Trabajo Ensayo
marielajara10 de Mayo de 2015
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1
El niño que vivió
El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive,
estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las
últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o
misterioso, porque no estaban para tales tonterías.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que
fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque
con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello
casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba
la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines
para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley,
y para ellos no había un niño mejor que él.
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y
su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera
lo de los Potter.
La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían
desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía
hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más
opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al
pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían
que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El
niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que
Dudley se juntara con un niño como aquél.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se
despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban
tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los
acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en
toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más
sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras
instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora
Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no
pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra
las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la
casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.
3
Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un
gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor
Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza
para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive,
pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber
sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le
devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y
subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el
felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos
no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y
alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó
más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.
Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente.
Mientras esperaba en el habitual
...