debe evitar a toda costa.

Y llegado a este punto,  se necesita dejar claro que, el sujeto no tiene la necesidad de erradicar el miedo a la dificultad, sino que por el contrario debe a toda costa identificar su miedo y luchar por vencerlo porque es esta la mejor forma de contrarrestar el impase que le mantiene vivo la inseguridad y la angustia.

De tal manera que el miedo debe reconocerse como algo latente que ataca al ser humano no solo como un escenario sino,  como una experiencia que no se puede pasar por alto dentro del contexto de la cotidianidad, para que de esta manera sea más fácil vencerlo.

En el caso particular de un estudiante que debe enfrentarse a un texto para analizarlo y que sin duda lo considera muy difícil, el miedo a abordarlo puede impedir que lo entienda y llevarlo a creer que es incapaz de realizar la tarea impuesta por el profesor a cargo de la asignación de la que se desprenda el texto y llevar a ese estudiante a paralizarse, cerrando así la posibilidad de aproximarse a el significado de las líneas que conforman el contenido del discurso al que se enfrenta, generando en la mayoría de los casos, el miedo al fracaso.

A este parecer Beatriz Piña, sostiene que:

Para algunas personas fracasar supone algo irreparable, imperdonable… un resultado que no se “pueden permitir”. Desde esta perspectiva, la presión por evitar el fracaso podría llevar a “dejar de actuar”. Las emociones que generan una visión tan “determinante” del concepto de fracaso, limita nuestra capacidad de afrontar las metas propuestas, e implica que la persona tenga la creencia de que no puede asumir futuros proyectos por miedo a la posibilidad de fracasar. (2014).

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