Taller Lectoescritura
alejocas986 de Abril de 2015
4.211 Palabras (17 Páginas)526 Visitas
Nombre: ________________________________________________________________
Profesor(a):______________________________________________________________
Monitor (a):______________________________________________________________
Programa: _______________________________________________________________
Grupo: __________________________________________________________________
Presentación
Taller de lectoescritura es una propuesta pedagógica cuyo propósito es servir como guía de mejoramiento autónomo en las habilidades lectoescriturales del estudiante universitario. En cada taller, se encontrará una sección de lectura, con textos tomados de diversas fuentes, unas veces informativos, otras literarios, expositivos o de opinión, sobre temas variados del lenguaje, la escritura, la comunicación y otros; en fin, lecturas académicas, tal como las que va a tener que afrontar el estudiante en la vida universitaria.
Se propone en cada taller seguir una estrategia de lectura y otra de escritura. Se hace un recorrido por diversas técnicas de comprensión lectora y de expresión escrita, con el fin de que el estudiante encuentre en su desarrollo aquella estrategia con la que se sienta cognitivamente más a gusto. Es decir, se le permite al estudiante desarrollar varias clases de ejercicios lectoescriturales para que al final de esta guía pueda decidir una estrategia propia y adecuada a su estilo de estudio.
No se descuida en esta propuesta el aspecto léxico-gramatical del idioma. Se propone una sección de corrección y construcción de texto, donde el estudiante trabaja con herramientas ortográficas léxico-semánticas y gramaticales, para repasar, precisar, ampliar, detallar, clarificar la corrección idiomática.
Gran parte de la información que se pide consultar, buscar u organizar debe ser presentada en esquemas o gráficos. Se es consciente de la necesidad de buscar los mecanismos que permitan a la mente humana retener la información, asociar saberes previos y generar vías que permitan manejar óptimamente el conocimiento en la vida universitaria. Ese es el objetivo de las secciones intituladas Búsqueda de la información y Organización de la información.
Al final, se presenta una bibliografía con las fuentes básicas y de consulta para mayor información en las temáticas de Lectura y Escritura. El Taller de lectoescritura se convierte así en un aporte a la formación básica del estudiante en un área común de la educación universitaria: las competencias textuales y discursivas en la lengua española.
1. Estrategia de lectura (vale 1.0)
- Desarrolle las estrategias de prelectura (revisar) y lectura global (resaltar y glosar) en el texto “La importancia del acto de leer”, de Paulo Freire.
Revisar: Un texto puede venir acompañado de elementos tipográficos (diversos tipos de letras), gráficos, esquemas, mapas, tablas, índices, etc., que complementan y enriquecen el mensaje. Antes de leer un texto, haga siempre una revisión de todos los elementos que tenga el texto. Así, se formará una idea de lo que va a leer; esto mejorará su comprensión.
Resaltar es marcar, distinguir, resaltar las palabras o frases del autor que se destacan por su importancia para la comprensión del tema de la lectura.
Glosar es agregar notas al margen, hacer acotaciones a la lectura, tipo comentarios, inquietudes, observaciones que surjan del texto, de lo leído, de lo resaltado; es dialogar con el autor a través de la lectura y tratar de generar una interacción simbólica con el autor. Los signos de admiración, interrogación, símbolos propios, convenciones, dibujos, flechas, etc., son de uso frecuente a la hora de glosar.
LA IMPORTANCIA DEL ACTO DE LEER
________________________________________
Por Paulo Freire
Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia de leer, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí.
Al ir escribiendo este texto, iba yo “tomando distancia” de los diferentes momentos en que el acto de leer se fue dando en mi experiencia existencial. Primero, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que me movía; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de mi escolarización, fue la lectura de la “palabra-mundo”.
La vuelta a la infancia distante, buscando la comprensión de mi acto de “leer” el mundo particular en que me movía –y hasta donde no me está traicionando la memoria– me es absolutamente significativa. En este esfuerzo al que me voy entregando, re-creo y re-vivo, en el texto que escribo, la experiencia en el momento en que aún no leía la palabra. Me veo entonces en la casa mediana en que nací en Recife, rodeada de árboles, algunos de ellos como si fueran gente, tal era la intimidad entre nosotros; a su sombra jugaba y en sus ramas más dóciles a mi altura me experimentaba en riesgos menores que me preparaban para riesgos y aventuras mayores. La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza –el lugar de las flores de mi madre–, la amplia quinta donde se hallaba, todo eso fue mi primer mundo. En él gateé, balbuceé, me erguí, caminé, hablé. En verdad, aquel mundo especial se me daba como el mundo de mi actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones con mis hermanos mayores y con mis padres.
Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban en el canto de los pájaros: el del sanbaçu, el del olka-pro-caminho-quemvem, del bem-te-vi, el del sabiá; en la danza de las copas de los árboles sopladas por fuertes vientos que anunciaban tempestades, truenos, relámpagos; las aguas de la lluvia jugando a la geografía, inventando lagos, islas, ríos, arroyos. Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en las nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las hojas –de las rosas, de los jazmines–, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas. En la tonalidad diferente de colores de una misma fruta en distintos momentos: el verde del mango-espada hinchado, el amarillo verduzco del mismo mango madurando, las pintas negras del mango ya más que maduro. La relación entre esos colores, el desarrollo del fruto, su resistencia a nuestra manipulación y su sabor. Fue en esa época, posiblemente, que yo, haciendo y viendo hacer, aprendí la significación del acto de palpar.
De aquel contexto formaban parte además los animales: los gatos de la familia, su manera mañosa de enroscarse en nuestras piernas, su maullido de súplica o de rabia; Joli, el viejo perro negro de mi padre, su mal humor cada vez que uno de los gatos incautamente se aproximaba demasiado al lugar donde estaba comiendo y que era suyo; “estado de espíritu”, el de Joli en tales momentos, completamente diferente del de cuando casi deportivamente perseguía, acorralaba y mataba a uno de los zorros responsables de la desaparición de las gordas gallinas de mi abuela.
De aquel contexto –el del mi mundo inmediato– formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mi mundo inmediato y cuya existencia yo no podía ni siquiera sospechar.
En el esfuerzo por retomar la infancia distante, a que ya he hecho referencia, buscando la comprensión de mi acto de leer el mundo particular en que me movía, permítanme repetirlo, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra. Y algo que me parece importante, en el contexto general de que vengo hablando, emerge ahora insinuando su presencia en el cuerpo general de estas reflexiones. Me refiero a mi miedo de las almas en pena cuya presencia entre nosotros era permanente objeto de las conversaciones de los mayores, en el tiempo de mi infancia. Las almas en pena necesitaban de la oscuridad o la semioscuridad para aparecer, con las formas más diversas: gimiendo el dolor de sus culpas, lanzando carcajadas burlonas, pidiendo oraciones o indicando el escondite de ollas. Con todo, posiblemente hasta mis siete años en el barrio de Recife en que
...