Síntesis En la actualidad

Tomás Eloy Martínez hace un reflexión respecto al periodismo escrito contemporáneo en una época en la que abunda la tecnología y las nuevas tecnicidades comunicativas. El periodismo tradicional está impuesto por un viejo corsé que obliga a dar una noticia obedeciendo el mandato de responder en las primeras líneas a las seis preguntas clásicas: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué. Este viejo mandato está asociado a la pirámide invertida, que fue impuesta por las antiguas agencias informativas con el objetivo narrar una realidad objetiva y sin mayor libertad de ingenio.

En la actualidad, el avance tecnológico ha traído nuevas herramientas para transmitir información; la televisión, la radio y el internet. Como consecuencia, se han instalado novedosas técnicas discursivas en el relato de una noticia, impuestas bajo el desafío de competir con la simultaneidad e instantaneidad tecnológica, que ha dejado por debajo a la prensa escrita. Ante este hecho, la prensa escrita se ha entusiasmado por invertir fortunas para estar al día en las aceleradas mudanzas de la cibernética y de la técnica y presta menos atención a lo que prefiere el lector.

Ante esta situación, Eloy propone una solución ética, más que estética. Es necesaria la efectividad y pertinencia de los periodistas en la narracion, es decir, un periodista debe actuar desde la pasión, puesto que todo periodista convive día a día con su oficio, o más bien, con su vocación de escritor. Señala la importancia de presentar una noticia como la narración de una historia tal como las novelas literarias, con la salvedad que el periodista actúe como un testigo externo a los hechos y que su base principal esté en la investigación honesta, la narración de los hechos dentro de un contexto con antecedentes y la información precisa. De esta forma, afirma que todo diario debiese tener un reportaje, no literario, pero sí cumpla con la misma intensidad y capacidad de seducción al lector. Si el diario fracasa, no será culpa de la competencia tecnológica, sino su propia falta de fe en la inteligencia de sus lectores.

El periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica, más bien, es una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones, entender el por qué y el para qué. Tampoco es un fiscal o policía. Es precisamente un testigo que se sitúa a distancia de los hechos, mostrandolos, revelandolos y denunciandolos. Indagar, preguntar e investigar son los grandes desafíos de siempre. El autor propone un nuevo desafío en cómo hacer esto con relatos memorables, que dejen huella a través del tiempo en el destino de los hombres.

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